La ilógica sorpresa de enamorarse
El 11 de agosto de 2023, Prime Video estrena la esperada adaptación de Rojo, blanco y sangre azul. Bajo el mismo título, durante dos horas, los espectadores podrán disfrutar de una historia de amor que evoca a los clásicos de la comedia romántica, con un giro esperado y moderno.
‘Y así fue como la princesa y el príncipe fueron felices para siempre’. Muy bonito y muy romántico. Un final feliz que, sin embargo, dejaba a muchas personas con una sensación extraña. Conforme se avanzaba en la niñez y se repetían esas historias empezaban las preguntas internas. ¿Qué pasaba si siendo un chico querías ser el rescatado por el príncipe? ¿Y si querías ser el príncipe, pero rescatar a otro chico? ¿Y si una chica quería ser la princesa que rescata?. Tantas variedades y versiones en un mismo cuento contado de diversas maneras. Mil príncipes y princesas, reyes, reinas, costureras, plebeyos… Todos los finales iguales, la boda entre un chico y una chica.
Y colorín colorado, algo ha cambiado
Todo se extrapolo al cine y la televisión. Historias modernas de amor donde el chico que quería a otros tenía suerte si decía más de dos líneas en todo el largometraje. Frases que solamente se centraban sobre la vida romántica de la protagonista en un tono jocoso y sarcástico. No obstante, los años pasaron y, aunque cuesta, y parece que mucho, a veces sale una joya que hace mantener la esperanza de que la sociedad avanza. Por fin, parte de un colectivo, puede verse representado en formato comedia romántica, como las que en su época fueron tan queridas y han pasado a ser clásicos del género. Es el caso de Rojo, blanco y sangre azul.

El 14 de mayo de 2019 se publicó la novela homónima, escrita por Casey McQuiston (One Last Stop, He besado a Shara Wheeler). La novela fue y es todo un éxito. Por ejemplo, The Nerd Daily escribió que era ‘una joya absoluta’, haciendo hincapié en el ‘cuidado exquisito’ que ponía la autora en la creación de sus personajes. Tres años más tarde, algo más alejada de la novela, pero con la misma estructura principal, da el salto a la pequeña pantalla.
La película nos pone en el contexto de Alex Claremont-Diaz (Taylor Zakhar Perez, The Kissing Booth 2, Minx), hijo de la presidenta de los Estados Unidos. En un viaje a Londres como representante de la familia a una celebración real, ocurre un altercado entre él y el príncipe Henry (Nichola Galitzine, Purple Hearts, Jóvenes y brujas). A partir de ese incidente, los dos enemigos se tendrán que ver obligados a pasar más tiempo juntos hasta que el suceso se olvide y las aguas se calmen. No obstante, lo que empieza como una obligación, transforma a los dos protagonistas y pone en juego todo y a todos los que creían conocer. Al fin y al cabo, no hay nada más británico que un escándalo real.
Algo nuevo, algo conocido
Las diferencias entre la novela y la película son notables, pero entendibles. En dos horas, tanta información desborda y cojea. Sin embargo, han cogido lo esencial que querían enseñar, la evolución de la relación entre Alex y Henry, y todo lo que conlleva. Ahora, hablando de la película como un ente separado del libro, funciona perfectamente. Es una comedia romántica en toda regla, con todas sus características y clichés.
Es una situación prácticamente utópica, pero esperanzadamente realista. Tenemos un enemies to lovers (un tópico muy socorrido últimamente donde los personajes pasan de odiarse a amarse) que consigue sacar alguna que otra sonrisilla y lágrima por aquí y allá. Sus reminiscencias a películas como El príncipe y yo (Martha Coolidge, 2004) o Una hija diferente (Forest Whitaker, 2004) la hacen familiar y acogedora.

