“Vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”
La era de la información nos ha traído la posibilidad de acceder a todo tipo de contenidos de una forma fácil y cómoda. Sin embargo, a pesar de esta posibilidad que brinda internet, hay cosas que no han cambiado tanto respecto a siglos anteriores, donde la polarización y las tensiones ideológicas también dominaban el escenario político y la opinión pública.
A pesar de poder leer y escuchar todo tipo de opiniones, consumimos el contenido que refuerza nuestro punto de vista, nuestra realidad de las cosas.
Nuestra interacción con la realidad se basa en burbujas que vamos creando, rodeándonos de gente similar a nosotros, con pensamientos similares, vivencias y formas de vida parecidas. Nuestra visión de lo que es la realidad se encuentra limitada por esto.
Además, nuestros hábitos de consumo en internet también van estrechando esta burbuja, las cookies y los algoritmos que utilizan las redes sociales y buscadores van aprendiendo de nosotros, recomendándonos hilos de contenido similar al anterior, invisibilizando o no siendo conscientes de la otra información que podría ser relevante o curiosa.
Los sesgos de confirmación
Nuestro cerebro tiende a economizar y a ahorrar la mayor cantidad de energía posible, por eso aquellas opiniones o mensajes que encajan con información que ya poseemos u opiniones por las que sentimos simpatía suelen asimilarse mejor que aquellas otras contrarias a un pensamiento que nos hacen cuestionar lo aprendido. Pretendemos vivir en espacios de seguridad, seguridad de que la elección o la idea que tengo es la mejor en contraposición al resto.
Poca gente lee o consume un contenido opuesto a su forma de ver el mundo: un votante de derechas tenderá a leer de forma más frecuente el ABC que Público y viceversa. Sin importar o hacer una distinción entre qué información es más completa, exacta o menos parcial nos decantamos por quien esté más en sintonía con nuestra visión de la realidad. Somos endogámicos ideológicos, solo nos relacionamos con información, contenido y personas dentro del mismo círculo.
Lo preocupante de esta visión limitada es la deriva a la que puede llevar esto: la pérdida de autocrítica. Se tiende a ser más crítico y observador con lo ajeno, con lo de fuera, de ahí el popular refrán que dice que “vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.
Tener varios puntos de vista, en ocasiones contrapuestos, puede enriquecer la perspectiva y el debate, llegando a ser más constructivo. Todo lo contrario al escenario actual donde esta endogamia nos lleva a una polarización y a una cultura del bloqueo donde el debate dialectico a dado paso a la guerra.