Tras cinco años y seis temporadas, La función que sale mal sigue cautivando al público español. Se ha convertido, sin duda, en una de las grandes comedias del país
El pasado miércoles 27 de diciembre, La función que sale mal celebró su quinto aniversario en los teatros de la capital, llegando a ser la obra más longeva de la cartelera madrileña. Cada noche, el teatro Amaya acoge multitud de catástrofes que aseguran las risas de principio a fin.
En estas seis temporadas, la producción ha sido echada de cuatro teatros madrileños, representada por más de 30 actores, se han dado más de 200.000 golpes, pues van a 19 de ellos por función… Y todo ello para brindar a los espectadores la mejor función de la obra más desastrosa de la historia.
El caos tras el telón
La trama presenta a un grupo amateur de teatro que acaba de producir su primera gran obra de misterio. Pese al esfuerzo y dedicación de los actores y equipo, todo lo que podría complicarse a lo largo de la obra sucede, dejando a la compañía con la responsabilidad de continuar como sea la representación pese a las adversidades.
El desenlace de todos sus problemas constituyen soluciones inesperadas que no dejan indiferente a nadie. Los propios actores son víctimas de multitud de accidentes que no cesan hasta la bajada del telón. Desde fallos en el atrezzo, golpes inoportunos, bucles constantes. Todo ello, más algún que otro susto, consigue que no falte ni una sola risa.
Los héroes del desastre
La obra destaca en su totalidad. Desde el acierto de la mezcla de estilos entre Monty Python y Sherlock Holmes, hasta cada uno de los participantes del equipo artístico y creativo. La dirección original de Mark Bell y la dirección española de Sean Turner han conseguido, junto a un elenco de escándalo, que cada uno de los tan planeados errores sean excepcionales.
La obra fue escrita por Henry Lewis, Jonathan Sayer y Henry Shields, quienes idearon toda la problemática que le sucedería a los protagonistas. Y, más tarde, adaptada por Zenón Recalde, con el objetivo de que el público español pudiera ser partícipe de la que está considerada una de las mejores comedias teatrales. Su representación no hubiera sido posible sin SOM Produce, NEARCO, Cobre Producciones y Olympia Metropolitana, los productores oficiales de La función que sale mal.
Hasta para hacerlo mal se necesita arte
La función que sale mal es todo lo que está bien. Una comedia de errores que juega a la perfección con el timing. Explotando lo absurdo hasta límites que el público, durante las dos horas de función agradece enormemente. En esta obra, el caos se convierte en el verdadero protagonista. Desde actores que olvidan sus líneas, objetos que se rompen en el momento menos esperado, hasta decorados que colapsan. Definitivamente, hasta para hacerlo mal se necesita tener arte.
Uno de los grandes retos de esta obra es mantener al público atento en todo momento. Lo logran con gran destreza porque siempre está pasando algo. Desde que te sientas en la butaca, antes de empezar la función, ya están pasando cosas. Los errores van tomando escala. Al principio cosas pequeñas, hasta llegar a tal punto, que literalmente se caen las paredes del decorado.
Además, se le suma todavía más complejidad al ser un grupo de actores amateurs intentando representar una obra de misterio (El asesinato en la mansión Haversham). El público no solo se ríe del desastre en escena, sino también de las interacciones absurdas entre los «actores» que intentan mantener la compostura frente al caos. Esto genera todavía más comedia a toda la situación.
Por último, destacar el manejo para salir y entrar del texto. Hablan directamente con el público haciéndolos parte en todo momento. Un gran talento para la improvisación.
Un desfile de caos y talento
El elenco de esta obra es simplemente fantástico, tan bueno que realmente parece que están actuando mal a propósito. Pero no, es una estrategia perfectamente calculada para provocar la risa del público.
Comenzamos con el regidor, Arturo Sebastiá, quien se luce como maestro de ceremonias. Con su desparpajo y naturalidad, capta la atención del público con facilidad. Luego está el director de la obra ficticia, Adrià Olay, que interpreta a Chris, el detective en la función ficticia. Su actuación es tan convincente que realmente sientes su desesperación mientras lidia con el caos que lo rodea.
Víctor de las Heras, en el papel de Thomas, está impecable. Es imposible no reírse cada vez que le toca escupir el whisky. Ariana Bruguera, quien interpreta a Sandra (y dentro del metateatro a Florence), destaca por su exagerado y dramático personaje, una especie de damisela en apuros que brilla en cada escena.
Rúben Casteiva, como Dennis (que hace de Perkins en la obra ficticia), encarna a un actor amateur sin carisma ni habilidades, pero con tanto encanto que termina conquistando al público. Aránzazu Zárate, en el papel de Annie, la encargada de utilería, ofrece una actuación brillante cuando se ve obligada a interpretar a Florence tras un incidente. Su torpeza y creatividad para improvisar hacen que el personaje destaque, especialmente al final, cuando disfruta tanto del aplauso que no quiere abandonar el papel.
Iker Montero, como Máx (Peter en el metateatro), aporta carisma y comedia pura. Su habilidad para romper la inmersión del público en los momentos más inesperados es increíble. Finalmente, tenemos a Jonathan, quien interpreta al «muerto» Charles, encarnado por Jacinto Bobo. Incluso en este rol, donde apenas se mueve, logra arrancar carcajadas con su impecable actuación.
El trabajo físico, interpretativo y de improvisación que maneja este elenco es sencillamente admirable. Un gran trabajo por parte de los actores.
Cuando el escenario roba el protagonismo
El escenario de la obra no es solo el espacio donde ocurre la acción; se convierte en un protagonista más de la historia. La escenografía está muy bien diseñada para parecer que todo está fuera de control, aunque cada desastre está perfectamente planeado. Como dicen en la obra: “el escenario es una trampa mortal”. Los elementos son una fuente constante de errores para los actores, provocando así la improvisación, no tan improvisada.
Gran parte del mérito de mantener al público atento durante toda la función se lo lleva el escenario. Nunca sabes en qué momento algo se va a romper o caer, lo que te mantiene en constante expectativa. Además, se agradece el uso completo del espacio: cada elemento en escena tiene un propósito y un contexto. Esto demuestra el enorme trabajo del equipo creativo, que logra incluir tantos detalles sin dejar ninguno sin aprovechar. Es un trabajo sobresaliente y esencial para el éxito de la obra.
Éxitos internacionales
Ganadora del Premio Oliver a la mejor comedia en 2015, esta obra se ha convertido en un clásico internacional. Desde su estreno en 2012 en el West End de Londres, ha atraído a más de ocho millones de personas, a las que ha conseguido hacer reír como nunca, logrando un considerable éxito, no solo en taquilla, sino también entre la crítica.
Su talento de hacer reír y entretener al público no sabe de límites. Pues la función se ha representado en más de 30 países hasta lograr el éxito en los más importantes teatros de Broadway.
Una experiencia teatral única
La función que sale mal retrata 1 hora y 40 minutos de infinitas locuras en el teatro Amaya, aptas para todos los públicos.
Cubierto por Lorena Costa y Silvia de la Infanta
