Los políticos despliegan durante esta campaña electoral todas sus armas comunicativas,
El camino hacia el poder ha estado relacionado con la fuerza armada. En la actualidad, esto continúa siendo en gran medida así: la guerra de Ucrania, la toma del poder por los talibanes en Afganistán, son solo un ejemplo. Sin embargo, aunque la fuerza fruta allana el camino hacia el poder, por sí mismo no sirve para mantenerlo, este solo puede retenerse creando un discurso, un relato compartido. En las democracias consolidadas la palabra suele ser la vía tanto para llegar a gobernar como para mantener su presencia en las instituciones políticas.
El ejemplo donde mejor se puede ver el poder que tiene un discurso para copar el poder son en unas elecciones. En España, hemos asistido durante las últimas semanas a todo un despliegue discursivo de los diferentes candidatos políticos que se postulan para ser elegidos en las próximas elecciones autonómicas u municipales del día 28-M.
Cada uno de los partidos políticos utiliza una estrategia comunicativa diferente, enfocada y adaptada a su perfil de votante. Estrategias basadas en el miedo o en la esperanza son frecuentes en durante estas batallas dialécticas. Esta llamada a las urnas no es una excepción.
La estrategia del cambio y de la experiencia
Una de las estrategias más usuales es la de posicionarse como el motor del cambio: el cambio necesario para los ciudadanos, el futuro y la esperanza. Por lo general, este discurso suelen usarlo aquellos candidatos que están en la oposición o que aspiran a entrar en las instituciones, como formaciones políticas nuevas. El relato suele centrarse en contraponer el futuro -un futuro prometedor- frente a un pasado duro. Los candidatos que deciden encarnar este rol suelen diferenciarse de aquellos otros que se encuentran en el poder, o que lo han ostentado durante mucho tiempo.
Por otro lado, es común que los partidos que gobiernan emplean la estrategia contraria, apelando a la experiencia, a su gestión y a la seguridad frente al cambio incierto. En estos discursos el cambio suele representarse como algo negativo, como peligroso.
Crear un enemigo común
En toda buena historia siempre hay un héroe que tiene que superar y hacer frente a obstáculos difíciles para enfrentarse a un enemigo. En estos discursos siempre hay un ellos frente a un nosotros. Por un lado, el ellos encarna todo lo negativo y desagradable. Por otro lado, el nosotros representa la unidad, los valores compartidos, siempre se relaciona con emociones y sentimientos positivos.
Con estas narrativas se va construyendo al líder político, como un miembro entre nosotros, que nos conoce y le preocupan las mismas cosas, un igual al que poder seguir y en el que confiar. También se confecciona al adversario, en muchas ocasiones enemigo. Esta persona se suele plasmar como alejada de la realidad, de todos, en una burbuja de privilegios. En situaciones algunos casos incluso se llega a demonizar al oponente, rozando la deshumanización.
Sin importar de que partido político sean los candidatos: Partido Popular, Partido Socialista, Unidas Podemos o Vox, todos emplean estas estrategias adaptándolas a sus votantes. Ya sea la “alerta antifascista” o “el comunismo o libertad”, estos discursos son compartidos y se van adaptando dependiendo del contexto y del momento.