Una mirada frontal al sinhogarismo
Está normalizado ir por la calle o por el metro y ver a personas sin hogar rogar ayuda, dinero o comida. Pocas veces, si no ninguna, nos paramos a escuchar o ver qué necesita esa persona, tan merecedora de un techo como el resto. Pocas veces nos paramos a hablar con ella y romper ese silencio, indiferencia y mirada hacia abajo, para ponernos de frente. Es una especie de omisión de socorro socialmente permitida.
Golondrina sienta a su público en una sala del Teatro del Barrio donde ya se encuentra Andrea, interpretada magistralmente por Candela Solé. Una joven que se ve obligada por la policía a despedirse de su casa: “cinco metros cuadrados” de calle de Tirso de Molina “sin gotelé” que ha ido construyendo durante años.
Con un guion y dirección brillantes de Beatriz Mateos, Andrea se sumerge en sus recuerdos y esperanzas como única y última baza para huir de su hostil situación, como se denota que ha hecho siempre. A través de un monólogo de 75 minutos es posible conocer a la protagonista y entender qué la ha llevado ahí. Entender que cualquiera podría llegar a ser Andrea y que ella podría ser cualquiera de quienes la miran desde arriba.
Andrea rompe la cuarta pared y te habla, te pregunta y te mira. Te cuenta sus miedos y te muestra una forma de sobrevivir “con vistas exteriores a los cuatro costados”. Te sostiene la mirada para, con juegos de humor y momentos dramáticos, aterrizar la realidad de más de 28.500 personas que viven en la calle en España (dato de 2022).
Adicciones y soledad
Consigue crear un universo paralelo para distanciarse de su realidad, mientras que se despide del que ha sido su hogar durante 579 noches. En el viaje de su monólogo, entrelaza con gran habilidad temas como las adicciones, el desamor o la soledad, siempre con mucho humor. Su ternura despierta la empatía del público que ríe y se emociona de una frase a la siguiente.
Andrea, un ave migratoria que conversa consigo misma sobre el extremo de la crisis de vivienda, critica los alquileres turísticos, a la policía, a “los modernos de Malasaña” o los ‘influencers’. Y lo hace con una suerte de nostalgia y cariño, pero con sentido, porque tiene “mucha calle” y sabe de lo que habla. Busca siempre el lado positivo para sobrevivir porque “el sistema aprieta, pero no ahoga”. Y te enseña que a veces no queda otra que divertirse “jugando todo el día a polis y cacos”.
Sueña con irse a China y su desahucio de Tirso de Molina le lleva a autoconvencerse de que “solo nos van a pasar cosas bonitas”, imaginando su nueva vida en su cabeza. Seguramente, Andrea, que quiere irse a China andando, tarde en llegar, pero va con la certeza de que, mientras al resto le “falta calle”, a ella le “sobra mundo”.
Golondrina hace a su público reflexionar desde un ambiente íntimo, donde el escenario y las butacas se fusionan para trasladar a cualquiera a la calle y hacerle sentir golondrina.

