Taiwán vuelve a ser el foco de atención en el Lejano Oriente debido a las palabras de la primera ministra de Japón, que echan más leña al fuego a un conflicto internacional
La pequeña isla es conocida por ser el hogar de los conservadores chinos que huyeron tras perder la guerra civil con el Partido Comunista, pero también destaca por su alto valor económico a nivel mundial, ya que más de la mitad de los microchips del mundo se producen allí.
Asia es un continente que nunca deja de sorprender. Desde la Antigüedad, grandes imperios nacieron aquí y, a lo largo de la historia, los conflictos se volvieron algo recurrente entre países. Un ejemplo es India y Pakistán, que unidos antaño, ahora son férreos enemigos, no solo religiosamente sino también políticamente, pero ambos cuentan con armas nucleares, lo que, sin ninguna duda, es un freno para disuadir al otro para que aumente la tensión en la zona.
Sin embargo, Taiwán es el nuevo escenario de Asia, aquel donde —sin duda— las grandes potencias juegan un tira y afloja entre sí para ver quién se queda con la isla que produce microchips, tan valiosos para que móviles, ordenadores, inteligencia artificial, autos o servidores —entre otros— funcionen.
La isla está situada a pocos kilómetros de China, y cerca de Taiwán, se encuentra Filipinas, un país que sirve como bases militares a Estados Unidos por si a Xi Jinping se le ocurre alguna vez invadir Taiwán. Lo cierto es que la nación norteamericana ha creado un «escudo protector» para Taiwán. Filipinas, sus aliados Japón y Corea del Sur, Guam o Australia son ejemplos de dónde el gigante americano tiene bases militares que no dudarían en desplegar todo su arsenal para defender a Taiwán.
Pero la protección que Estados Unidos puede dar a Taiwán no ha encendido el fuego esta vez, sino las palabras de la primer ministra japonesa, Sanae Takaichi, quien ha asegurado que su país podría involucrarse militarmente si China invadiese Taiwán. Esta afirmación no ha gustado al gobierno chino, respondiendo con dureza a su rival Japón.
Recordemos que China y Japón son polos opuestos —comunismo contra capitalismo—, aliados de Rusia y Estados Unidos, respectivamente, y desde décadas compiten entre sí para ver quién consigue tener más poder en Asia y en el mundo. Esta fricción entre ambas naciones solo se ha avivado más por unas palabras que, aunque muestran un signo de apoyo a Taiwán, también son incendiarias, pues el ejército chino ya ha patrullado por mar y aire Japón, con la intención de advertir a su enemigo de que usarán toda la «fuerza necesaria» contra Japón.
Además, China ha suspendido la venta de mariscos provenientes de Japón y ha bloqueado los estrenos de cine nipones. Sin embargo, cabe resaltar que esta no es la primera vez que Japón muestra su apoyo a Taiwán pues, desde 1950, Japón ha dado una serie de pasos a nivel cultural, tecnológico o de seguridad que han servido para estrechar lazos entre ambos. No obstante, Taiwán está acostumbrado a un aislamiento internacional y a que solo se quede el apoyo de algunos países como estados Unidos en compromisos, pero no en reconocimiento oficial.
A través de los años, China ha seducido a diversos países que declaraban su apoyo a que Taiwán fuese una nación independiente —como España o Reino Unido— y para que dejasen de hacerlo, y esto a China le ha favorecido a lo largo de todos estos años, ya que solo 12 países —entre ellos el Vaticano— reconocen a Taiwán, mientras que el resto del mundo colabora de forma diplomática con la isla, lo que la deja en una posición de reconocimiento escaso a nivel mundial.
China siempre ha querido a Taiwán como suya. No sólo por razones históricas, políticas o militares, sino también porque de esa forma, sería el rey de los microchips a nivel mundial, controlándolo todo, dejando a Estados Unidos en una posición de desventaja y de sumisión frente al gigante asiático, al tiempo que la Unión Europea y otros países se doblegan ante China para conseguir ese preciado objeto que hace que todo lo electrónico funcione.
Las palabras de Takaichi pueden ser una provocación más en este conflicto, pero lo que está claro es que China no se va a rendir hasta que Taiwán sea suyo, y no dudará en conseguir que la isla vuelva a formar parte de una sola China, sea pacífica o militarmente. Prueba de ello es que China crea —de forma más intencionada— ejercicios militares frente a la isla, lo que demuestra su poder y su ansia de conseguir Taiwán.
Pensar que Taiwán algún día será independiente es tan utópico como decir que Pakistán e India algún día se reconciliarán porque, en Asia, como se ha visto a lo largo de la historia, el grande se come al pequeño. Con más o menos ruido, y cualquier forma de liberarse de él es prácticamente imposible.
El hecho de que Estados Unidos reafirme que constantemente que «apoyará y defenderá» a Taiwán si China la invade puede servir de consuelo teórico para algunos, pero en la práctica, todo juega a favor del gigante asiático, lo que solo provoca más miedo e incertidumbre no en la isla, sino también a nivel mundial.
