La nueva entrega de la franquicia es una estupenda aventura espacial para el gran público, y un acercamiento a la cultura gamer
Predator: Badlands reinventa al cazador intergaláctico. Su calificación por edades PG-13; sus amistosas y cómicas dinámicas entre personajes; y su estructura y diseño cercanas a un videojuego, podrían ayudar a conquistar a los adolescentes que nunca vieron al depredador original. Llegará a las salas de cine españolas el próximo viernes 7 de noviembre.
Bienvenidos a las malas tierras
Es ley actual en Hollywood que cada propiedad intelectual clásica ha de convertirse en un universo cinematográfico extendido. En este contexto, la saga Predator ha trastabillado constantemente. Sin embargo, desde que Dan Trachtenberg tomase las riendas de la franquicia, ha experimentado una notable evolución. El productor y director, responsable de las anteriores dos entregas, busca otorgar frescura y nuevos horizontes, y lo hace cambiando el foco narrativo al propio depredador. Además, ha optado por simplificar la mitología en favor de historias más directas y una conexión emocional directa con el espectador.
En esta ocasión, la trama nos presenta a Dek, un joven cazador Yautja repudiado por su familia. Para probar su valía, busca el trofeo máximo: la cabeza de un peligroso monstruo. Así, se adentrará en las «malas tierras» de un planeta donde cada criatura -flora incluida- intentará acabar con él. Una androide llamada Thia (con el rostro de Elle Fanning) será su aliada.
Una franquicia compleja
El origen de este icono de la ciencia ficción se remonta a 1987. Predator, dirigida por John McTiernan y protagonizada por el carismático Arnold Schwarzenegger -¿quién no ha escuchado alguna vez su memorable acento al gritar «Get to the chopper«?-, se situó inmediatamente en los anales de la historia del cine. Público y crítica fueron conquistado por igual gracias a su cruce de testosterona ochentera con terror de ciencia ficción. Su secuela Predator 2 (1990), no tuvo una recepción tan entusiasta, y su recaudación quedó lejos de lo esperado por el estudio, 20th Century Fox.

Durante el nuevo siglo, la franquicia fue mutando sin un rumbo claro; la ridícula Alien vs. Predator (2004) apostó por el crossover con los xenomorfos, con un guion y ejecución muy inferiores; Predators (2010) intentó recrear el estilo de la original, de nuevo con un grupo de mercenarios en la jungla, pasando sin pena ni gloria; y The Predator (2018), a cargo de Shane Black, trató sin éxito de relanzar la saga, recibiendo además terribles críticas por sus personajes insufribles, su confusa narrativa y sus malogrados efectos digitales.
Finalmente, sería con Prey (Predator: La presa, 2022) cuando se lograse devolver el aplauso de la audiencia. Esta precuela, ambientada en la América colonial, sorprendió con la simpleza de su propuesta, reminiscente de la original, pero con sensibilidades más contemporáneas. Una recepción muy positiva tuvo también Predator: Asesino de asesinos (2025), primera entrega animada de la saga, que contaba tres relatos ambientados en diferentes periodos históricos.
¿Qué veremos en las «malas tierras»?
El protagonista y foco absoluto de Predator: Badlands es Dek, el joven -aunque no inexperto- Yautja marcado por el deshonor y la necesidad de probar su valía. A diferencia de los depredadores clásicos, fríos y calculadores enemigos de los protagonistas, Dek se presenta como un personaje con matices: inseguro, impulsivo, incluso vulnerable. El rostro humano -o posthumano- de la película lo pone Thia, una androide a la que rescata. La dinámica entre ellos es entrañable, y adorna la brutalidad del cazador con una dimensión emocional más compleja.

Los escenarios digitales y el diseño de las criaturas a las que Dek dará caza son, sin duda, impresionantes. Con sus ruinas tecnológicas semienterradas en sus territorios salvajes y coloridos, evocan tanto el western postapocalíptico como la ciencia ficción clásica. Sin ocultar su inspiración en Avatar (2009) y sin perder de vista el lore de la saga -sus armas, nave espacial y traje permanecen invariables-, este estilo visual contribuye a una ambientación en la que la tecnología futurista y el instinto primitivo encuentran un punto de equilibrio.
La adaptación de videojuego que no esperábamos
Uno de los rasgos más llamativos de Predator: Badlands es su estructura narrativa, que parece inspirada directamente en la lógica de los videojuegos. La película avanza por fases o «zonas del mapa» claramente diferenciadas, y cada nuevo entorno plantea un tipo distinto de desafío, introduce enemigos con habilidades específicas, y culmina en un enfrentamiento que funciona como un “boss final”. Este diseño por niveles convierte a Dek en un avatar en proceso de aprendizaje: mejora su equipamiento, domina nuevas técnicas, recluta aliados y se enfrenta a rivales cada vez más formidables.

Quien recuerde videojuegos tan icónicos como Evolve (2015) o la saga Monster Hunter (fallidamente adaptada al cine) entenderá a qué me refiero. Trachtenberg recurre a su influencia a la hora de rodar las secuencias de caza, mediante combates coreografiados con una lógica de estrategia más que de caos, y a un ritmo que alterna exploración, aprendizaje, enfrentamiento y recompensa visual. Este enfoque surge en respuesta a una generación moldeada por la cultura gamer, familiarizada con la interacción digital. De hecho, podría decirse que se trata de la mejor adaptación no oficial de estos videojuegos de caza de monstruos.
El futuro de los depredadores
Como ya se confirmó hace tiempo, el plan de 20th Century Studios es desarrollar este «universo Predator» de forma ambiciosa, contando historias de distintas épocas, planetas y especies, combinando relatos de iniciación, política tribal y supervivencia. El giro hacia historias más autocontenidas y con identidad propia —como ya hiciera Prey— sugiere un modelo de antología, donde cada película revele una faceta diferente del cazador, sin necesidad de depender de la cronología tradicional.
El tiempo dirá si la apuesta por un tono menos sangriento y más narrativo, buscando rejuvenecer la base de espectadores, es rentable a la par que bien recibida. En lo que a Badlands respecta, ha sido una decisión acertada, ya que ha resultado en una película disfrutable, ligera y muy fácil de querer. Por lo pronto, ha puesto en evidencia que se trata de un cosmos que todavía tiene mucho que ofrecer. Y muchas presas que cazar.

