Una forma de dar visibilidad y concienciar sobre la muerte gestacional, perinatal y neonatal
Mireia Gallardo y Pepe Villaplana cuentan en Ganas de volar «la historia de la despedida de un ser muy deseado que tuvo ganas de volar y dejó una huella muy dulce» en sus vidas y en la de sus seres queridos. Las historias las tenemos demasiado cerca. Su testimonio real se ha convertido en un cuento «para transitar el duelo perinatal».

La muerte es un tema tabú que, incluso, cuesta hablar con los adultos. ¿Cómo va a ser entonces contárselo a niños? La preocupación sobre cómo hacerlo se magnifica y el tiempo se alarga. «¿Cómo explicar a nuestros hijos que el hermanito que estábamos esperando no va a estar con nosotros físicamente? ¿Cómo explicar a los hijos que vendrán después que hubo otro bebé antes que ellos que también forma parte de la familia aunque no puedan verlo?», explica Clàudia Alonso Granados, enfermera de la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales y de la Unidad del Duelo del Hospital San Joan de Déu.
Además, el cuento como narración se aleja de nuestros prejuicios de que son solo para niños. Un cuento va dirigido para todas las personas, pues detrás de ellos hay metáforas que solo los adultos pueden entender y sentir, como explicaban Ana Iris Simón y Coco Dávez en la presentación de su cuento, ¿Y si fuera feria cada día? La historia de Ganas de volar, presentada en Madrid por el Día Mundial de Concienciación sobre la Muerte Gestacional, Perinatal y Neonatal, está llena de luz y puede ayudar a muchas familias que han pasado por este duelo (y a aquellas que lo tendrán que pasar en el futuro).
Por muy increíble que parezca, este cuento le sirvió de gran ayuda a Mònica Pinyol, la profesora aficionada al dibujo que ha hecho las ilustraciones del cuento. Ella, al igual que sus amigos, perdió a los bebés que llevaba en sus entrañas de manera inesperada. Una vez más, las ilusiones y proyecciones de futuro se vieron truncadas por las palabras «no hay latido».

Una cifra dolorosa
«Uno de cada cuatro embarazos no acaba con un bebé vivo en los brazos», señala la enfermera Alonso Granados. Aunque las cifras superan lo que podemos imaginar, no hay suficiente acompañamiento a las familias que sufren este duelo. Además, muchas parejas viven el duelo en silencio, ya que el aborto se produce antes de las doce semanas y, por norma general, se recomienda «no decir nada hasta los tres meses», critica Alonso Granados. Pero el apoyo familiar juega un papel fundamental en el acompañamiento de este duelo, algo incompatible con mantener el embarazo en secreto.
Proyecto creado desde el alma
Es innegable la ilusión que se veía en las caras de Mireia, Pepe y Mònica. La librería Menudos Infames acogió a los escritores y a sus dos pequeños, así como a la ilustradora y a su marido, al igual que a todos los asistentes que iban con ganas de escuchar la historia contada en primera persona.
Había muchas formas de transmitir el dolor que sintió la pareja cuando perdió a su «hada»; sin embargo, su aura reflejaba ternura, resiliencia y esperanza (algo normal cuando estaban sus dos pequeños viéndolos). Sus caras no cambiaron en ningún momento cuando sus padres explicaron esa historia tan dolorosa; estaban ya acostumbrados a escucharla y a verla en su casa. Fueron los protagonistas secundarios de la bonita fotografía familiar que se pudo ver en la librería: unos niños admirando a los verdaderos protagonistas de la historia, sus padres.

