La realidad olvidada del Congo: sangre y 40.000 menores esclavizados
Una de las crisis que pasa desapercibida en la esfera pública son las continuas guerras civiles que actualmente asolan la República Democrática del Congo. La principal razón: el coltán. Un mineral crucial para la elaboración de los teléfonos móviles, las tablets, GPS, ordenadores, armas, industria aeroespacial y esencial hasta en cirugías. Este país alberga el 80% de las minas de coltán, el nuevo “oro negro” que tanta sangre lleva a sus espaldas.
«Nosotros ya somos cadáveres y un cadáver no tiene miedo a la muerte»
Se aproxima la época navideña y muchos optan por añadir un aparato tecnológico a la lista de los regalos, sin ser del todo conscientes de la realidad. El coltán es un mineral muy codiciado por su ductilidad, superconductividad así como por su capacidad de almacenar carga eléctrica, y resistir a la corrosión y a las altas temperaturas; que lleva siendo el origen del terror de las entrañas de África desde 2004. Esta preciada materia, (valorada en 6.000 euros el kilogramo), es la principal raíz de conflictos armados y violaciones de derechos humanos en el continente. Según ACNUR, esto ha llevado a 5,8 millones de personas a desplazarse de las provincias de Ituri, Kivu del Norte, Kivu del Sur y Tanganyika, este 2023. Y pese a que las extracciones en cuestión incumben a todo el globo, se trata de una realidad con la que pocos se comprometen.
La composición de este material se basa en la unión de Columbita y Tantalita, y para su obtención existen millones de trabajadores en condiciones infrahumanas. Más concretamente, con jornadas laborales de más de 14h a cambio de un euro, sin cumplir las condiciones de seguridad necesarias, excavando con utensilios rudimentarios en oscuros túneles subterráneos desde los 5 años de edad. «¿No tienes miedo a morir?», pregunta Willy Milayi, un sacerdote católico de la zona, a uno de los niños que trabaja en las minas. «Nosotros ya somos cadáveres y un cadáver no tiene miedo a la muerte», responde el pequeño. Entre los llamados “esclavos del coltán” se encuentran cerca de 40.000 menores trabajando en las minas de mineral en el país, según UNICEF.
Un mercado ilegal de dimensiones inciertas
La aldea de Manguredjipa, en la región de Kivu Norte, situada a más de 450 kilómetros de la ciudad de Goma, carece de hospitales y colegios. Su único atractivo es la mina de coltán. Al mismo tiempo, está considerada como “roja”, es decir, es controlada por un grupo rebelde y las condiciones laborales no son óptimas. Una región donde los niños son el primer eslabón de un negocio que mueve unos 3,3 billones de dólares, el 4,4 % del PIB mundial. Tanto el gobierno congolés como las Naciones Unidas prohíben la compra del coltán de minas “rojas”, pero se tiene constancia del tráfico ilegal que viste estos territorios y el mercado negro que aguarda detrás.
En cinco años sólo 140 minas, de las 5.000 que hay en todo el país (el 2,8%), han sido declaradas como “verdes” (con circunstancias dignas). Es por ello que el coltán está considerado un “mineral de sangre” o “mineral en conflicto”, junto con el estaño, el wolframio, el tantalio (que se extrae del coltán) y el oro; conocidos como 3TG, según las respectivas iniciales en inglés. Los minerales de sangre o recursos en conflicto son componentes naturales extraídos en una zona bélica y cuyo comercio sirve para perpetuar la lucha; una maldición impuesta por los que se lucran y se esconden en el entramado del mercado.
Los gigantes tecnológicos en el punto de mira
En diciembre del 2019, 14 familiares de menores que habían perdido su vida en la obra, en este caso trabajando en minas de cobalto de la República Democrática del Congo, consiguieron hacerse oír. Los gigantes tecnológicos de Apple, Microsoft, Dell y Tesla, fueron demandados por medio del bufete de abogados especializado en derechos humanos International Rights Advocates.
Una reclamante, identificada con el nombre de Jane Doe 1, declaró que su sobrino se vio obligado a trabajar para las minas a muy temprana edad porque la familia no podía seguir pagando la cuota mensual de 6 dólares de la escuela. Según los documentos presentados ante el tribunal de Wasington DC, en abril de 2018, el menor trabajaba en una mina gestionada por Kamoto Copper Company, en un túnel subterráneo, excavando entre rocas de cobalto. Este se desmoronó y fue enterrado vivo, dejando a la familia sin oportunidad de recuperar el cuerpo del menor. El resto de denunciantes alegaron también que varios niños quedaron paralíticos (como es el caso de John Doe 1, que trabajó como mula humana transportando sacos con rocas de cobalto por 0’75 dólares diarios, cuando cayó en un túnel, quedando paralizado de por vida del pecho a los pies).
La extracción de minerales por niños sigue formando parte de la cadena de suministro
Un portavoz de Glencore, de la que Kamoto Copper Company es subsidiaria, alegó que la compañía «tomaba nota» de las alegaciones de la demanda presentada ante un tribunal de Estados Unidos el 15 de diciembre de 2019. Pese a que las familias no fueron indemnizadas, las empresas hicieron varias declaraciones públicas: Glencore declaró que «En las operaciones en la República Democrática del Congo no se compran o procesan minerales extraídos de forma artesanal. Glencore no tolera ninguna forma de trabajo forzoso o la explotación de menores«; así como Apple detalló que «si una refinería no puede o no está dispuesta a cumplir con nuestros estándares, será eliminada de nuestra cadena de suministro. Hemos eliminado seis refinerías de cobalto en 2019«.
Este hecho sirvió para que las injusticias ya existentes no derivaran en una escala mayor. Sin embargo, no se ha erradicado la desigualdad, la extracción de minerales por niños sigue formando parte de la cadena de suministro. Se estima que el sida y los conflictos armados, que se suceden en la RDC desde 1998, han cobrado la vida de más de seis millones de personas. Muchos, igual que el sacerdote congoleño, señalan que «todas estas multinacionales tienen una gran responsabilidad porque financian directamente a los grupos rebeldes que operan en la provincia de Kivu».