La pandemia provocada por la COVID-19 hizo que muchos españoles comenzaran a valorar realmente el trabajo de los sanitarios. En especial, el confinamiento y la nueva normalidad que le siguió, de la que todavía a veces nos resistimos a salir, dejó una clara mella en la salud mental de la población española.
Parece que la concienciación sobre la salud mental es cada día mayor, pero a nivel práctico muchos desconocemos la realidad de las unidades psiquiátricas. Y lo que es peor aún: los órganos políticos responsables de la sanidad siguen manteniendo la salud mental como un eterno olvidado. Hoy viene a hablarnos sobre el día a día de un hospital psiquiátrico Alicia González Carboneras, enfermera de la Unidad de Hospitalización Breve de Psiquiatría en un hospital madrileño concertado y psicóloga especializada en terapia emocional.
Buenos tardes, Alicia
Hola, buenas tardes. Encantada de estar aquí.
Pregunta: ¿Crees que la COVID-19 fue responsable de desatar más enfermedades mentales por la ansiedad generalizada de la situación global que se estaba viviendo o simplemente como sociedad empezamos a visibilizarlo más desde entonces?
Respuesta: El problema estaba ya de base. Eran problemas existentes pero contenidos dentro de la sociedad, y el problema de la pandemia es que la crisis mundial que hubo y todo lo que llevó asociado (las pérdidas, los duelos, las emociones de frustración y depresión) hizo que afloraran todos esos problemas que ya existían. A partir de ahí, se empezaron a visibilizar y se puso de manifiesto también las carencias de un sistema de sanidad público que no llega a abarcar todas las demandas con relación a la salud mental que se necesitan.
P: ¿Hay algún trastorno que tú hayas notado que ha proliferado significativamente o que ahora veas más después de la pandemia?
R: Yo como trabajo en una unidad de hospitalización lo que veo son trastornos mentales graves, entonces lo que yo más detecto por los ingresos es que los intentos de suicidio se han disparado. También sé, aunque yo trabaje en una unidad de hospitalización de adultos, que toda la patología mental infantojuvenil ha tenido un aumento exponencial tras la pandemia. Lo sé porque las urgencias de nuestro hospital se han visto desbordadas, porque tenemos una coordinación con la unidad de pediatría donde han necesitado mucho apoyo y también porque se ha visto reflejado un aumento de las consultas. Y luego, como todos sabemos, en la población general los problemas de ansiedad y depresión han empeorado mucho.
P: Y ya un poco más en rasgos generales, ¿qué pacientes son los que ingresan con mayor frecuencia en la unidad psiquiátrica donde trabajas?
R: Pues como es de adultos y atiende a pacientes con enfermedades mentales graves, como ya te he comentado, las patologías que más ingresan son trastornos psicóticos y trastornos de personalidad. Y luego, dentro de lo que se denominan los trastornos del ánimo, el más común es el bipolar.
P: ¿Cuál es el procedimiento habitual cuando ingresa un paciente en crisis e ingresa en la unidad?
R: La mayoría de los pacientes que ingresan con nosotros son derivados de urgencias. En urgencias hacen una valoración y se decide el ingreso. Una vez llega a la unidad, nosotros tenemos un protocolo por el cual se hace una acogida separada: por un lado el paciente y por otro la familia. Primero se recibe al paciente. El personal de enfermería, auxiliares y celadores hacen una valoración psicopatológica del paciente y le explican la dinámica dentro de la unidad, es decir, los horarios y las normas. Con este protocolo de acogida intentamos que el paciente se adapte a esa nueva situación, que es un entorno difícil y muy diferente a lo que vive en su día a día. Tratamos de ayudarle para que se integre lo mejor posible y viva el ingreso de la forma menos estresante posible.
Al mismo tiempo, se hace la acogida con la familia. Se les da una guía informativa para que tengan una visión de cómo es el dispositivo donde ingresa su familiar. Aquí se especifica lo mismo: las dinámicas, los horarios, las normas o los números de teléfono para que puedan hacer llamadas o videollamadas.

P: ¿Crees que para trabajar en tu unidad es necesaria alguna formación psiquiátrica para, además de los médicos y los enfermeros, los celadores o auxiliares de enfermería?
