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Del parque a la Luna | Walls salta al rock en su nuevo disco

Walls se atreve con el rock en un nuevo disco cargado de sorpresas

Apenas dos años después de su primer disco, Los Niños del Parque, Walls presenta Luna 18, su segundo álbum y una declaración de intenciones en todos los sentidos. Desde que el joven artista dejó de lado su carrera en el freestyle y apostó por su música todo ha sido evolución.

Comenzó con canciones cercanas al rap, aunque al abandonar el circuito de las batallas de gallos, y con el lanzamiento de su EP debut 38º, viró hacia un estilo mucho más poprock. Tras varias colaboraciones llegó Los Niños del Parque, un disco con esencia y que supo encontrar el equilibrio entre sus influencias más guitarreras y la línea pop que venía haciendo últimamente. Luna 18 refleja un paso más en este crecimiento personal y artístico de Walls, que con 23 años ha conseguido hacerse un nombre en el panorama nacional a través de trabajo y fe en su proyecto.

Este disco es diferente en muchos aspectos a su predecesor –sobre todo en producción–, pero también cuenta con varios hilos que lo unen a él de un modo que pareciera querer establecer cierta continuidad entre ambos. De hecho, me atrevería a decir que Luna 18 es una suerte de transición hacia una versión que todavía no hemos visto del murciano. De los 12 temas que componen el álbum hay varios que podrían haber formado parte perfectamente de Los Niños del Parque y otros que ni por asomo se les lograría siquiera relacionar. Por todo ello, vamos a comentar el disco en profundidad.

Foto promocional de Walls | Fuente: Instagram (@wallsssssss)

Tema a tema

La canción que abre el disco, Quédate, mi corazón, es un punto medio entre este LP y el anterior. Por otro lado, también sirve para hacerse una idea de lo que van a ser los temas siguientes, al menos en líneas generales. La batería tiene un sonido mucho más agresivo de lo que nos tiene acostumbrados, más aún en medios tiempos como este. También se aprecia un trabajo mucho más exhaustivo en la voz tanto por parte de Ginés como de Pablo Rouss, que produce prácticamente todo el disco.

Otra mitad es la primera sorpresa que nos encontramos, un riff macarra da la bienvenida a una voz acorde y una batería que acompaña simple pero efectivamente todo lo anterior. Los cambios de flow junto al modo en el que la guitarra se desenvuelve a medida que el tema trascurre logran que este se pase rápido entre estribillo y estribillo – que, por cierto, es pegadizo como pocos y se enriquece de la decisión de entonar más atrevidamente que nunca –. Lo que más llama la atención de este track es posible que ni siquiera sea lo cercano que es al rock, sino el puente que da paso al último coro, que es estrictamente guitarrero y novedoso en el mainstream.

Influencias

Seguidamente tenemos NÁPOLES, cuyo riff principal recuerda en cierto modo a Arctic Monkeys. Si bien este tema tiene un ritmo mucho más bajo que el anterior, la tendencia es la misma. La estructura es sencilla y se alimenta de los cambios de cadencia marca de la casa del murciano. Como en Otra Mitad, la guitarra es fundamental para que el tema camine y destaque frente a las demás. Una noche más, por el contrario, es bastante más reconocible en la carrera del artista y muy cercana a LNDP. Lo más destacado es sin duda la participación de Bruses y la voz, que por momentos alcanza unos registros agudos que demuestran el trabajo de Walls por cantar cada vez a un mayor nivel.

Carátula de Luna 18 | Fuente: https://www.d2fy.es/products/walls-cd-digipack-luna-18

Si hay un tema que esté a medio camino entre las dos facetas que se enfrentan durante todo el disco, ese es A mi lao. Fue el primer adelanto de Luna 18 por una razón, es atrevida, enérgica y memorable de principio a fin. Es de esas canciones que quedan grabadas y que pasan a la posteridad sin olvidar un solo fragmento. Noches a medias, por su lado, es una vuelta al pasado. En una primera escucha te transporta a ese primer EP con el que Walls comenzaba a labrar su camino en el mundo de la música. La guitarra acústica tiene un sonido muy familiar y la voz resuelve con solvencia algunas melodías más complejas que otras, pero que en cualquier caso también podían formar parte de aquel 38º.

Colaboraciones

Ya atravesado el ecuador suena Paralelas, una canción particular en la que la batería quizá tiene más protagonismo del que debería. Esta aporta un ritmo que rompe con la atmósfera que generan la guitarra y la melodía principal. Aun así, consigue avanzar correctamente y transmitir nostalgia al oyente. No es casualidad que acto seguido llegue no sé de amor, junto a Leo Rizzi. Ciertamente es todo lo que uno se podría esperar de una colaboración entre estos artistas; tema lento y en el que el protagonismo se lo llevan las letras.

El siguiente track y colaboración, En los huesos, junto a Costa, es todo lo opuesto. Nadie se esperaba este junte y el resultado es cuanto menos curioso. El gamberro se mete en el terreno de Walls y se hace con todos los focos sobre un estribillo cañero que le sienta a la perfección.

Frame del videoclip de «Quédate, mi corazón» | Fuente: Instagram (@wallsssssss)

En la recta final quedan tres temas que terminan de sentenciar que Walls ha cogido la guitarra para no soltarla. La Sole es rápida, con una batería peleona y unas guitarras muy de los 00’s que son el colchón de una de las melodías de voz más inspiradas de todo el álbum. Echao’ a perder, aunque es simple en estructura, letra e instrumental, es contundente y fiel a la estética de todo el LP.

Por último, MALAVIDA corre a la producción de Evlay, algo que se percibe desde la primera nota. Es un gran tema de clausura en el que se despliegan al máximo las virtudes de este trabajo: beat firme, guitarra protagonista y un Walls soberbio que lleva la batuta con su desparpajo. Puede recordar de algún modo a Born for Greatness de Papa Roach, poco más que añadir.

Conclusiones

En definitiva, el disco suena sólido, compacto y unificado sobre varias consignas que se mantienen en casi todos los temas. Las guitarras tienen un sonido algo garajero en el buen sentido de la palabra. Ese overdrive que ostentan y que por momentos incluso llega a distorsionar da un toque rock muy interesante a las instrumentales – que, por otro lado, tienen más influencia y entidad que nunca –. A su vez, Walls ha encontrado una fórmula que ha sabido expandir para no estancarse. La voluntad de lucirse vocalmente es evidente y contribuye a que Luna 18 sea el proyecto más complejo que ha lanzado hasta el momento.

Las comparaciones son odiosas y no tiene mucho sentido hacerlas cuando su carrera está todavía despegando. Lo que hay que reconocer es el atrevimiento de Ginés de marcarse un disco por estadios más cercano al rock que al pop en una escena en la que las guitarras no son precisamente fetiche del mainstream. Como decía al principio, este chico no deja de evolucionar y a cada paso que da nos regala hits que cuando pase el tiempo cobrarán el valor que algunos todavía no le dan. Ahora solo queda disfrutar de la música y fantasear con cuál será el siguiente paso de Walls. Del parque ha llegado a la Luna, y ahora, de la Luna vuelta a los escenarios en la gira que está por venir.

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