La maternidad por gestación subrogada de Ana Obregón demuestra que, en ocasiones, las personas emplean a los hijos para tapar sus propios vacíos
En una de las entrevistas más recientes que Ana Obregón ha concedido, la actriz y presentadora afirmaba que su momento favorito del día es cuando se duerme, porque le permite perder el conocimiento durante unas horas. La muerte de su hijo Aless a causa de un cáncer seguía causándole un dolor atroz, y afirmaciones terriblemente duras, como que está «muerta en vida», han sido una constante en todas las declaraciones que ha dado en los últimos dos años. Es evidente que Ana Obregón no está bien, que está afrontando un duelo muy doloroso y que la soledad lleva meses llenándola de angustia. Pero un dolor tan real como el suyo no justifica, en ningún caso, atentar contra los derechos de las mujeres y de la infancia.
La tristeza más inconmensurable que una persona puede sentir, que es la pérdida de un hijo, es un problema que Ana Obregón decidió solucionar como solucionan los ricos todos sus problemas: aprovechándose de alguien pobre. De esta manera, la actriz y presentadora decidió viajar hasta Miami para, transacción económica mediante, adquirir un bebé recién nacido como quien renueva un electrodoméstico que se estropea. “Ya no volveré a estar sola”, declaraba Obregón en su Instagram, confirmando algo que era evidente: que su hija no es más que un medio para tapar un vacío, un capricho que se le ha podido ser concedido porque lo ha podido pagar.
Lo verdaderamente preocupante es que imágenes tan distópicas, como la ya célebre imagen de la actriz saliendo del hospital en silla de ruedas que aquí nos escandalizan y se convierten en trending topic nacional, en Estados Unidos se han convertido en una realidad absolutamente normalizada. El negocio de la gestación subrogada está creciendo sin frenos, y actualmente mueve globalmente 14 000 millones de euros. Son cada vez más los famosos —desde Khloe Kardashian hasta Nick Jonas, además de celebridades locales como Kiko Hernández— que optan por este tipo de paternidad sin recibir ningún tipo de condena o represalia popular. En el país donde los intereses del mercado son los que rigen la mayor parte de la vida, no es ninguna sorpresa que la mercantilización del cuerpo de las mujeres se vea como una práctica lícita.
Es paradójico que en España exista un sistema de protección al menor que pone en el centro los intereses de los niños —por ejemplo, no permite la adopción de niños cuya diferencia de edad con los progenitores sea mayor de 45 años— y mientras tanto no se ejerce ningún tipo de medida persecutoria hacia los procesos de gestación subrogada realizados en otros países, independientemente de en qué condiciones éticas se hayan realizado. Cuando termine todo el revuelo mediático y esta cuestión salga del debate público, seguirá habiendo una niña, la hija de Ana Obregón, a la que no le ha bastado con ser separada de su madre al nacer, siguiendo la cláusula de un contrato de la que ella es el objeto, sino que está condenada a convertirse en huérfana antes de cumplir la mayoría de edad. Perseguir la gestación subrogada es proteger los derechos de la infancia y entender que la paternidad o la maternidad no es un derecho, es un deseo que uno no siempre puede cumplir cuando quiere.