R: Sí, sí, para todo el personal. Por un motivo claro: nuestros pacientes no tienen una patología orgánica. Entonces, la dinámica de trabajo de celadores o auxiliares, como decías, es muy diferente al resto de unidades del hospital. En estas se atiende a patologías orgánicas. Por ejemplo, un paciente en cualquier otra unidad puede no levantarse de la cama porque tiene una pierna rota y lo que necesita es ayuda para movilizar esa pierna. Pero en la nuestra puede que sea por un episodio depresivo, que le quita energía para realizar las actividades del día. Entonces, el apoyo que necesita es totalmente distinto. Se necesita personal que sepa atender esas necesidades, las identifique y, por supuesto, que esté formado.
Pero, más allá del personal de nuestra unidad, se necesita formación para los trabajadores del resto del hospital porque los pacientes psiquiátricos no están solo ingresados en nuestra unidad. En nuestra unidad están las patologías mentales graves descompensadas, pero hay pacientes con una patología estable en el resto de las unidades del hospital. Yo creo que esa formación y conocimiento es necesario en todo el ámbito sanitario, incluso en toda la población. En la sociedad hay mucho desconocimiento sobre la salud mental y seguimos viendo estigmas hacia los pacientes psiquiátricos. Todo eso podría solventarse con información y formación.
P: En el día a día de tu trabajo, ¿ves alguna patología en particular que predomine en la juventud?
R: Teniendo en cuenta que nosotros no vemos patologías infantiles y adolescentes porque nuestros pacientes son mayores de 18 años, lo que más vemos en la juventud por la edad de diagnóstico de las enfermedades son episodios psicóticos. Los trastornos psicóticos se suelen diagnosticar entre los 20 y los 35 años. También son muy típicos los trastornos de personalidad, cuyo diagnóstico también gira en torno a esas edades.
P: ¿Y dirías que esas enfermedades que has mencionado nacen del componente social o del genético?
R: En todas las patologías mentales se ha visto que hay tanto un componente genético como unos factores sociales y ambientales necesarios para que se desarrollen las enfermedades. Entonces, en ninguna enfermedad, por ejemplo, los trastornos psicóticos, se ha identificado un gen que cause una enfermedad. Se han visto múltiples genes que lo que generan es vulnerabilidad a desarrollar esa enfermedad, pero tiene que ir siempre asociado a factores sociales y ambientales que hagan que esos genes se expresen.
En los trastornos de personalidad, que es lo que también he mencionado, la cultura es determinante. Los factores ambientales cobran muchísima importancia, aunque también se hayan identificado algunos genes. También hay algunos pacientes que tienen antecedentes familiares de trastornos psicóticos y nunca llegan a desarrollar la enfermedad.
P: Con un brote psicótico igual esto se comprende más, pero con una esquizofrenia o un trastorno bipolar, enfermedades popularmente entendidas como una herencia genética, ¿pueden llegar a no desarrollarse nunca o expresarse en cualquier momento de tu vida?
R: Sí, es igual. La edad de diagnóstico de una esquizofrenia está entre los 20 y 35 años. A partir de los 35 años se dice que es raro que aparezca, aunque puede ser. Puede ser que tengas un antecedente genético y que desarrolles la enfermedad en esa franja de edad, o puede ser que tengas ese gen, pero nunca se exprese. Como ya te he comentado, en la esquizofrenia o el trastorno bipolar, los genes generan vulnerabilidad a desarrollar la enfermedad, pero nunca son una causa, como sí lo son los factores ambientales.

P: Y cuando ya se ha diagnosticado una esquizofrenia o una bipolaridad con síntomas claros, ¿es posible que el enfermo lleve una vida normal, con la medicación correspondiente, o está un poco abocado a la hospitalización intermitente?
R: En las enfermedades mentales, como en todas, la enfermedad lleva asociado un nivel de gravedad. Por ejemplo, hay pacientes con hipertensión que con eliminar la sal de la dieta pueden desarrollar su vida con normalidad sin medicación, y otros necesitan varios fármacos y nunca consiguen controlar la tensión y tiene consecuencias en sus vidas. En las enfermedades mentales es lo mismo. Hay pacientes que pueden tener un episodio aislado en el tiempo y que nunca vuelve a desarrollar problemas ni tiene secuelas, y otros a los que les aparece la enfermedad se les pone tratamiento, se consigue estabilidad y con ajustes de medicación también consiguen un nivel funcional y pueden desarrollar una vida medianamente normal. Y luego hay pacientes más graves que, una vez que aparece la enfermedad, tienen una mala evolución y requieren hospitalizaciones continuadas.