A eso ayuda la forma desenfadada, el humor y la ambientación, además de los personajes y actores que conforman el elenco, perfectos para cada uno de los papeles asignados. Entre ellos podemos encontrarnos a Uma Thurman (Kill Bill, Pulp Fiction), Sarah Shahi (Alias, Sexo/Vida), Rachel Hilson (Love, Victor, This Is Us), entre otros, que plasman la personalidad de los personajes y los hacen dinámicos, atrayentes y personas por las que podemos empatizar y sentir cariño, por muy poco que salgan en pantalla.
La belleza del amor
En relación a los actores principales y sus personajes, la película recibió varias críticas durante el rodaje por las posteriores imágenes que salieron, pues los tachaban de que su química era inexistente. Ya sea que las fotos no hacían justicia, o por cualquier otro aspecto, en la película demuestran en cada una de sus escenas que no es así. Tanto Zakhar Perez como Galitzine hacen un trabajo espléndido que, junto con los demás profesionales, dejan escenas y planos hermosos, con una potencia conmovedora que te lleva al borde la lágrima.
Todo ello es ayudado porque la cinta se toma en serio en su justa medida, sabiendo lo que se hace. Una semana antes de su estreno, se estrenaba en Netflix la segunda temporada de Heartstopper (Alice Oseman, 2022-Actualidad). La célebre serie de la plataforma es característica por su sana y extremadamente bucólica y rompedora forma de representar el colectivo y la relación de la pareja principal. Rojo, blanco y sangre azul sigue la línea de esta serie.
Sigue el mismo camino en el sentido de que la diversidad y, sobre todo, la inclusión, no se toma como elemento dramático o recurso narrativo. En los 2000 la chica y el chico, por ejemplo, se enamoraban y había un conflicto por el deber de él y el orgullo de ella, o viceversa. En este caso, de forma orgánica, la sexualidad puede entrar en el espectro de los conflictos que pueden tener, pero más por la sociedad y el sistema rígido y anticuado en cuyo contexto se basa la obra. No pecan de trivialidad, es intrínseco a la existencia de los personajes y su trama y desarrollo vital.

La relevancia del qué y el cómo
La película es consciente de la importancia que tiene la representación de los protagonistas y su amorío. Al igual que la serie mencionada, se desliga de la obscenidad y la toxicidad con la que se representaban las relaciones entre hombres en muchos casos. Comentando a grandes rasgos para no hacer spoilers, la cinta representa una relación sana y emotiva. Se habla y se mantienen relaciones sexuales consentidas, donde hay amor y confianza. Lo picante se mezcla con lo romántico en un cuadro de bienestar emocional y sentimental en escenas que quedarán para siempre en tu retina.
No obstante, no sólo nos encontramos con la relación principal. Los demás personajes interactúan en la realidad de los dos protagonistas. Más allá de los conflictos, el dramatismo y el salseo, nos dan diálogos y comentarios necesarios. Muy alejados de ser forzados, se nutren entre ellos para desplegar una cinta preciosa, divertida y romántica, en cuya sencillez se encuentra lo épico.
Es por ello que, como antes se mencionaba, es lógico que eliminen ciertos aspectos de la novela. Así, el foco se centra en la mejor forma de contar la historia que se quiere transmitir. Aunque puede que haya alguna decepción, los espectadores pueden encontrar una película desenfadada. Un lugar seguro al que recurrir cuando la vida haga de las suyas y se necesite una pausa y depuración emocional.

Ladrillo a ladrillo…
Aún queda mucho camino que recorrer. Lo que empezó con Love, Simon (Greg Berlanti, 2018), sigue el legado en cintas y series que he mencionado, pero debe irse más allá. No dejar de lado al resto del colectivo. Cuando se represente, crear obras como Rojo, blanco y sangre azul, no melodramas cuyo resultado final es la reafirmación perjudicial de que no ser hetero y normativo es el sufrimiento perpetuo. Comedias, películas de acción, etc. que normalicen la realidad en la que vivimos, sin olvidar lo que las hace ser ellas.
De esta forma, Rojo, blanco y sangre azul es el perfecto ejemplo. La comedia romántica del verano, y del año. Una película cuyo objetivo, entretener, evadir y reflejar, cumple a la perfección.