La segunda novela de Sarah Penner acaba de aterrizar en España
De la mano de HarperCollins llega este 20 de septiembre La Sociedad Espiritista de Londres a las librerías españolas. Sarah Penner regresa tras el éxito de su libro El secreto de la Boticaria con esta novela de misterio repleta de fantasmas.
La Sociedad Espiritista de Londres parte de la historia de Lenna, una estudiante de arqueología que detiene toda su vida para seguir la pista de la muerte de Evie, su hermana. Es entonces cuando viaja a Francia y se une a las lecciones de la médium Vaudeline para ponerse en la piel de Evie y también obtener los conocimientos para comunicarse con ella.
Vaudeline está exiliada en el país vecino, ya que Volckman, el líder de la Sociedad Espiritista de Londres, le había recomendado que se marchase porque las cosas se estaban poniendo feas para la comunidad espiritista. No obstante, Volckman muere en la víspera de Todos los Santos, al igual que Evie, y el señor Morley se pone en contacto con la médium para que regrese a Londres y que conduzca la sesión de Volckman.
Lenna acompañará a su maestra a su ciudad natal con la condición de realizar una sesión para descubrir quién es el asesino de su hermana. Así ambas mujeres de adentran en la masculina Sociedad Espiritista de Londres, donde poco a poco irán destapando secretos que jamás se habrían imaginado.
Las brujas y el feminismo
Uno de los primeros movimientos feministas antes de que siquiera tuviera un nombre fueron sin duda las Brujas de Salem. El ocultismo, el espiritismo, la brujería y la magia crearon unión entre las mujeres, volviéndolas actividades que en ocasiones han sido exclusivas de las mujeres. No obstante, estas actividades representaban un poder demasiado peligroso para aquellas épocas en las que la sociedad trataba de arrebatarles el mínimo dominio de su ser a las mujeres. Así acabaron siendo quemadas las brujas de Salem, unas mujeres tan poderosas a las que solo el fuego podía silenciarlas
Este «prefeminismo» aparece en la novela reflejado en las actitudes empoderantes de Vaudeline y Lenna. Las sesiones espiritistas de Vaudeline son peligrosas y criticadas a la vez que aclamadas por la sociedad de su época. Mientras que las de los hombres londinenses están llenas de trucos y tiran más hacia el ilusionismo. Sin embargo, estos hombres prefieren alejar a Vaudeline de su comunidad en lugar de aprender de ella. Además, esta «orden de alejamiento» no es expresa para Vaudeline, sino para todas las mujeres, que tienen prohibido acercarse a su sociedad patriarcal.
En las notas finales la autora aclara que en aquella época, la profesión del médium era en la única en la que las mujeres destacaban por encima de los hombres. Aunque no deja de tener su toque misógino este dato, ya que la explicación está en que pensaban que la intuición y la pasividad permitía a las mujeres llegar a zonas sobrenaturales que un hombre no podía.
Es sublime como Sarah Penner logra un discurso plenamente feminista sin hacer uso del término. De hecho, hay entre las páginas de este libro un monólogo muy similar al que ha sido tan aclamado en la película de Barbie: «Los hombres quieren sentirse perseguidos, y a la vez superiores. Quieren sentirse comprendidos, pero no expuestos. Quieren controlarte, pero quieren creer que eres tonta, que no te das cuenta».
«Lesbianismo entre mujeres, larga vida homosexual»
El lesbianismo presente en la novela no es tan feliz como en la canción de Tokischa. Ya de por sí sigue invisibilizado en nuestro mundo actual, por lo que en la época victoriana donde la represión sexual era plena, las relaciones homosexuales públicas eran imposibles.
Hay dos relaciones sáficas durante la novela. La primera está llena de miedos e inseguridades, con la típica homofobia interiorizada que hace al propio homosexual negarse a sí mismo. En esta relación hay un peligroso conformismo sin esperanza alguna de vivir una vida plena: «Me consuela saber que la amistad entre dos mujeres no está amenazada y que podremos seguir así para siempre».
Por otro lado, la segunda relación homosexual que se nos muestra es caliente y con pocos detalles se narra una lujuria extrema. De esta manera queda representado el París abierto y liberal de la Bélle Époque. La propia Vaudeline explica que allí en Francia no están acostumbrados a reprimir sus pasiones como lo hacen los estirados de Londres.
La seducción como arma femenina
En un mundo en el que las mujeres han aceptado su rango social inferior, se venden a sí mismas para lograr sus objetivos. Parece una técnica de empoderamiento esto de la seducción, pero no es más que una herramienta fácil cuando no hay nada más a lo que aferrarse. Cuando los hombres creen tener el control, pierden los estribos por ver a mujeres facilonas. Ellas conforme les van dando lo que quieren, ponen más y más límites hasta tomar el control. Como dice una filósofa de nuestra época como lo es Samantha Hudson: «Hay que ser muy lista para hacerse la tonta».
Vaudeline le cuenta a Lenna que la seducción tiene por objetivo que un hombre renuncie a resistirse y deje de actuar racionalmente, como si fuera una lección más de su formación. En muchas ocasiones parece que en la novela hay abusos de poder, que los hay, pero en su mayoría el control es femenino y no es más que una mujer haciendo uso de las pocas armas que le dejaba al alcance su sociedad.