La aventura de querer vivir
Salamandra Graphic publicaba el pasado mes de octubre El viaje de Shuna, una novela gráfica ilustrada en acuarela por parte del maestro del cine de animación japonés Hayao Miyazaki. La obra, publicada originalmente en 1983, ha tardado 40 años en salir del territorio asiático, y nos recuerda que lo más sencillo no es siempre lo más simple.
Miyazaki es un maestro del relato, del cuento, de la fábula. Sus películas (El castillo Ambulante, Mi vecino Totoro o La princesa Mononoke, entre otras) tienen el sello único. El sello-Miyazaki. Un sello que te transporta a la niñez, a esa imaginación infantil en la que todo es posible. De pronto, eres un aviador italiano convertido en cerdo tras un hechizo durante la Italia fascista de principios del XX; o una niña heredera de un reino que existe en una isla flotante; o, como es el caso, el príncipe de un país empobrecido que parte en busca de unas semillas que auguras sacarán a tu pueblo de una próxima inanición.
Puede que conozcas ya la mente detrás del genio, o puede que no. Puede que seas un fanático de las películas de Estudio Ghibli o, por el contrario, todas te suenen a un cuento chino. Pero El viaje de Shuna es más que una historia nipona a la que cerrarte por desconocimiento. Es una invitación. Una invitación a la infancia, a la magia y a la aventura.
El viaje como fin
La historia de Shuna no es otra que la de una antigua leyenda tibetana, El príncipe que se convirtió en perro, historia que el propio Miyazaki quería adaptar en una de sus películas, pero que al final no tuvo éxito, convirtiéndola en el libro que tenemos ahora. Ambas historias giran en torno a un príncipe quien, tras descubrir la existencia de unas semillas mágicas, se embarca en una aventura en busca del divino grano, con el fin de erradicar el hambre de su pueblo.
El manga (o, si lo prefieres, emonogatari, un término japonés que acuña esas historias ilustradas auto-conclusivas) se siente único por la ausencia en casi su totalidad de bocadillos de diálogo. La acción se desarrolla a través de las ilustraciones y algún que otro texto de apoyo que narra la historia. El viaje de Shuna se publicó en Japón en 1983, y no ha sido hasta ahora que este bello relato ha llegado a occidente, de la mano del sello editorial Salamandra Graphic.
Como recalca en su epílogo, Miyazaki se enamoró por completo de la leyenda tibetana al verla como una historia nacida de la gratitud de los tibetanos hacia los cultivos que les sostienen. Importa así la relación del ser humano con la naturaleza, un tema universal en la obra del animador nipón. La naturaleza da, pero la naturaleza también quita si no se la cuida. La tierra es un ser divino, una especie de dios. Otra constante de su obra es la de un joven héroe, a medio paso entre la niñez y la adolescencia, enfrentado a un viaje, a una misión, en aras de un bien mayor.
En El viaje de Shuna, Miyazaki parece hacer una denuncia a la economía del consumo imperante hoy en día, que ya se dejaba ver a finales del siglo pasado. Esto lo hace introduciendo el tema de la esclavitud. El consumo, los bienes que esta sociedad trata, son los humanos. Seres humanos son esclavizados y vendidos a los dioses que custodian las semillas mágicas que busca nuestro protagonista. La sociedad prefiere llevarse por delante a sus iguales si eso asegura la producción masiva.
Shuna no es el único protagonista de la historia. Al poco de comenzar su viaje conoce a Thea, una de esas jóvenes esclavas que cuida de su hermana pequeña. Thea es el prototipo de protagonista femenina que encontramos en la filmografía de Miyazaki. Es un personaje firme, cuyo poder reside en la bondad y en el buen carácter. Valores puros en una sociedad contaminada, que hacen de aquella que los posee la persona más sincera de toda la obra.
El genio que hay detrás
El viaje de Shuna tiene todos los elementos característicos del cine del autor. Nacido en 1941, Hayao Miyazaki es el director y escritor de joyas de la animación japonesa, como son Nicky, la aprendiz de bruja o El viaje de Chihiro, con la que ganó el Óscar a Mejor Película de Animación en 2003. Mientras escribía e ilustraba el manga, Miyazaki ya se encontraba inmerso en la creación de Nausicaä, película cuyo pelotazo le permitió fundar Studio Ghibli en 1985.
Su última película, El chico y la garza, se estrenó en cines españoles en noviembre del año pasado, poco después de la publicación de El viaje de Shuna. La película ha sido nominada a Mejor Película de Animación en la 96.ª edición de los premios Óscar, que tendrá lugar durante la madrugada del 11 de marzo de este mismo año.
El viaje de Shuna es la pieza que faltaba para completar el puzle que es la cabeza del autor. Un mágico relato con unas preciosas ilustraciones a todo color que augura del poder que tienen las personas para ser el cambio y que, pese a ser algo sencillo, no es algo fácil.
