La conocida autora de fantasía vuelve a sus raíces con su proyecto más ambicioso hasta la fecha
V. E. Schwab es un ejemplo extraño en el mundo de la fantasía. A pesar de poseer sagas de gran renombre, como es el caso de la colección Sombras de magia o la trilogía Vicious (cuya tercera entrega parece que llegará a lo largo de 2026), ninguna de estas entregas se ha convertido en su obra más reconocida. Ese honor está reservado a un libro independiente, La vida invisible de Addie LaRue, con la que ha conseguido vender millones de ejemplares a lo largo del mundo. Ahora, con Que entierren nuestros huesos en la medianoche, V. E. Schwab recupera todos los puntos fuertes de esa novela para dar rienda suelta a su afilado estilo de escritura.
Con esta nueva entrega autoconclusiva, Schwab recupera la esencia que hizo brillar a Addie LaRue: una historia narrada lo largo de los siglos. En este caso, la autora nos presenta la historia de tres mujeres completamente diferentes entre sí, pero con algo en común que las identifica: las tres son vampiras, las tres tienen sus destinos entrelazados. Durante la promoción de la novela, Schwab se refirió a este proyecto como una historia de «vampiras lesbianas tóxicas». Una vez leído, el lector no podrá estar más de acuerdo. Estas tres mujeres no son buenas para las otras, pero es inevitable que sus caminos se crucen.
Tres pilares fundamentales
Que entierren nuestros huesos en la medianoche no solo tiene semejanzas temáticas y narrativas con La vida invisible de Addie LaRue. Ambas propuestas también comparten una manera de escribir más reposada y poética, alejada de otras obras de Schwab. Sin embargo, esta nueva novela no replica las estrategias de su predecesora para intentar replicar su éxito. Partiendo de una base común y una propuesta literaria compartida, Que entierren nuestros huesos en la medianoche realiza un análisis profundo de la identidad femenina a través de tres personajes sin los que la novela no puede comprenderse: María, Charlotte y Alice.
Cada una de estas figuras femeninas proviene de un punto histórico y geográfico diferente (España en 1532, Reino Unido en 1827 y Estados Unidos en 2019). Aun así, con maestría Schwab es capaz de combinar sus historias en una progresión narrativa que parece al mismo tiempo evidente e inevitable para el lector. Estas tres mujeres tienen muy pocas cosas en común, más allá de las evidentes diferencias que marcan el momento y lugar de su nacimiento. Ven la vida de distinta forma, tienen ambiciones, sueños y miedos completamente distintos. Sin embargo, la magia de esta novela es la forma en la que Schwab consigue trazar un único elemento que lo une todo.
El hambre es lo que caracteriza tanto a María como a Charlotte y Alice. En un primer momento, aprovechando que se trata de una novela de vampiros, este hambre hace referencia a la sed de sangre. Pero la clave central de esta propuesta es que este hambre, esta sed, es un elemento metafórico que atraviesa toda la novela. María está marcada por la ambición. Charlotte por la necesidad de ser amada. Alice por el deseo de venganza. Tres formas de hambre muy distintas que poseen ya como humanas y que solo se agrava con el paso de los siglos. Tres formas de hambre que las llevará a cruzarse y a destruirse.
Una estructura al servicio de la historia
Si algo caracteriza a Que entierren nuestros huesos en la medianoche es que no se trata de una novela ágil. Posee un ritmo pausado, con una prosa compleja que presta mucha atención en cada palabra. Aunque se centre en una trama con María con personaje con mayor peso, Schwab no tiene prisa para narrar los acontecimientos. En muchas ocasiones, especialmente al principio de la novela, el lector puede sentir que carece de trama. Vemos a María vivir siglos y siglos, aprendiendo lecciones y tomando decisiones cuestionables, pero sin saber hacia dónde se dirige la historia.
Este enfoque es intencional. Al igual que hacía con La vida invisible de Addie LaRue, Schwab reflexiona acerca de la inmortalidad y el sentido que puede tener una vida eterna. Las maravillas que se podría descubrir con ella, pero también el peso de unos años acumulados en forma de siglos. María simplemente está viviendo su vida, intentando satisfacer su ambición frente a un hambre que no deja de crecer por mucho que haga para saciarlo. Aunque lógica, esta forma de escribir dilatada en el tiempo y sin un hilo claro (al menos al principio de la novela) puede resultar desafiante para algunos lectores.
Por ello, V. E. Schwab pone la estructura al servicio de la historia. Sin comprometer la visión que quiere transmitir de la inmortalidad, busca la forma de agilizar una novela caracterizada por su ritmo inherentemente pausado. Para ello, alterna desde muy pronto el punto de vista de María con el de Alice, marcado por la urgencia de su venganza. El lector enseguida comprende los motivos de Alice, sus necesidades, y tiene unos objetivos e inmediatos que seguir. Aunque falten casi 500 años desde el inicio de la novela hasta que finalmente el lector pueda adentrarse realmente en esa venganza, Schwab va lanzando pinceladas para ayudar a su público. Casi parece darle ánimos, impulsándoles a continuar.
Un bocado que requiere su tiempo
Todos estos elementos convierten a Que entierren nuestros huesos en la medianoche en una de las propuestas más trabajadas de la autora, al nivel conceptual de La vida invisible de Addie LaRue. Sin embargo, es necesario que para disfrutarlo realmente, el lector comprenda a qué tipo de título se está enfrentando. No es un libro de vampiros rápido y adolescente, preparado para ser devorado en una sola sentada. Es una propuesta lenta, reposada, que requiere un tiempo para poder ser digerida y apreciar sus matices. Pero es un esfuerzo que merece la pena.
Schwab ha conseguido hacerse un hueco en la fantasía cogiendo ideas muy presentes en el canon del género y dándoles un giro lleno de personalidad. Su diferencia no está en las ideas en sí misma, sino en su visión de elementos fácilmente reconocibles para cualquier adepto a este tipo de obras. Con una trayectoria a sus espaldas, puede permitirse pedir al lector un centenar de páginas de fe, un pequeño esfuerzo para construir las bases que le permitirán realmente comprender Que entierren nuestros huesos en la medianoche. Si se atreven a hacerlo, Schwab hace una promesa: este libro será capaz de saciar su hambre. Y es una promesa que cumple con creces.

