El pasado jueves, Dakris, El Mago Invisible, inició la gira de su espectáculo en el Teatro EDP Gran Vía de Madrid
Llegar al estreno de Nada es lo que parece fue como meterse en una cápsula donde cada aspecto de la lógica cotidiana se iba a cuestionar. A la entrada del Teatro EDP cada asistente debía coger cuatro cartas y ocupar su butaca, desde la que, a partir de entonces, todo sería posible. Entre el público, se encontraban familias completas, parejas y amigos, todos expectantes.
Sin saberlo, cada uno de ellos, al acceder a sentarse, se trasladaría a su niñez, volvería a sentir lo que era creer en la magia. Y los más pequeños estarían a punto de llevarse un valioso regalo para los adultos que llegarán a ser: una semilla de ilusión a la que siempre podrán volver, por mucho que crezcan.
Dakris, el Mago Invisible, Primer Premio Nacional de Magia, creativo en televisión y reconocido como mago del año en el Memorial Frakson de Madrid, apareció en su show tras presentarse al público con imágenes de su infancia, en un motivador vídeo en el que aquel niño se iba convirtiendo en el mago que siempre soñó. El ilusionista valenciano estaba ya frente a un público que le aplaudía y confiaba en él para sorprenderse.
Mentalismo y teletransportaciones
El espectáculo no dejó a nadie indiferente, con una amplia variedad de números en una propuesta invadida por la ilusión y el humor. Teletransportaciones, desapariciones, mentalismo, cartas e ilusiones con objetos del público fueron algunos de los puntos fuertes del espectáculo, que estuvo cuidado al detalle.
Los trucos indescifrables de magia interactiva permitieron que todos los espectadores participasen, ya fuera desde sus asientos o en primera persona. Una hora y media de viaje en el tiempo, de risas, emociones, nostalgia, tensión e incredulidad. Noventa minutos en los que Dakris demostró que, efectivamente, nada es lo que parece. Y que lo invisible puede estar muy cerca, puede sentirse sin verse.
Esta magia, ante la que es mejor rendirse y no buscar el truco, fue especialmente inspiradora para los más pequeños, que fueron testigos de cómo el sueño de un niño se había cumplido sobre aquel escenario.
Como era de esperar, los asistentes, independientemente de su edad, salieron con un brillo especial en los ojos, una gran dosis de ilusión, nostalgia y emoción. Es lo que pasa cuando alguien consigue sacudirnos la realidad y hacernos ver lo invisible: Que la magia y los sueños siguen en nosotros y todavía se pueden cumplir.

