Representando el 10% de la población mundial, la UE ha reportado 1,2 millones de casos de cáncer en 2020. El gran problema que supone el cáncer en nuestra sociedad está consumiendo vidas, recursos y esperanza. Sin embargo, la investigación está volcada en una nueva técnica que se convertirá en habitual en hospitales, vida pública y medios de comunicación en los próximos años: la terapia CAR-T.
Por sus siglas en inglés, la terapia CAR-T se refiere a un tipo de terapia celular con receptores quiméricos de antígenos (CAR). La letra T viene de las células sanguíneas con función de defensa: los linfocitos T. En líneas generales, lo que consigue esta terapia es modificar los linfocitos T genéticamente para que sepan reconocer el tumor y puedan deshacerse de él siguiendo los mecanismos inmunitarios necesarios.

Una de las cuestiones difíciles al abordar un tumor es que este sabe burlar nuestro sistema inmune. Se hace invisible a él y nuestro cuerpo no lo combate. Entrenando a estas células y diciéndoles dónde tienen que atacar conseguimos crear una terapia personalizada. Supera así a la afamada quimioterapia, que daña cualquier tipo de tejido matando todo a su paso. Mientras que la quimioterapia bombardea tus tejidos y, con algo de suerte, destruye al enemigo, la terapia CAR-T es ese espía infiltrado que sabe qué tecla hay que tocar para acabar con el tumor.
Los pasos a seguir son sencillos para el paciente. Primero, debemos sacarle sangre para conseguir sus propias células T. Una vez extraídas y aisladas, debemos modificarlas para que pasen de ser células T a células CAR-T. Específicamente, les hacen modificaciones genéticas para que sepan reconocer unos antígenos que solo presentan las células tumorales y no las sanas. Los antígenos son, por tanto, las cartas de presentación de las células. Son pequeñas proteínas que se ubican en las membranas celulares y les dicen a las demás quiénes son. Las células cancerosas falsifican este DNI y presentan unas credenciales distintas a las sanas. Los científicos del laboratorio, sabiendo esto, les inducen a las ahora células CAR-T ese conocimiento para que sepan reconocer a las enemigas y acaben con ellas.

Tras este acondicionamiento genético, las células CAR-T se cultivan para introducirle al paciente bastantes más de las que se le sacaron. Y, una vez infundidas, nuestras espías ahora sí que reconocen al cáncer. Inmediatamente, alarman a nuestro sistema inmune hasta que se termina exterminando el tumor.
Este tratamiento se convierte en un tratamiento “vivo”. Aunque de momento la EMA (Agencia Europea del Medicamento) solo lo ha aprobado para muy pocos tipos de cáncer sanguíneo, la investigación continúa. El avance para ver este tratamiento en tumores sólidos sigue su curso. Los científicos intentan desenmarañar el complejo mundo antigénico, ese DNI de las células. Esto daría con la clave para distinguir entre las células sanas y patológicas y abriría del todo el campo de la terapia CAR-T. Con paciencia e investigación, el tratamiento del cáncer se verá reforzado hasta estadios impensables hoy día.