A raíz del nombramiento de Ayuso como Alumni Ilustre de Universidad Complutense de Madrid se produjeron una serie de protestas estudiantiles que durante el día 24 de enero acapararon los titulares de los informativos más importantes. Mientras que tanto las movilizaciones como el apasionado discurso de Elisa Lozano han suscitado debates de todo tipo, hay ocasiones en las que la confrontación y la polarización han impedido que se pongan en el centro algunas cuestiones muy importantes.
En primer lugar, el sensacionalismo mediático ha priorizado el denostar al máximo las protestas estudiantiles antes que explicar las razones por las que estos se manifestaban. Además de lo obvio, que es el hecho de que una universidad pública opte por premiar a una política cuyas medidas han ahogado y precarizado el sector público, también es importante tener en cuenta que esta elección no se hizo de manera democrática. El reconocimiento de Ayuso fue una imposición del rectorado, en un lamentable ejercicio de servilismo y peloteo al poder en pleno año electoral.
Aún más incoherente es que este premio lo otorgue una facultad de periodismo, en la que se instruye sobre la importancia de la libertad informativa, a la responsable de amordazar Telemadrid y someterlo a sus intereses políticos. Por todo esto, la protesta de los estudiantes y de los profesores —un tercio de ellos firmaron en contra del nombramiento— era legítima y tenía razón de ser.
Sin embargo, la respuesta de los medios de comunicación dejó mucho que desear. Elisa Lozano, aún sin conocer la cobertura mediática del evento, ya profetizó en su discurso: «Esta protesta se va a manipular, esto es Ciencias de la Información, no de la desinformación». Lo cierto es que Elisa tenía razón: los medios de comunicación, además de numerosas figuras políticas como Inés Arrimadas, se encargaron de presentar a los manifestantes como una turba de radicales (sic) violentos e intolerantes. También la propia Ayuso, en su discurso, deslegitimó y condenó las protestas, defendiendo, según ella “la libertad de expresión, probablemente la forma de libertad más atacada hoy en el mundo”. Resulta paradójico que, en nombre de este derecho, se intente criminalizar una protesta totalmente legítima. ¿Acaso los alumnos que se manifestaban no estaban también ejerciendo la libertad de expresión? ¿O solo se puede hablar de libertad cuando esta beneficia a la derecha?
Está claro que la beneficiada de todos estos sucesos ha sido Ayuso, a la que le viene fenomenal presentarse como víctima; mientras que los movimientos estudiantiles irán perdiendo credibilidad y verán mermado su poder transformador. La juventud siempre ha sido combativa, y la universidad siempre ha servido para canalizar sus sentimientos revolucionarios. La reflexión sobre las movilizaciones estudiantiles conlleva inevitablemente remontarnos a nuestra historia más reciente, dado que, durante el franquismo, las universidades fueron un importante centro de oposición contra el régimen, y supusieron el principio del cambio. Hacer uso de la memoria histórica nos obliga a recordar la importancia de escuchar a los jóvenes y confiar en sus reivindicaciones. Miguel Hernández, en 1937 ya hablaba de esto en unos versos de Viento de pueblo.
Sangre que no desborda,
juventud que no se atreve,
ni es sangre, ni es juventud,
ni relucen, ni florecen.
Cuerpos que nacen vencidos,
vencidos y grises mueren:
vienen con la edad de un siglo,
y son viejos cuando vienen.
La juventud siempre empuja,
la juventud siempre vence
y la salvación de España
de su juventud depende.