La máxima exponente del género afrocaribeño actualmente lleva años sacudiendo el panorama musical
Después de sorprender al público con trabajos como Calambre o Grasa, capaces de fusionar géneros radicalmente adversos, Nathy Peluso reafirma la versatilidad como pilar fundamental de su creatividad. Con la reciente publicación de Malportada, su nuevo proyecto de corta duración, la polifacética artista derrama pasión, deseo y dolor a lo largo de seis mágicas pistas. El propósito es claro: hacer que la salsa domine las listas de todo el mundo.
Maestra salsera
Nathalia Beatriz Peluso nació en Luján (Buenos Aires) con una inquietud por la música tan especial como insaciable. En sus primeras playlists, estándares jazz de Duke Ellington compartían espacio con Notorious Big, bossa nova portuguesa, Don Omar y Luis Miguel. Es por eso que resulta sorprendente saber que no sería en Argentina, sino habiendo cruzado el charco e instalada en España, que la joven cantante escucharía salsa por primera vez en su vida, enamorándose perdidamente. Desde entonces, la curiosidad ha puesto en su camino grandes nombres como Gloria Estefan o Frankie Ruiz.
Natalia siempre demostró tener un carácter desvergonzado. Disfrutaba provocando, haciendo que saltaran chispas, escribiendo poesía callejera o cantando en bares. Reivindicaba su naturaleza salvaje ante una sociedad que se mostraba incómoda. «La gente ha intentado domarme y corregirme», afirma la vocalista. Porque jurarse fidelidad como individuo, actuar según lo que dicte nuestro genio interior, conlleva ondear la bandera de la rebeldía.
Y ser rebelde —también malportada— trae consigo inevitables episodios de vulnerabilidad. Nathy nunca olvidó su obsesión por los ritmos afrocaribeños, que mientras transitaba momentos difíciles pudo redescubrir como útiles herramientas catárticas. En armonía con los güiros y bongos, siempre tuvo un espacio donde expresarse, recrearse e imaginar. «La salsa es la música de lo indomable y lo indestructible», confiesa la argentina.
De hecho, la historia del género siempre ha estado estrechamente vinculada al espíritu de resistencia de la comunidad latinoamericana. Esta popularizó la música tropical en Nueva York para confrontar la xenofobia ejercida contra la identidad afrocaribeña, algo de lo que se han hecho eco artistas puertorriqueños como Bad Bunny.

Deseando compartir con su público la música que tantas veces la había rescatado, Peluso desbordó pasión en su debut salsero y manifestó poseer un conocimiento enciclopédico del estilo. Puro Veneno combina instrumentación orgánica con visceralidad e impregna de teatralidad coros tan entrañables como el «¡Ay de mí! Ese hombre me envenenó». La plataforma A Colors Encore ofrece una versión única del tema. En ella, la intérprete presume de una habilidad vocal excepcional mientras baila frenéticamente. Mientras siente la música. Mientras es la música.
Toda una mafiosa
Detrás de lo estrictamente audible, existe una tradición que ha demarcado por décadas dos espacios diferenciados e incompatibles: uno para ellos, otro para ellas. Hitos como Willie Colón y Héctor Lavoe, que hicieron de la salsa un fenómeno internacional con álbumes como Lo Mato o Vigilante, encarnaron una estética gánster que veneraba la violencia. Sus letras normalmente abordaban historias sobre el bandidaje. Sin embargo, leyendas en femenino como Celia Cruz o La Lupe siempre quedaron limitadas al terreno de la sensibilidad romántica. De alguna manera, la tiranía de los estereotipos dentro del género impidió que las mujeres pudieran expandirse creativamente.

Por el contrario, Nathy Peluso nunca ha ocultado su admiración por la inconfundible estética de Tony Montana. Ni por el imaginario de Tarantino. «Hay códigos en la mafia con los que me identifico —no todos— pero ahí están la familia, el trabajo duro, el legado y el respeto». En la caracterización de personajes femeninos que asumen la actitud del capo u hombre independiente, la cantautora propone una óptica deconstruida de la tradición. Esto supone la redefinición del papel de la mujer salsera desde una perspectiva que elude los tópicos más arraigados.
