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Muerte a cambio de belleza: la tuberculosis cómo canon

Las aspiraciones artísticas del Romanticismo marcaron un ideal peligroso que puso al límite la seguridad física de la población de la época

Los síntomas de extrema delgadez y palidez se convirtieron la aspiración femenina de la primera mitad del siglo XIX. Además, el delirio que la enfermedad traía consigo en sus últimos momentos fue considerada cumbre la inspiración artística, haciendo que fuera la máxima aspiración de los artistas románticos.

Es un hecho que los cánones de belleza femeninos han evolucionado a lo largo de los años, y lo que gustaba tiempo atrás no tiene nada que ver con las aspiraciones de la actualidad. Pasando desde la mujer con curvas de los años 50 a la delgadez extrema de las modelos de principios de los 2000, hemos comprobado que estar a la altura en todo momento es misión imposible. Sin embargo, la presión de verse de una determinada manera siempre ha estado ahí, por lo que, ¿hasta qué punto ha sido capaz la sociedad de llegar para alcanzar estos estándares? 

Durante la primera mitad del siglo XIX, la época dorada del romanticismo, la entonces denominada “tisis” se encontraba en su época de mayor apogeo. No existían aún los antibióticos, y las personas que la padecían se desgastaban poco a poco hasta una inevitable muerte. Lejos de ser vista como una enfermedad letal, las clases más altas se abrazaron a sus síntomas alabando el aspecto físico que provocaba, y aspirando a él. 

Palidez y uso de corsés: las mujeres y la enfermedad

Los síntomas de fiebre y debilidad dejaban una palidez en la piel que era admirada en la época, junto con una extrema delgadez provocada por la falta de apetito que producía la enfermedad. Esto iba acompañado de unos ojos brillantes, labios rojos, cabello fino y sedoso, y unas mejillas bastante sonrosadas, síntomas que hoy se conoce que provoca la fiebre. Todas estas cualidades juntas hacían que otras, como la fuerte tos o una potencial muerte, no cobraran tanta relevancia en el imaginario social. 

Las mujeres más pudientes pretendían identificarse con este canon, por lo que  trataban de imitar a las pacientes de tuberculosis. En ese momento se popularizaron los corpiños excesivamente ajustados, el polvo de arroz para simular palidez, y el uso de colorete. Esto llegó a un punto en el que se afirmaba que una mujer era bella si se consideraba que tenía una fuerte predisposición a contraer la enfermedad. Este estándar de belleza se vio reflejado en obras artísticas como la ópera La Traviata de Giuseppe Verdi, en la que mediante el espíritu romántico de la época se explota este canon dejando a un lado los claros efectos efectos negativos de la enfermedad y abrazando lo que era considerado bello en la época. 

La muerte por tuberculosis era vista como una meta por los artistas

Además de marcar el ideal físico, la tuberculosis provocaba fuertes delirios en sus estadíos finales, y esto se asoció directamente con la máxima expresión de la creatividad. La enfermedad era vista como una liberación, y el abandono hasta contraer la enfermedad era una meta  la que aspiraban. Esto cobró tanta importancia que recibió el nombre de  “la dolencia de los poetas”, ya que la mayor aspiración para los artistas románticos era fallecer a causa de esta enfermedad. Algunos ejemplos son el español Gustavo Adolfo Bécquer, que falleció a los 34 años, o el compositor italiano Amedeo Modigliani que falleció con 36. 

En 1882 el médico Robert Koch descubrió que, al contrario de lo que se había pensado, la enfermedad no era causada por el ambiente o porque ciertas personas tuvieran tendencia a contraerla, sino que esta era contagiosa. No fue hasta este momento que la tuberculosis dejó de ser algo de buen ver entre la sociedad de las clases más altas, generando por primera vez miedo real a contraerla. Esto hizo que las modas de la época cambiaran a la par que la percepción de la enfermedad. Las faldas largas fueron las primeras que sufrieron una transformación, ya que al ser arrastradas por el suelo era probable que llevasen la enfermedad de la calle a las casas, por lo que se acortó su longitud. A su vez, los corpiños se comenzaron a fabricar con un material más flexible para de esta manera prevenir posibles enfermedades corporales. También influyó en los bigotes de los hombres, que se vieron recortados debido a que podían ser un canal de transmisión. 

 

 

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