La historia de una mujer que emigró siendo una niña y descubre que el pasado y todo lo que dejó atrás está más presente de lo que pensaba
El destino, tan acertado como caprichoso, es aquel lugar de confort donde refugiar las desdichas de la vida, o los malos pasos de un camino que termina en un lugar al que no esperabas llegar. Y si bien este cajón a medio cerrar puede resultar reconfortante, siempre llegará el momento en el que rebose, y culpes al destino por aquello por lo que antes te sentías afortunado. Vidas pasadas es la ópera prima de Celine Song, una historia que juega con el azar del destino y la búsqueda del deseo en una historia sobre el (des)amor.

«Si dos desconocidos se cruzan por la calle y su ropa se roza por casualidad, es porque han pasado 8.000 capas de in-yeon entre ellos», una señal de que se han encontrado en vidas pasadas, y que tienen una vida predestinada (que no necesariamente juntos). Hace 24 años, Nora (Greta Lee) abandonó Corea siendo una niña, y con ello a Hae Sung (Teo Yoo), su amigo de la infancia. Doce años después se reencuentran gracias a Internet. Ahí ambos ya no son los mismos, pero de esas interacciones en línea ya nace un lazo que, difícilmente, se romperá. Años después él decide ir a verla, a sabiendas de que no pueden estar juntos. Ella está casada con Arthur (John Magaro), con quien ha hecho su vida en Nueva York. El reencuentro y la complicidad entre ambos despierta algo que se tomaba por dormido, pero ¿qué hacer cuando sus caminos están separados?
Emoción sin conflicto
Vidas pasadas ha sido una de las películas que más me han estremecido de este año, y lo consigue a través de un diálogo sosegado, sin gritos y una historia sin dramas. Una película que si bien podría referenciar lo ya visto en Historias de un matrimonio (2019), de Noah Baumbach, consigue alejarse de la emoción conflictiva dónde un triángulo amoroso siempre conduce hacia el enfrentamiento. «No voy a decirte si puedes verle o no», es la respuesta de Arthur, el marido de Nora y el tercero en discordia, una respuesta que se aleja de los puntos que siempre se han recreado en las historias de tres, convirtiéndolo en cariño, comprensión y entendimiento, pilares fundamentales para entender esta historia.

7.999 capas de in-yeon…
Lo desgarrador de la película es la realidad en la que se coloca. Ella podría volver a su país, o él mudarse a la gran ciudad y tener una vida juntos, casarse y tener hijos… Pero en Vidas pasadas no hay una historia de cuento ni un final de película, sino una muestra de una realidad ficcionada en la que los protagonistas se agarran a una fantasía para encontrar un mínimo de confort, porque pensar que todavía quedan capas de in-yeon por cruzar y vidas en las que encontrarse es más reconfortante que aceptar la resignación del destino que, de una forma u otra, has escogido.
Inspirada en las propias experiencias de la directora, Vidas pasadas se estrenó el pasado uno de noviembre en las salas de cine y tiene todas las papeletas para ser una de las nominadas en la próxima edición de los Oscar a mejor película extrajera.