El teatro español ha traído a Madrid una de las obras cómicas más taquilleras de Londres: Shakespeare en 97 minutos. El centro cultural que ha acogido con mucho cariño este proyecto ha sido el Teatro Marquina (en la calle Prim, 11). Su estreno del 16 de octubre desencajó la mandíbula de todo el público. Puedes reservar entradas en el prime time del teatro: todos los viernes, sábados y domingos.
Su producción tan exitosa tiene nombre y apellidos: Beon Entertainment. La misma productora que gestiona los musicales más nostálgicos de la cartelera: El médico, Quién mató a Sherlock Holmes, El tiempo entre costuras, El principito, Los pilares y La historia interminable. Aunque ha decido apartar su especialización musical y abrir su telón a nuevas propuestas como Forever Van Gogh, que convive con Shakespeare en 97 minutos en el Teatro Marquina.

De qué trata Shakespeare en 97 minutos
Esta obra, valga la redundancia, resume todas las obras del dramaturgo William Shakespeare en tan solo 97 minutos. 37 obras narradas e interpretadas al estilo de Eminem en Rap God: sin pausa, con prisa y a la velocidad de la luz de Star Wars.
Esta pieza teatral, compuesta por Adam Long, Daniel Singer y Jess Winfield, ya traía muy buenas expectativas del extranjero. Durante 9 años se convirtió en el faro teatral de Inglaterra: quieto en el West End (conocido como Theatreland) y alumbrando a todos los espectadores a través de carcajadas.

Shakespeare en 97 minutos ha sido reformada y esculpida de nuevo por Sebastián Prada, a través de un humor más cercano y familiar al público español. Una combinación entre humor negro, absurdo y surrealista con juegos de palabras y adaptaciones a la actualidad cómica, como “¿un piquito” de Rubiales o “Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir” de Juan Carlos I.
Shakespeare en 97 minutos: una obra marciana
El contacto con el público y los trabajadores de la sala es el culpable de convertirla en una de las obras cómicas más inmersivas del teatro. Destaca la improvisación de los actores Martín Gervasoni, Diego Molero y Héctor Carballo, pero sin duda, sus mayores logros residen en sus memorias y ensayos. Diálogos tan rápidos, precisos y largos, que solamente un robot podría programarlos y reproducirlos. La velocidad de los gestos, movimientos, cambios de vestuario y palabras cortocircuitan el cerebro de los espectadores al ritmo de las risas.

En Shakespeare en 97 minutos predomina la comedia, pero hay momentos fugaces en los que se revindica la seriedad de sus obras a través de escenas metafísicas. En ellas se reflexiona sobre el propio ser de los personajes. Incluso la propia obra se sumerge en el metateatro o metaliteratura al puro estilo “Ser o no ser, esa es la cuestión”, ya que te explican cuestiones técnicas de las obras y del estilo de Shakespeare.
La epifanía del teatro español
Shakespeare en 97 minutos es una bocanada de aire fresco que necesitaba el teatro español para modernizarlo y atraer a un público más amplio. Una obra dirigida al entretenimiento, pero combinándolo con un fin lúdico. Las risas y enseñanzas se convierten en mejores amigos de esta obra. Un ejemplo de que el teatro sigue vivo y que llenar las salas no es un mito o una leyenda urbana.