Algo que es muy importante en la salud mental es conseguir que el paciente tenga conciencia de enfermedad, que es que el paciente reconozca los síntomas y los asocie con la enfermedad. Es decir, que sea consciente de que tiene la enfermedad y de que necesita tratamiento y seguimiento. Esto no siempre se consigue; es un proceso terapéutico complicado. Generalmente, los pacientes que tienen buena conciencia se les asocia un mejor pronóstico. Como tienen más conciencia, tienen conciencia de que hay que tomar un tratamiento y suele serles más efectivo. Pero los pacientes que no llegan a desarrollar una buena conciencia, sí se les asocia más hospitalizaciones, recaídas, mala adherencia al tratamiento… Suelen tener peor evolución.
P: Y volviendo un poco a los efectos de la pandemia, ¿crees que la calidad de los servicios que podéis ofrecer los sanitarios, especialmente en psiquiatría, ha mejorado, ha empeorado o no ha sufrido cambios?
R: Los recursos que había previos a la pandemia ya eran escasos para atender la demanda social. Pero es que, además, como hemos hablado antes, toda la demanda se ha desbordado con la pandemia. Y, por otro lado, durante la pandemia se restringió un poco el acceso a todas las patologías que no fueran la COVID-19, entonces ese periodo, que continúa, hace que haya empeorado la atención sanitaria en salud mental. Hay muchísimos pacientes y mucha demanda de salud mental en un sistema que ya era un poco carente y que ahora se ha vuelto todavía más escaso.
Y no solo eso: los profesionales sanitarios también nos hemos visto afectados por la pandemia. Como a todos, en nosotros también han aparecido problemas de ansiedad, de depresión, hemos sufrido duelos… Todo eso hace que ahora no estemos, desde hace tiempo, al 100% para atender las necesidades. No somos ni la misma cantidad de gente ni tenemos las mismas condiciones. Ha disminuido nuestra motivación y nuestra resiliencia. Todo eso ha hecho mella y ha empeorado la calidad de la atención que se proporciona en general.
P: ¿Entonces consideras que hace falta más personal formado?
R: Sí, hace falta más personal formado para dar respuesta a toda esta demanda, pero la solución no es solo formar al personal. Hacen falta políticas de prevención y de promoción de la salud mental, que son muy escasas.
Además, la formación especializada en salud mental es impartida por las personas que ya estamos trabajando en ello. Por tanto, se necesita un reconocimiento de esas labores de formación, que no siempre se remuneran y normalmente van implícitas dentro de la parte asistencial. Entonces, sí, se necesita más personal formado, pero antes hay que mejorar las condiciones laborales de las personas que ya estamos trabajando en ello.
P: Y a raíz de esto, ¿cuál crees que es la cualidad que debe tener un sanitario que se dedica al ámbito de la salud mental? Eso que no se obtiene de cursar una especialización, sino que se tiene o no se tiene.
R: Yo creo que no hay ninguna cualidad necesaria para dedicarte a esto que si no la tienes no puedes acceder a este trabajo. Ninguno hemos nacido con unas cualidades por las que sí puedes dedicarte a la salud mental o no. Al final, la mayor parte de nuestro trabajo son habilidades que se desarrollan, formación y conocimiento. Pero si tuviera que decir una cualidad de base de la que partir, sería la empatía. Pero ya te digo, nadie nace sabiendo cómo se atiende a un paciente de salud mental, todo es formación y experiencia.
P: Para terminar, voy a entrar en el ámbito un poco más personal. A partir de aquí, lo que tú quieras compartir. ¿Alguna vez tu propia salud mental se ha visto perjudicada por todo lo que vives a diario en tu trabajo?
R: Sí. Como profesional sanitaria sí me vi perjudicada por la pandemia, claro. Es verdad que no lo viví tan mal como otros compañeros, pero sí me afectó en cuanto a aumento de niveles de ansiedad y estrés. En otra ocasión sufrí lo que se denomina fatiga laboral. Un centro donde estuve trabajando tenía un ambiente laboral muy complicado. A partir de ahí, tomé conciencia de la importancia del ambiente laboral para tener un buen estado emocional y poder funcionar de una manera adecuada.