Andrés Ortiz Tafur vuelve a publicar bajo el título Los últimos deseos, un recopilatorio de artículos breves
El pasado 8 de septiembre Andrés Ortiz Tafur nos regaló un recorrido por sus más profundos pensamientos con un nuevo libro: Los últimos deseos. En él realiza un viaje reflexivo por cada una de las preocupaciones presentes en una vida que se yergue difícil.
A lo largo de 200 páginas y más de 80 artículos breves Andrés sumerge en un diálogo interior pues recorre desde el amor o la muerte a la pandemia o la política. Se percibe el reconocible tono del autor que ya veíamos en anteriores publicaciones como en El agua del Buitre. Todo aquello que pueda ser considerado una piedra en el camino tiene hueco para Andrés. Podría decirse que es “la crónica, a fogonazos, de un recomienzo”, tal y como describe Ernesto Calabuig (crítico literario y autor del prólogo). Una oda a las pequeñas cosas que ya se percibe en la portada.
La España Vaciada
En estos textos hace alusión en numerosas ocasiones a la tierra donde ahora vive, en artículos como Santiago-Pontones, Descubre Santiago-Pontones o Cortijo Viejo. Partiendo de una aldea como Cortijo Viejo y un pueblo con menos de 3000 habitantes, Santiago-Pontones (municipio de la Sierra de Segura, Jaén) vemos una representación cercana, clara y sin rodeos de la “España Vaciada” (término creado por Sergio del Molino, el cual comenta el libro en la contraportada) :
“Una España vacía en el interior del vacío que genera el olvido de las distintas administraciones y navegando -no obstante- en el hermoso desamparo que provoca saber que Dios, de pronunciarse, lo bautizaría fijo, seguro, sin duda, como el lugar más mágico del mundo”
La esencia de lo rural
En artículos como Lunes rural o The games of love se cierne una crítica al desenfreno cosmopolita frente a la quietud de la naturaleza más pura, ambas desde un formato de narración muy literario: “Pero nos basta con alzar la cabeza para divisar el universo. Y lo más importante: tenemos la costumbre de decirnos hola y adiós”, descubre Santiago-pontones.
¿Somos realmente conscientes de lo que significa separarse de todo aquello que dábamos por supuesto? Tafur no solo plantea ello, sino que da un paso más allá y nos acerca a cuanto de esta vida puedes sacar en positivo. Valora en todo momento la decisión que tomó al mudarse allí, que aun con sus dificultades (que no invisibiliza) le merece la pena con la presencia de personas como su vecina Mari (mencionada en Vecino de Mari o Cortijo Viejo), el silencio abrumador, la nieve acumulada en tu puerta o esa silla donde sentarse a observar.
La serenidad que aporta la vida en el campo está presente continuamente, aunque esto también lleva a una introspección que asusta, pues trae a flote aquellos miedos que se intentan evitar en la urbe pero que en “la nada” es imposible no pensar, como cuenta Ernesto Calabuig en el prólogo: “También se presentan, como fantasmas amigos, los recuerdos que nos abordan cuando logramos la calma y el silencio”.
Una crítica de lo más actual
Al tratarse de un recorrido por la actualidad no ha podido faltar la crítica política ante estos últimos tiempos. Llama la atención percibir como cronológicamente el autor primero “rezaba” porque la situación pandémica nos uniera y cómo de forma gradual se va percatando de la imposibilidad de ello en un mundo individual y egoísta: “Pese a que el trofeo consista en la vaga satisfacción que origina la desdicha ajena” (El futuro ya está aquí).
En artículos como Coronavirus, Sin miedo , Hijos de puta IV o #Quédateencasa todos vemos reflejada una realidad que aún persiste. Pero el desencanto con la política no acaba con la pandemia ya que abarca mucho más en Greta vs Jesús, Queridos políticos o Cataluña, Vox y los Eres. La empatía por la situación de la mujer también tiene cabida en este libro, como “016” que ha sido recordado por sus lectores en el día de ayer, 25 de noviembre, día contra la violencia machista.
Introspección
El paso del tiempo siempre tiene cabida cuando miras en tu interior, pues ¿a quién no le asusta como se volatiliza sin apenas percatarnos? El envejecimiento en Nuestros muertos o los recuerdos en Corazón de tiza son un claro ejemplo: “Me pregunto dónde irá el tiempo que vivimos y olvidamos porque al poco otro suceso lo resuelve superfluo”. Aunque esta introspección a veces se vuelve imposible ante días como el descrito en La nada donde no sabemos catalogar nuestros sentimientos y solo queremos que el día se torne en noche.
El autor deja caer, entre texto y texto, los recuerdos del ayer: su madre, su infancia, su vida en Úbeda, en Linares, los domingos sin sentido, los lunes sin ganas… Uno no puede mirar en su interior sin que la nostalgia de lo vivido le abrume, sin que los futuros cambios le asusten. Tafur es capaz de transportarte a tus propias experiencias a través de la narración de las suyas, una de las cualidades más bonitas y preciadas de la buena literatura, que el lector se sienta reflejado en el “yo” que narra.
La literatura de lo cotidiano
“En este mundo, a los hallazgos y visiones solo podemos llegar o acceder a través de un viacrucis”
(Ernesto Calabuig)
No se trata de la mejor literatura aquella con palabras rocambolescas y rimbombantes que te ocasiona quebraderos de cabeza, ni aquella que estéticamente te eleva a la intelectualidad más elitista, tampoco diría que es esa que te hace sentir un ser miserable. Los mejores escritos son aquellos que por medio de la cotidianidad, la reflexión, la ironía, la desgracia, los pequeños placeres o el silencio son capaces de hacerte sentir que las puertas de tus recuerdos se abren. Las mejores palabras son las que te hacen replantearte todo lo que ya dabas por supuesto o las que te reafirman la belleza que tiene el café al mediodía, un beso en la mejilla a tu madre, el piar de los pájaros en tu ventana o la mirada de esa persona especial. En definitiva, la literatura que te marca, entre la que se encuentra Los últimos deseos de Andrés Ortiz Tafur.