El Eras Tour de Taylor Swift ya es aclamado como el punto de encuentro entre la nostalgia y la euforia alrededor del mundo, pero las nuevas incorporaciones lo convierten en un teatro que aumenta su calidad artística. Si es que eso era posible.
El Greatests Hits de Taylor Swift ya es el evento musical más importante de la década; un formato que construyen los grandes de la música al borde de la liquidación por cierre, pero que la cantante ha decidido incluir con apenas 34 años, ya que cuenta con suficientes clásicos como para llenar un Bernabéu. Dos noches seguidas.
Las tres horas y media de duración dejan entrever no solo la magnitud de la artista, sino el potencial indestructible que posee y que continuará presentando durante décadas.
Y The Tortured Poets Department es el claro ejemplo de que aún queda mucha Taylor Swift por ver, de que es posible montar una película en un escenario en cuestión de minutos, y de que, si para algo sirve la música (y más en vivo), es para contar historias.

Taylor Swift no da puntada sin hilo desde que debutó allá por 2008, pero las últimas incorporaciones al setlist europeo del que ya ha sido calificado como “el tour más taquillero de la historia” es digna de análisis: la vestimenta, la elección de los temas, e incluso el orden de los mismos forma parte de un concepto más grande que humaniza a la cantante y la consagra como un elemento clave de la cultura popular del siglo XXI. Y de lo fácil que es conectar con 65.000 personas a la vez.

The Tortured Poets Department, el último trabajo discográfico de Taylor Swift, cuenta con apenas dos meses de vida, pero ya posee su hueco en el repaso de las “eras” de la cantante, y ha revolucionado la composición del mismo, adoptando una posición protagonista que, a partir de ahora, será inquebrantable.
The Tortured Poets Department
Tras el cierre de la sección de 1989, el disco que la consagró como estrella del pop en 2014, se inicia la secuencia que recrea de manera más óptima la estética y connotación del álbum. Y del momento vital en el que se encuentra la cantante.
El punto álgido de la actuación comienza con Fortnight, su tema en colaboración con Post Malone que, además de abrir el disco, abre la herida que Swift quiere contar a un público que, al borde del final del show, sigue completamente entregado a la causa.

Haciendo mímica del videoclip que acompaña al primer single del álbum, Fortnight se desarrolla acompañado por una consulta psiquiátrica en la que es encerrada tras la furia desatada durante Who’s Afraid Of Little Old Me?. En esta rememora la quincena que prometía un “para siempre” que quedó en el olvido (And for a fortnight there we were forever). Sin embargo, el amor permanece. Aún ni si quiera se ha transformado. Y eso le está arruinando la vida (I love you, it’s ruining my life).
The Smallest Man Who Ever Lived
Es por ello que, al ritmo de The Smallest Man Who Ever Lived avanza a la primera línea de batalla en su guerra por encontrar la paz consigo misma, rememorando aquel agridulce sentimiento de pérdida que ya exclamó hace un año con You’re Losing Me (Fighting in only your army / Frontlines don’t you ignore me).
Con el uniforme sobre los hombros se dirige a un batallón integrado por el ballet que, a ritmo de una marcha militar, camina mientras se ondea una bandera blanca que indica que necesita una tregua. Se rinde. Y continúa caminando en solitario mientras la escena se tiñe de rojo porque, aunque pida clemencia, no la recibe. Y cae rendida ante un público que una vez más ha visto representada la vulnerabilidad de la persona con más éxito del momento que, noche tras noche, revive su pesadilla; ahora convertida en performance.
Taylor Swift no es tan distinta a los demás. También se recoge a sí misma del suelo y trata de resucitarse en un sillón con forma de corazón roto a punto de cantar I Can Do It With A Broken Heart.
También muestra que lleva meses sufriendo en directo mientras se viste con bodies de lentejuelas y llena de exultación a su audiencia. Que en el fondo no es tan diferente al resto de humanos, y que siente y padece. Quizás es momento de empezar a creérselo.

