La democracia de partidos centra todo en los candidatos
El próximo 23-J habrá en España Elecciones a las Cortes Generales, tanto al Parlamento como al Senado. Unos 37.466.432 electores serán convocados a las urnas para que elijan a sus representantes durante los próximos cuatro años. Sin embargo, la campaña y los debates se centran en estimar cuál de los dos candidatos de los principales partidos políticos, PSOE y PP, llega a la presidencia del gobierno.
Pedro Sánchez o Alberto Núñez Feijóo, así es como se han planteado las Elecciones Generales. Una dicotomía que no debería tener sentido en un sistema parlamentario como el español. Nuestra constitución recoge que son los ciudadanos quienes elegirán a sus representantes, de forma directa y democrática. Sin embargo, no se menciona en ningún lado que los electores sean los que escogen al jefe de gobierno. En España esta tarea le corresponde al Parlamento, son los diputados quienes por medio de su confianza y su voto decidirán quién es el presidente de la XV legislatura.
Se puede afirmar que los españoles no eligen al presidente de la nación, o por lo menos de forma directa, ya que son los representantes que han elegido en los comicios quienes toman la decisión por ellos. Por esta razón, tras la votación se tiene que celebrar una sesión de investidura y también porque existe la figura de la cuestión de confianza y la moción de censura en el sistema político español.
La partidocracia desdibuja los límites entre instituciones
Aunque sobre el papel estos conceptos están claramente perfilados, en la práctica las líneas se desdibujan o se retuercen. Esta precampaña puede servir de ejemplificación para ver como en vez de estar antes unas Elecciones Generales al Parlamento, pareciese que estuviéramos en unas elecciones presidencialistas. Dos opciones Sánchez o Feijóo que se esfuerzan en sus batallas discursa como las opciones más viables para gobernar. Sin embargo, poco se conoce sobre de las personas que van a representar y encarnar la soberanía popular, que van a elegir en nuestro nombre durante cuatro años, por no decir que en la mayoría de los casos ni se les pone cara.
El líder del partido es quien centra el foco de atención y sobre quien orbita todo, también la persona que manejará e impondrá la disciplina de partido durante la legislatura. De esta forma, el cometido de los representantes pierde su naturaleza: hablar por la ciudadanía. Una vez constituidas las cámaras y el gobierno, los parlamentarios se plegarán a las directrices del partido, sin importar su opinión sobre si las medidas debatidas son o no beneficiosas. Esto es para lo que votamos el próximo 23-J.