Conversación cercana
Su cercanía se palpaba en el ambiente. Tanto es así que pudimos hablar con Mireia y con Pepe sin ningún problema. De hecho, ellos mismos se dirigieron después a escribir una dedicatoria, acompañada de un dibujo del hada protagonista en la historia que Mònica hizo en un «plis plas».
Pregunta: Vosotros perdisteis al bebé en la octava semana de gestación. ¿Ya le habíais contado a la familia que esperabais un bebé?
Mireia: No le habíamos contado que estaba embarazada. Le conté a mi madre a la vez que estaba embarazada y que lo había perdido. En los otros embarazos lo hemos contado muy temprano, porque estuvimos contentos con la llegada del bebé que perdimos. Además, la familia te acompaña, normalmente, siempre.
Pepe: En los otros embarazos, cuando lo supimos, lo contamos a la semana.
P: ¿Recibisteis alguna ayuda psicológica por la pérdida?
Mireia: No.
Pepe: No, pero no hubiera estado de más. Hoy en día, que la salud mental tiene más importancia, a nosotros no nos hubiese venido mal. A mí no me gustaba hablarlo. No es tan fácil como dicen que tu pareja se quede embarazada y, de repente, perder al bebé.
Mireia: Realmente depende de cada persona, de su carácter y del momento vital que esté viviendo.
Pepe: También es importante escoger si quieres recibir ayuda o no.
Mireia: De todas formas, nosotros tuvimos a un ginecólogo que nos atendió muy bien y nos acompañó. Es cierto que la sala de espera estaba llena de embarazadas y es algo que hay que mejorar, pero nuestro ginecólogo nos ayudó. Yo le llevaba una lista de preguntas, especialmente sobre la culpa, y no todo el mundo tiene la suerte de sentirse tan acompañado.
P: ¿Sentiste mucha culpa?
Mireia: Culpa y dudas. Sentía que no servía como mujer, algo que es muy normal. Sentí culpa, pero relativamente. Mi ginecólogo me permitió hacerle preguntas de las que yo ya sabía la respuesta, pero mi corazón no quería reconocerlo.
Pepe: La semana anterior estuvimos de concierto y nos acostamos después de las tres de la madrugada, y salimos a caminar. ¿Pudo ser por eso? Obviamente la respuesta era que no. No tiene nada que ver, pero cuando estás psicológica y anímicamente mal no sabes la respuesta.
P: ¿En los siguientes embarazos sentisteis ese miedo?
Mireia: Es lo habitual, pero nosotros intentamos vivirlo con la mayor de las ilusiones. Yo no quería tener un hijo con miedo; quería quedarme embarazada cuando ya no tuviese esa sensación de miedo. Quizás es mi manera de vivir, pero quería vivir el embarazo. Además, la maternidad está llena de preocupaciones. Ahora mis dos hijos tienen vida y puede ser que mañana no. El precio de los que vienen después es muy fuerte, porque no hubiésemos tenido a nuestro tercer hijo si hubiese nacido el primero. O igual cualquier otro hijo. El precio de la vida de los que nacen después es muy alto, porque tuvo que morir otro para que naciesen.
P: ¿Les explicasteis a vuestros hijos la pérdida con el cuento?
Mireia: En casa siempre ha estado. Este cuento se publicó en catalán, Pressa per néixer, cuando nuestro primer hijo (nacido) tenía seis meses. A él, al principio, no le hacía mucha gracia.
P: ¿Cómo pensasteis la metáfora del hada?
Mireia: Ese momento era de guerra.
Pepe: Ella quería un monstruo comepersonas y yo me negaba.
Mireia: También porque estábamos en el proceso de duelo. Luego pasamos a ser humanos, pero estaba en tercera persona. Finalmente decidimos que sería un hada.
P: ¿Crees que se le da menos importancia a esta pérdida, cuando son ocho semanas, que cuando se pierde al bebé con seis meses, por ejemplo?
Pepe: Es diferente. Ten en cuenta que a los seis meses el bebé ya está formado y el dolor es diferente.
P: Cuando has escuchado otros testimonios de parejas que han perdido a su bebé cuando ya estaba formado, ¿sentías cierta culpabilidad por sentir dolor?
Pepe: Sí, claro que lo he sentido. Hemos escuchado testimonios muy duros, incluso de parejas que acaban de perder el bebé. Estas charlas te ayudan a dar visibilidad y tener concienciación sobre este duelo.