La forma en que vestimos refleja nuestra personalidad y sentimientos de una forma única
La moda ha evolucionado con el paso del tiempo a la par que lo ha hecho el ser humano. Es un elemento que está presente en nuestro día a día, de una forma mucho más activa de la que pensamos. Los colores, las prendas, los complementos y hasta el maquillaje pueden llegar a definir emociones y características personales.
La moda como elemento emocional ha experimentado un gran avance en los últimos tiempos. En una sociedad cada vez más afectada por el estrés, la prisa, y la urgencia, la moda se ha convertido en una válvula de escape y en un auténtico vehículo de expresión. Las pasarelas muestran diseños más coloridos e innovadores, claro reflejo de la actualidad, que es cada vez más divergente y cambiante.
Psicología del color
Después de haber vivido épocas tan complejas como la protagonizada por la pandemia del COVID-19, la gente reclama libertad y sentimientos positivos, optimistas. ¿Es casualidad el reciente éxito de las prendas coloridas con estos anhelos de la sociedad? Evidentemente no. La psicología del color dice que los colores influyen en las emociones y la conducta. De esta forma, tonalidades como el rojo, el amarillo, el verde o el fucsia generan en el cerebro de las personas sensaciones de felicidad y ayudan a escapar de los pensamientos negativos.

La psicóloga y socióloga Eva Heller publicó la obra Psicología del color: cómo actúan los colores sobre los sentimientos y la razón, entrando de lleno en la relación de colores y sentimientos. La investigación realizada por Heller centraba sus objetivos en descubrir cómo los colores y sus significados impactan de manera directa en nuestro cerebro, generando así determinadas sensaciones y formas de actuar.
La moda como reflejo del ser
Además de los colores, las prendas de ropa, junto al maquillaje e incluso los complementos que usamos nos autodefinen. Si nos paramos a pensar, vestimos prendas que nos hacen sentir cómodos y seguros de nosotros mismos. Nunca vamos a elegir algo que nos genera inseguridad, y mucho menos en una época en la que el autocuidado y el amor propio ocupan un papel tan protagonista. Partiendo de esta base, es imposible no pensar en la moda como un espejo se reflejan nuestra personalidad y sentimientos. Un ejemplo: cuando las mujeres queremos sentirnos poderosas y transmitir ese poder al mundo, nos pintamos los labios de rojo.
La moda es cada vez más diversa. Nos encontramos en un momento en el que hay millones de tendencias y de formas diferentes de vestir. Esto coincide de lleno con la diversidad social y su evolución, motivo que demuestra que la moda define épocas y sociedades. Si pensamos en el romanticismo, por ejemplo, todos trasladamos nuestra mente a los vestidos repletos de encajes y bordados, las mangas abullonadas y los corsés. Al igual que si pensamos en la actualidad, van a llegar a nuestra mente tanto imágenes en las que se combinan trajes con deportivas como otras protagonizadas por prendas extravagantes y complementos innovadores.

La evolución del ser humano lleva intrínseca la transformación del arte, de las formas sociales y del pensamiento. Y esto supone que, inevitablemente, la moda también se haya convertido en una parte constitutiva y definitoria de las personas, por mucho que algunos prefieran continuar entendiéndola como “vestir unas prendas u otras y desfilar en una pasarela”.