Sus primeras exploraciones indujeron la creación de un alter-ego realmente icónico. En Mafiosa, Nathy personifica la dramática vida de las jefas del bajo mundo: peligrosas mujeres que siembran su reputación de forma autosuficiente, que no se someten al orden social. De sonoridad atemporal, en el sencillo predomina la influencia del piano jazzístico, que transforma constantemente la pieza. Su tan dinámica como enérgica producción es clave para mantener el interés del oyente hasta concluir con un montuno —fragmento que reproduce un intercambio improvisado entre solista y coro— de lo más adictivo. El videoclip, dirigido por The Movement, ensalza la reinterpretación femenina de la imaginería delictiva haciendo magistral uso de la colorimetría.
Peluso decidió recuperar este concepto para La Presa, incluida dentro de su aclamado álbum Grasa. En esta ocasión, se emplean términos como «cárcel» o «policía» para simbolizar las expectativas colectivas impuestas sobre las mujeres. Musicalmente, eso sí, el tema comparte más similitudes con Erotika, donde la solista se permite experimentar líricamente con el erotismo. Sus versos rebosantes de sensualidad ya han subido la temperatura de numerosas pistas de baile.
La pasión de Malportada
Nathy Peluso ansia construir su carrera con total honestidad. Si para explorar aquellos placeres que realmente sacian su inventiva debe desvincularse de una industria musical tan represiva como contaminante, lo hará encantada. Es por este motivo que Malportada supone la emancipación definitiva de Peluso como artista en libertad. Este álbum, dicho de otro modo, rompe categóricamente con la norma establecida e insiste en la irreverencia como hoja de ruta. Y es que, en tiempos de supremacía del género urbano, la vocalista no decide hacer otra cosa que grabar un disco de salsa. Para ella, ni los números ni la practicidad son el verdadero objetivo.
En compañía de Manu Lara y Servando Primera, esta obra se gesta con la ambición de amplificar la música tropical y devolverla a lo más alto del mercado internacional. Escrito y producido íntegramente en Puerto Rico —paraíso natural y epicentro de la escena salsera— Nathy describe este EP como «el proyecto más bonito de su alma». Y no se equivoca en absoluto.
Malportada traza un recorrido minucioso por los anales de la cultura salsera, comprendiendo la inmensa variedad de formas que puede adoptar el género: desde melodramas sinfónicos, como Insensata o Que Lluevan Flores, hasta cortes de tono más romántico e introspectivo, al estilo de Ángel. También hay hueco para la atmósfera cinematográfica de A Caballo, un himno al empoderamiento femenino que irrumpe con fraseos muy hiphoperos: «Escandalosa, irreverente, twenty-four quilate’ en los dientes». No podemos concluir sin mencionar la exuberancia de Malportada, ni la suavidad de No Es Otra Canción Romántica.
Con esta se cierra un homenaje de lo más personal. «En él reuní mi pasión, mi dolor, mi deseo y mi romance, impulsada por mis ganas inagotables de hacer que la salsa domine el mundo y que la gente sonría más de la cuenta».
Próximas citas con la cantante
Nathy siempre ha remado en la misma dirección que sus fieles seguidores. Por eso, plataformas como Instagram están repletas de contenido sobre la celebridad. Fanpages como @peluso.fanathykos comparten que «había ganas de un proyecto full salsa», algo que la comunidad «había pedido desde hacía tiempo». Siguiendo con esto, @nathypeluso.archivo destaca la capacidad de Peluso de «no encasillarse en un solo género». Con vistas al futuro, @serampam (administradora de @nathypelusomex) expresa que le encantaría «verla probando otros estilos como boleros, tango o flamenco» pues «no importa el género, siempre lo hace sonar a ella».
Sus fanáticos también aguardan con especial impaciencia la celebración de dos conciertos estelares en Barcelona y Madrid, donde podrán disfrutar de la «mafiosa» en estado puro. Hasta entonces, nosotros seguiremos salseando.

