Reflejarse en la mirada ajena…
Guapas, sonrientes, con ojos azules, de cuerpo simétrico, jóvenes… La directora Coralie Fargeat plantea una larga lista de requisitos que deben cumplir las mujeres para ser deseadas. Y Elisabeth Sparkle, interpretada por Demi Moore, no cumple ninguno. Por suerte, la tecnología avanza y llega ante su pantalla la solución: una fórmula científica para crear una nueva versión de sí misma, «mejor en todos los sentidos». Una Sue, personaje al que da vida Margaret Qualley.
Bajo esta premisa de ciencia ficción, La sustancia confecciona un hiperbólico relato de body horror, donde el cuerpo adopta el papel de creador y destructor. La cineasta opta por cambios de planos y efectos de sonido radicales, que muestran en detalle los objetos que transformarán a Elisabeth: la cámara no se acercará tan de cerca a la protagonista, una actriz abandonada tras su salto a la fama al llegar a la mediana edad.
La presión que carga el personaje para volver a ser deseada por las masas le obsesiona hasta perder la noción de sí misma, de la realidad. Así, la imagen fílmica autosexualiza el cuerpo de Elisabeth y de su «mejor versión» para representar su automirada, condicionada en su totalidad por la mirada ajena (y eminentemente masculina). Fargeat recurre también al humor y a la sátira en forma de película gore, donde la sangre adquiere un papel crítico y político en contra de la exterminación social hacia lo antinormativo.

En busca de lo ajeno
«Te adorarán». Con su otra ‘yo’, la protagonista revive la sensación de ser amada y deseada, a nivel comercial y personal, pero también se acentúa el sentimiento de rechazo. El «antídoto» a su verdadero ser funciona así como autoexterminador (un cartel amarillo con esta palabra aparece en el lado izquierdo de la pantalla, mientras Elisabeth abandona el cuadro por la derecha vestida con su abrigo amarillo). De esta dualidad entre Elisabeth y Sue nacerá la envidia, el egoísmo o la venganza, hasta que todo estalla en el último tercio del largometraje.
El escrutinio social que encierra a la(s) protagonista(s) se convierte en su propio juicio. De esta forma, la alineación se erige como principal vía narrativa de La sustancia, ya que el personaje adopta como suya la omnipresente mirada externa, basada en preceptos capitalistas y machistas (y llevada a lo absurdo y a su máxima expresión a través de la comedia). Reflejarse en los ojos ajenos es, en este mundo, inevitable y terrorífico.
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