Anatomía de un despropósito
Tras meses de espera ya se encuentra en Disney + la última temporada completa de American Horror Story. En total, nueve capítulos con una premisa interesante que se reduce a la nada más superflua.
Las series se alargan. No todas, ya no tanto como antaño, pero es una verdad en el mundo de la televisión y las plataformas que cuando una serie tiene un tirón, se aprovecha al máximo. A veces una serie se sabe reinventarse, otras se estanca y se hace repetitiva. En algunas ocasiones, como Anatomía de Grey (Shonda Rhimes, 2005 – Actualidad), sorprendentemente sigue su curso y funciona. American Horror Story (Ryan Murphy, 2011 – Actualidad) no es ese caso.
Una caída abismal
En este medio se habló de la primera parte tras su salida. En resumen, la sensación fue que se planteaba una serie que podría haber sido una película. Cinco capítulos introductorios, entretenidos, que podían seguir en tres direcciones. Podrían tirar por la misma línea, mejorar o empeorar. El resultado ha sido la catástrofe.
La primera parte terminaba con Anna (Emma Roberts, Megapetarda, Aquamarine) recibiendo la llamada ganadora del Globo de Oro. Premio recibido tras la muerte de su competidora. Tras una serie de circunstancias inusuales durante su embarazo y el premio, la recta final se presenta como una carrera hacia los Oscars. Carrera que se entremezcla con los secretos que la gente que rodea a Anna parece guardar para conseguir una misión común.

Si bien los primeros capítulos eran lentos y no se desvelaba mucho, dejaban migajas que construían una historia suculenta, retorcida y, cuanto menos, llamativa. La última parte coge esas migajas, las aplasta y las envuelve con vinagre para que se haga incomestible. Una sucesión de escenas y capítulos hechos a desgana con resoluciones anticlimáticas. El mensaje contradictorio a la vez que nefasto que manda y un final acorde con el resto de la temporada que podría salvarse si la llegada a este él no hubiese sido tal disgusto.
No es oro todo lo que brilla
Es curioso que una serie cuyas temporadas funcionan de manera aislada, contando una historia singular en un sólo espacio y personajes determinados, haya caído tan bajo como lo ha hecho. Es cierto que algunas de ellas se interrelacionan, con pequeños detalles, personajes y guiños que hacen que convivan en un mismo universo. No obstante, la base es que la es, una serie antológica, donde cada temporada se cuenta una historia.
Lejos están los días dorados de Murder House, Asylum, Coven, Freak Show y demás. Aun con sus detractores, cada temporada tenía su público. Un fandom que, si bien no estaban ansiosos por una futura temporada, sí curiosos por saber qué tocaba. Sin embargo, conforme pasaban los años, cada temporada se sentía peor que la anterior. Llegó el punto en el que la mayoría de la gente se quedaba por inercia o mero entretenimiento.
La duodécima temporada es el ejemplo de que el tiempo ha convertido a la serie en un producto de fábrica sin sentimiento ni alma. La temporada tenía todos los elementos para hacerla una de las mejores temporadas de la serie. Glamour, Hollywood, Nueva York, Kim Kardashian (Disaster Movie, Ocean’s 8), secretos, traiciones, sectas atemporales, momentos históricos marcados por las mujeres que los vivieron… Un festín elocuente y adictivo.
Una serie de catastróficas decisiones
El resultado podría haber sido un thriller que se balancease entre lo domestic noir y la oscuridad del mundo del espectáculo, sin perder la decadente elegancia del éxito. Pero no, con el quinto capítulo rozaron ese hipotético producto y, como una copa en el filo de la estantería, cayó para hacerse añicos en un masa deforme de piezas que solo encajan con cinta adhesiva.

En los días que corren, la longitud de los capítulos es motivo de queja. Capítulos de más de una hora, temporadas muy cortas, o largas según lo que se quiera contar. En este caso nos encontramos con uno de esos pocos casos que, con algo más de duración, y un capítulo más, se podría haber hecho algo mejor. Aunque también habría que contar con que se cambiase momentos del guión algo cuestionables para hacerla aún más redonda.
A todo ello se une el largo tiempo entre la salida de la primera y segunda parte, además del tiempo añadido que pasó entre su estreno en Estados Unidos y España. En un mundo conectado como está ahora, los spoilers vuelan por todos lados. Ya no hace falta ni que se estrene la serie para destriparte algo importante. Tal y como pasó con ésta, una foto de rodaje puede desvelarte el giro de guion. Un giro predecible que en la serie aparenta querer que sea el gancho final.
Un resquicio de luz
Como dato curioso, si tienes la suerte de no haber visto esa foto, la propia Kim Kardashian te hacía spoiler en su reality, The Kardashians (2022 – Actualidad), programa que se puede ver también en Disney +. Si se ha podido evitar todo eso, el descubrimiento final es una de las pocas cosas que se podrían salvar del final, más por la coherencia que por lo bueno que realmente es.
No obstante, tras la tormenta, llega el sol. Si en general la temporada es un caos, hay ciertas cosas que la hacen algo, si no disfrutable, amena. Entre ellas el reparto. Tal y como se comentaba en el artículo sobre la primera parte, Kim Kardashian lo hace relativamente bien, sabiendo cómo coger el personaje y dando una notable actuación. De hecho, volverá a trabajar con Ryan Murphy (Scream Queens, American Crime Story) en una futura serie de abogacía llamada All’s Fair. Una serie que iba a protagonizar junto a Glenn Close y Halle Berry, pero esta última abandonó recientemente el proyecto por problemas de agenda tal y como confirmó Variety.

A ellas se le une un carrusel de caras conocidas de la franquicia, como la ya mencionada Emma Roberts, Billie Lourd (Scream Queens, Viaje al paraíso), Leslie Grossman (Popular, Nip/ Tuck) o Denis O’Hare (El intercambio, Dallas Buyers Club). Lo completan estrellas nuevas en la familia como MJ Rodríguez (Pose, Loot), Cara Delevingne (Paper Towns, Carnival Row) o Matt Czuchry (Las chicas Gilmore, The Resident).
Se baja el telón… Por fin
Otro elemento que la hace soportable, es la propia primera parte. Al verla del tirón, puede que la diferencia monumental entre las dos parte se note un poco menos. Esto podría hacer la experiencia no tan desastrosa. Es más, otra de las cosas que le vienen mejor a la temporada es el hacerse un maratón. El resultado puede ser un mal sabor de boca, la sensación de que has visto una película de domingo por la tarde que prometía, pero que ha acabado siendo regulera. Un atracón que ha sido decepcionante y entretenido al mismo tiempo. A lo mejor se eliminiaría la sensación nefasta de haber perdido el tiempo esperando meses y cada semana un nuevo capítulo que ha llevado a un desenlace tan rocambolesco, rápido y desganado.
En definitiva, American Horror Story: Delicate es un producto con una historia prometedora hecha trizas en un visionado que deja al espectador entre la indiferencia y la ofensa.
Ahora, es posible que todo lo escrito sea una exageración, que la temporada no esté tan mal. La única opción para salir de dudas es encender el Disney + y darle al play.

