Philipp Chatrie, semifinal de Roland Garros, 2019. Un hombre vestido de blanco hace su aparición en la arcilla naranja. Con aura de leyenda y cara de concentración se dirige a su banco para dejar sus bolsas. Llevaba 4 años sin pisar tierras parisinas pero el público le anima y jalea para intentar abatir a su contrincante.
Con camiseta amarilla y chándal gris, el otro protagonista aparece en escena, otro año más, misma pista, misma arcilla, mismo sitio, mismos rituales. Aplaudido por el público se dirige a su banco. Extiende la toalla en el suelo, deja la bolsa, saca las raquetas, se sienta y se quita el chándal.
Tras eso, comienza a abrir cuidadosamente cada una de las botellas que le acompañarán en el partido. Una vez bebido un trago de cada una, las deja en la arcilla con una exactitud matemática, con la distancia calculada entre sus piernas y las botellas y con la marca en el suelo bien clara para dejarlas siempre en el mismo sitio.
Una vez todo está listo, comienza el baile. La bestia empieza atacando, mostrando sus armas, aunque tras 11 títulos y más de una década enfrentándose a su enemigo, no causa sorpresa. El baile transcurre con la bestia bailando un rock and roll desde el inicio, que consta de un movimiento principal llamado “drive” o “forehand” para los más técnicos. Incisivo, fuerte y directo.
La bella por su parte se muestra elegante, apostando por un juego clásico ante unas condiciones que no le son favorables. El baile de los reveses a una mano, la elegancia y la maestría que te da ser una leyenda viva, no son suficientes para lograr alcanzar el espectacular ejercicio de la bestia. Primera oportunidad perdida.
Comienza el segundo ejercicio y ambos protagonistas son conscientes de su importancia, todo se iguala y queda resumido en las dos “m”: Momentos y movimientos. Y la bestia en su territorio es especialista en esto. El momento del globo imposible y los ejercicios de reveses cruzados nunca antes vistos, dejan muy tocado a su adversario.
Poco a poco el baile se acaba y la bella comienza a dejarse llevar por la pista al dar por imposible la remontada. Ni siquiera mostrará batalla en el último baile, simplemente intentará dejar en la memoria de los presentes algunos clasicismos de leyenda.
Esta vez ganó la bestia, como lleva haciendo durante más de una década en la pista roja. 12 finales de 15 participaciones. Pero aunque haya perdido, el otro no se queda atrás, con treinta ocho años, la bella sigue mostrando al mundo su clase, maestría y elegancia. Siendo uno de los mayores del circuito sigue ensañando al mundo desde su tercera posición, cómo se juega a esto.
Este ha podido ser el último baile entre estas dos leyendas pisando la alfombra roja. En la que se han podido ver tantas y tantas rivalidades e incontables leyendas de este deporte. Börg y McEnroe, Sampras y Agassi, Jimmy Connors, Manolo Santana o Ivan Lendl han dejado su legado entre esas líneas blancas.
Pero ningún baile se ha podido asemejar al de estas dos personas. Una rivalidad para la historia de todos los deportes que quedará en el recuerdo de todos aquellos privilegiados que hemos tenido la posibilidad de verles bailar sobre una pista de tenis.
La bella y la bestia, una rivalidad de leyenda.