La eterna lucha entre el deber y el corazón
El pasado 1 de noviembre llegaba a Netflix la tan esperada segunda temporada de Young Royals. Otra tanda de seis capítulos llenos de amor, traición, dilemas y el más puro comportamiento adolescente.
Érase una vez un príncipe. Este príncipe no era heredero. Tenía todas las oportunidades y la vida por delante. Podía ser y hacer lo que quisiese, dentro de unos límites bastante amplios. Podía incluso amar a la persona que él quisiese, aunque fuese un mozo del pueblo llano. Sin embargo, la muerte llegó a su vida, se llevó a un ser querido y, con él, todas las libertades que podía tener. Su destino estaba sellado y, por una traición, su amor, maldito.
Esto, en esencia, fue la primera temporada de Young Royals. Dejamos al príncipe Wilhelm (Edvin Ryding, Love Me, Las joyas de la corona) despidiéndose de Simon (Omar Rudger en su primer papel) antes de las vacaciones de Navidad. Todo, tras negar que él era el del video sexual que filtró August (Malte Gårdinger, Skitsamma, Triangle of Sadness). Así, rota la pareja, Simon dolido y Wilhelm dividido por el amor y la obligación, más de un año más tarde, tenemos la temporada con lo que ocurrió después.
Cuantos más, mejor
Libre de spoilers, comentaré que esta temporada sigue los acontecimientos de la pasada. La temporada comienza justo después de las vacaciones. Los personajes vuelven al instituto y tienen que enfrentarse a lo vivido en él. Hay cambios, nuevos personajes, nuevas amistades, nuevos amoríos. Ingredientes para desarrollar esta nueva entrega al más puro estilo de serie de los 90/2000.

Más que nuevos personajes, algo más característico es cómo personajes extras han pasado a tener algo más de protagonismo. Ejemplos son Stella (Felicia Maxime Truedsson, Heartbeats, Anno 1970), Fredrika (Mimmi Cyon, Kollegiet, The Truth Will Out), Vincent (Nils Wetterholm, The Congregation, Califato), Nils (Samuel Astor, Desire Du Fria), entre otros. Las primeras del grupo de amigas de Felice (Nikita Uggla, en su primer papel), al que se une Sara (Frida Argento, Astrid), quien tendrá que aprender a moverse por su nuevo círculo social. Los otros dos, junto con la gran mayoría del resto de actores masculinos, forman parte de los alumnos del colegio, encabezados por August.
Habría que añadir la aparición de Marcus (Tommy Wättring, Beck). Criado en el pueblo y de la misma posición social que Simon, su trama es un recurso característico que servirá para profundizar y explorar tanto en Simon, como en Wilhelm, a la vez que recrear varias escenas donde más de un espectador puede verse reflejado, salvando las distancias. No todos tenemos un príncipe dispuesto a tambalear la monarquía por su corazón.
La evolución de lo que funciona
Toda esa atención que se desvía de la pareja principal hacia personajes más secundarios hace que la segunda temporada sea más coral. También consigue que se quiera más. Todo el desarrollo recuerda a series como The O.C. (Josh Schwartz, 2003-2007), sobre todo, Gossip girl (Josh Schwartz, 2007-2012), The Royals (Mark Schwahn, 2015-2018) y demás series del estilo. Esto quiere decir que la serie podría estirarse más sin llegar a ser pesada. Más escenas de Simon y Wilhelm, más escenas emotivas, más profundidad en las relaciones de los personajes. Si esta serie fuese de la época de las ya mencionadas, hubiese sido una serie de temporada estival con 13 capítulos de duración. Ahora bien, el tiempo que tiene lo sabe aprovechar. Sin tanta intensidad melodramática como podría tener, sabe jugar con su tiempo, los sentimientos y distribuirlos entre los seis capítulos.

Si bien la primera era más sencilla, llegaba a ser más seria. La tragedia, la situación amorosa y personal de los dos protagonistas, la traición principal y la decepción daban la sensación de estar leyendo un fanfic donde los protagonistas parecen adultos, aun siendo adolescentes. Es en esta nueva temporada donde la adolescencia entra en plena acción.
Algunas decisiones, reflexiones y comportamiento de los personajes darán rabia. Hay clichés que ya deberían quedar atrás, pero que aquí se recuperan para crear un escenario y trama ya conocidos, pero dentro de este cuento de hadas queer. Sin embargo, todo merece la pena por esa recta final. Todo encaja, todo tiene sentido, y aunque durante la (corta) temporada te pongan de los nervios, en general merece la pena y está tan bien construido que se acepta.
Una fórmula (casi) perfecta
Con respecto a eso último, la generación de finales de los noventa ha crecido. No es el target principal de esta serie. Los dieciséis años de antes no son los mismos que los de ahora. Los que ahora tienen esa edad están viendo parte de las mismas tramas que aquella generación veía en Gossip girl y derivados, pero compactados en una tanda de menos de diez capítulos y una relación queer entre la monarquía y el pueblo llano. Si los de la generación pasada están chillando y fangirleando, sus «yo» adolescente está pletórico. Sobre todo si es una serie tan bien hecha y con tanto cariño. No obstante, es cierto que hay cosas que tienen que ir evolucionando. Tramas y recursos que antes se utilizaban, deberían quedarse obsoletas. Pero poco a poco.

Lo único que podría estropearlo sería otra famosa cancelación por parte de Netflix. Acostumbrados, se podría decir que el final de temporada puede contar como final de serie. Aunque, la verdad, es más algo que decir como consuelo, ya que da para muchísimo más. Esperemos que, al menos, aún tengamos para una temporada más.
En conclusión, la mezcla de la trama telenovelesca de los 90 con ese toque de fantasía literaria, junto a una química palpable y el talento de todo el reparto, la serie sigue siendo una gozada.

