Basta meterse en Netflix para hallar las series de las que hoy vengo a hablarte, unas series cuya fórmula secreta las ha convertido en mis producciones predilectas: la filosofía.
No, no se trata de una filosofía teórica y estudiantil de lo más aburrida y evidente. Se trata de un trasfondo filosófico que dota de intensidad y complejidad a la producción, así como de un gran secretismo emocional e intelectual. Para descubrirlo, tan sólo hace falta pararse a mirar con perspectiva. Será así, que no sólo descubrirás nuevas sensaciones, sino que fluirás como un personaje más que ha logrado empatizar con el mensaje que transmite el entramado.
Tal es así, que me veo obligado a empezar con una de las series que menos análisis requiere para hacerte volar como nunca antes habías hecho: Bojack Horseman.
Quizá una de las razones por la que esta serie sea de animación es que con personas reales habría resultado demasiado dura de ver, quizá porque la vida real lo es. Sí, es curioso que una serie animada logre captar mejor la esencia del hombre y sus relaciones interpersonales que muchas de las pretenciosas obras que alardean de haberlo hecho. Un mundo de animales antropomorfos nos pone en la situación de Bojack, una celebridad pasada de moda que debe luchar contra, no sólo el alcoholismo, sino la toxicidad que le envuelve y la soledad que conlleva. Esto se nos presenta a través de una puesta en escena cómica y absurda que combate el drama que asola a Bojack; tres elementos que resumen a la perfección el mensaje de la serie, pues, ¿qué es la vida sino una continua tragicomedia de lo más absurda? Un claro alegato al vitalista absurdismo que Camus predicaba. La vida es absurda, sí, pero hay que vivirla y seguir adelante. Quizá cambies por el camino, quizá haya gente que te haga cambiar, quizá haya veces en las que no tengas nada por lo que vivir, pero, pase lo que pase, recuerda que si un caballo alcohólico y arrogante pudo hacerlo, ¿por qué tú no?
Bojack nos enseñó que, pese a que la vida sea absurda, hay que vivirla, pero, ¿de dónde nace esta sensación de absurdismo?
Quizá se deba a la incertidumbre acerca de la metafísica que sucede a la muerte, o puede que se deba a la falta de una finalidad concreta que especifique el sentido de la vida. Sea cual sea tu pregunta, esta será contestada en The Good Place, una producción original de Netflix que te abastecerá de reflexiones a base de Kant, Aristóteles, Platón, y, sobre todo, de un peculiar humor condensado en el más inesperado de los dramas. Una serie que logra aunar fantasía y realidad en unos personajes tan bondadosos como maliciosos. El lado bueno existe, sí, pero también lo hace el malo. Serán tus acciones las que determinen el lugar a dónde vayas a ir una vez muerto, pero, ¿realmente la vida puede polarizarse en dos únicas contraposiciones? ¿Bien y mal? The Good Place no sólo te hará reír y llorar hasta no saber cuál de las dos estás haciendo, sino que además, te enseñará a vivir, o en otras palabras, te enseñará a ser.
Y ya que estamos hablando de ser, ¿por qué no pasamos de nivel y hablamos sobre algo de antropología?
Un hombre que no se entiende a sí mismo; un hombre que se siente encogido frente a la grandeza del universo; un hombre que recela de todo, incluso de su propio origen. Sin embargo, entre todas esas interrogantes, hay una verdad que sobresale y le guía, la única verdad de la que no tiene duda alguna; la única verdad de la que tratará su arte.
Esta es la premisa de Zima Blue, un episodio de la serie Love, Death and Robots. Es cierto que la serie tiene un peculiar trasfondo que se va expresando a lo largo de sus episodios —todos ellos independientes—, pero Zima Blue merece un mayor reconocimiento por haber sido el que más me ha dado en qué pensar. Antropología, arte, creacionismo, absurdismo, etc. Todo esto concentrado en los diez minutos más intensos que tu mente va a experimentar viendo una serie de televisión. ¿Mi única advertencia antes de que te animes a ver este episodio? Analiza cada detalle y cada frase, pues solo así gozarás de la más peculiar de las travesías.
Aunque, si realmente quieres experimentar una travesía que agite tu mente, tendrás que ver Dark.
Esta producción alemana no oculta sus inspiraciones nietzscheanas. El eterno retorno, el superhombre, el nihilismo, etc. Sin embargo, esto no es más que la punta del iceberg. Los viajes en el tiempo asolarán al pueblo de Winden, donde un joven Jonas deberá enfrentarse al devenir del tiempo, o, ¿a su acaecer? Pero, más allá de enrevesar tu mente a base de viajes en el tiempo, te llevará a plantearte cuestiones acerca de la libertad del hombre, el determinismo, la religión, la idea de perfección y amor, etc. Sin embargo, si pudiera escoger una frase que recogiera el ideal de toda la serie, sería: “El hombre hace lo que desea, pero no elige lo que desea”, juicio que atañe al libre albedrío del que tanto reflexionaba el pesimista de Schopenhauer.
Pero bueno, si pese a conocer todas las reflexiones y emociones a las que pueden conducirte estas series, sigues sin estar dispuesto a verlas, permíteme que te diga una última cosa: Sapere aude!