Los azulgranas no dan oportunidad de reponerse a un Madrid que pagó caro un grave error en defensa
El Madrid, que mostró su mejor cara en los inicios de cada mitad, se va de vacío después de no haber disparado a puerta. Sin apenas intimidar a Ter Stegen sometieron en buena parte del encuentro a los de Xavi.
En el carrusel de clásicos que el calendario ha deparado para este mes, el Barça se lleva el primero de ellos. Más decisivos van a ser los dos siguientes, abriendo o cerrando La Liga y dictando sentencia en Copa. Tres clásicos en algo más de treinta días, en los que Madrid y Barça resolverán su curso cara a cara. Sin intermediarios.
Al Madrid le cambia la cara cuando por la megafonía del estadio no suena el himno de la Champions. Si Europa es el jardín de los blancos, cuando cambia la competición su empoderamiento se desvanece. El Atlético humanizó a sus vecinos y el Barça ha mostrado que el Bernabéu no es inexpugnable. Los culés llegaban en el momento más delicado de la temporada, las derrotas ante Manchester United y Almería no permitían a Xavi encadenar un tercer tropezón. Vinícius, que siembra temor a cada toque de balón, no fue el extremo descarado que hace retroceder al lateral hasta su área pequeña. Araújo, inmenso en todas las acciones, no dejó respirar al mayor peligro rival. Con la enfermería llena, Xavi entregó las llaves del equipo al uruguayo.
Errores que salen caros
Ancelotti apostó por colocar a la vieja guardia en los interiores, mientras que Camavinga escoltaba desde el pivote a los dos veteranos. Kroos fue el encargado de oxigenar la salida desde el lado izquierdo, compensando la falta de seguridad de Rüdiger, que sigue enfrascado en su propia tormenta. Los cambios de juego del alemán consiguieron apurar el entramado defensivo de Xavi, que no dudó en ordenar su mediocampo con el ya conocido cuadrado. Su compañero de faenas no se despegó de Busquets, que a falta de Pedri y Lewandowski no conseguía encontrar el pase ganador. Modrić dirigía una presión que asfixiaba a un Barça que no conectaba con sus hombres más adelantados.
En un saque de banda en campo del Madrid, una tímida presión de Gavi provocó la pérdida de Camavinga, que estaba siendo de lo más destacado del encuentro barriendo cualquier inicio de peligro azulgrana. Militão se topó con el rechace de Courtois y Nacho, incapaz de despejar el rebote, observaba como el VAR validaba el primero de la eliminatoria. Kessié, actor de reparto en la jugada, veía como sus compañeros se abalanzaban sobre él. La oleada blanca se apagó de repente. Sin poner en apuros a un Barça que vivía cómodo a las faldas de Ter Stegen, los centros del Madrid iban a las cabezas de Koundé y Marcos Alonso, imperiales en el día que faltaba Christensen.

Con poco acierto, los ataques del conjunto de Ancelotti tenían siempre los mismos destinatarios y no iban vestidos de blanco. Las respuestas ofensivas de los locales fueron de lo más pobres en una noche en la que Fede Valverde, endiosado en las grandes citas, no regaló disparo o conducción alguna que asustara al rival. La disciplina defensiva del Barça definió la segunda mitad. Gavi y Raphinha se convirtieron en segundos laterales y Ferran era un islote en medio de la nada. Busquets, De Jong y Kessié cortocircuitaban cualquier posibilidad de ser sorprendidos a su espalda. El orden del Barça superaba a un Madrid que se estaba quedando sin argumentos.
Ancelotti recurriendo a aquello que suele funcionar en las noches mágicas, dio entrada a Rodrygo. Tampoco la solución sería el brasileño, podría haberlo sido Ceballos, pero el mediocentro vio los noventa minutos sentado en el banquillo. Ansu Fati, que sustituyó a Raphinha, evitó el gol de su compañero Kessié en lo que habría significado el resarcimiento del marfileño. A Ansu le tocó ponerse el mono de trabajo y achicar agua junto al resto del equipo. Comedido, le costó adentrarse en el partido.
Los incontables centros anunciaban la aparición del joven Álvaro Rodríguez. Pero como el Madrid, lo suyo era puro nervio incapaz de responder a la exuberancia de la defensa rival. La exhibición defensiva de Araújo y Koundé, estandartes en una noche de máxima exigencia, mostró como el Barça sabe vivir sin sus estrellas. Las notas de final de curso pasan por el Camp Nou.