Es un miércoles a las cinco de la tarde, un día soleado de julio que muchos aprovechan para tomarse un helado en una terraza o niños compiten por ver quién es el más rápido nadando en la piscina. En el Hospital Universitario Virgen del Rocío en Sevilla, el miércoles es bastante distinto. Los niños aquí no compiten por ver quién es el más rápido, sino que su día a día es luchar contra enfermedades que no dan descansos. Aquí entran los voluntarios de Cruz Roja, quienes hacen la inmensurable labor de intentar distraer a los niños de esta realidad.
Patricia lleva siete meses ejerciendo de voluntaria en este hospital, todos los miércoles se desplaza desde el pueblo en el que vive para atender en la ludoteca a todos los niños ingresados. “Es una realidad dura de ver pero es muy gratificante verlos sonreír con tan poco”, dice con una gran sonrisa mientras nos adentra en las inmediaciones del hospital.
Entramos por una recepción llena de familias a la espera de respuestas, al subir en el ascensor pasamos de una recepción que parece fría, a pesar del gran calor que hace en ella, a un pasillo acogedor. Las pinturas y dibujos abundan en las paredes, los libros recorren las estanterías y un gran cartel indica que se ha llegado a lo que llaman el ciberaula del hospital, la ludoteca del hospital. Con gran esfuerzo Patricia abre la puerta principal y se adentra a una sala llena de mesas, juguetes y ordenadores. También hay incluso bicicletas y coches de juguete para los niños que puedan usar la terraza del aula, donde el aire corre libremente y coger el aire se hace necesario para muchas familias.

Mientras Patricia se coloca el característico chaleco rojo de Cruz Roja llega otra voluntaria, Belén tiene el doble de edad que Patricia pero la misma ilusión y ganas de participar que ella. Los niños no tardan en llegar acompañados de sus familias, hoy están más ilusionados de lo normal pues el mago visita hoy el aula. Lo hace una vez al mes y hay niños como Daniela que desgraciadamente llevan en el hospital el suficiente tiempo como para haber visto ya la actuación, pero no por ello se ríe y sorprende menos que el resto.
La tarde avanza y las sonrisas abundan, en dos horas que dura la ludoteca los problemas reales parecen desaparecer gracias a las voluntarias quienes no solo aportan alegría a los niños, sino también un respiro a sus padres. Un miércoles más Patricia y Belén junto al resto de voluntarias se quitan el chaleco rojo y cierran el aula a las siete de la tarde, bajamos el ascensor y salimos del hospital, de vuelta a la realidad del helado y la piscina.

