A menudo se olvida que África no es un país, sino un continente de cincuenta y cuatro Estados con historias, lenguas, sistemas políticos y economías muy distintos. Pese a ello, Occidente le sigue mirando como si fuese un solo bloque homogéneo
En el año 2050, la población africana pasará de 1.300 millones de habitantes a 2.500 millones, lo que la convertirá en un actor central en el juego geopolítico. China y Rusia lo saben y por eso se están acercando, peligrosamente, a ella mediante inversiones en infraestructuras y el intercambio de crudo.
La Unión Europea, en cambio, ha desplazado progresivamente su atención hacia otros frentes, como las guerras en Gaza y Ucrania. Además, durante la pandemia del coronavirus, la falta de cooperación y solidaridad desgastó, aún más, la relación.
Ante esto, la Unión Africana, una especie de Unión Europea en el continente, ha intentado convertir a África en un actor independiente capaz de resolver sus problemas y decidir su futuro: “soluciones africanas, a problemas africanos”. Y es que, precisamente, el origen de la fragilidad democrática del continente está en que, durante la época colonial, se han impuesto sistemas ajenos a las formas tradicionales de gobierno.
Democracia
La democracia africana pasa por un momento crítico. El retroceso democrático es evidente: golpes de Estado en Mali, Guinea, Sudán, Burkina Faso, Níger y Gabón. Sucesiones dinásticas en Chad o una sucesión de autocracias en Eritrea. En Níger, por ejemplo, el presidente Mahamadou Issoufou fue sucedido de forma democrática por Mohamed Bazoum quien, poco tiempo después, fue derrocado por un golpe militar.
Hoy, la mayoría de las repúblicas africanas mantienen los sistemas presidencialistas en la que “el ganador se lo lleva todo” y reprime duramente, al contrario. Esto no solo erosiona la confianza en la democracia, sino que favorece la violencia y polarización social. Según una encuesta de Afrobarómetro, solo el 44% de la población africana apoya una democracia en su país.

La Unión Europea ha intervenido, en numerosas ocasiones, con el objetivo de implantar sus valores democráticos en África. Sin embargo, las acciones son ineficaces y, en muchos casos, contradictorias porque terminan fortaleciendo a los regímenes autoritarios. Y es que la clave de una democracia fuerte es que surja de forma más o menos espontánea en esa sociedad: “soluciones africanas, a problemas africanos”. Es decir, Europa no solo debe actuar menos, sino mejor.

Economía
En cuanto a la economía, no es ningún secreto que África posee una gran cantidad de recursos naturales, pero esa riqueza no se traduce en prosperidad para su población. ¿La razón? El Estado se sostiene gracias a las exportaciones a empresas extranjeras y a las donaciones internacionales, por lo que no dependen tanto de los impuestos. A primera vista, esto podría parecer beneficioso. ero en realidad, sin impuestos, en lugar de responder ante sus ciudadanos, los gobiernos terminan rindiendo cuentas a estos terceros.


