En el siglo XIV, Pedro I de Portugal e Inés de Castro fueron los protagonistas de un romance histórico que terminó con un trágico final. Esta historia de amor es uno de los principales pilares de la cultura portuguesa y ha dado pie a múltiples películas, óperas, poemas y demás manifestaciones artísticas.
En 1297, el reino de Portugal y la Corona de Castilla firmaron el Tratado de Alcañices para poner fin a la tensión de los últimos años y establecer las fronteras entre los dos territorios. Este famoso tratado también implicó un paulatino acercamiento entre portugueses y castellanos, y las monarquías de los dos territorios concertaron múltiples matrimonios entre los herederos de sus tronos. Sin embargo, Pedro I de Portugal decidió desobedecer las directrices de la corte y luchó a capa y espada por el amor de su vida.
El inicio del romance
Pedro I era el tercero de los hijos del rey Alfonso IV de Portugal. Pero, debido a que sus dos hermanos mayores fallecieron, Pedro iba a ser el futuro rey del país. Alfonso IV deseaba que Pedro se casase cuanto antes para poder garantizar la descendencia de la familia real portuguesa. Cuando el príncipe solo tenía cinco años, Alfonso IV intentó conformar un matrimonio entre el jovencísimo Pedro y la princesa castellana Blanca. Este primer intento acabó resultando un fracaso. No obstante, en 1340, Alfonso IV logró cumplir con su cometido y consiguió la unión de su hijo Pedro con Constanza Manuel de Villena, otra princesa castellana hija de Don Juan Manuel (autor del libro El Conde Lucanor).
Fue también 1340 el año en el que Inés de Castro llegó a tierras portuguesas. Inés era hija de un noble español procedente de la Casa de Castro, Pedro Fernández, y prima de Constanza. La joven mujer se convirtió en la dama de compañía de la propia princesa. Sin embargo, a pesar de que Pedro y Constanza estaban casados, el príncipe y la doncella comenzaron a enamorarse. Los dos empezaron a vivir una aventura romántica que era conocida por todos los miembros de la corte.
La dura respuesta de Alfonso IV
Alfonso IV, rey de Portugal por aquel entonces, no aprobó la relación y mandó a Inés de Castro al exilio (concretamente, al Castillo de Alburquerque). A pesar de que el rey luso quisiera poner barreras al amor de estos dos jóvenes, Inés regresó a Portugal tras la muerte de la esposa de Pedro en 1349. Según historiadores como Rodrigues Oliveira, Constanza perdió la vida en el postparto de su cuarta hija María.
Pedro e Inés tuvieron cuatro hijos juntos, que fueron considerados ilegítimos por Alfonso IV. Además, después del fallecimiento de Constanza, el príncipe deseaba casarse con Inés y no quería pasar el resto de su vida con otra mujer que no fuese ella. No obstante, Alfonso IV consideraba que este matrimonio deterioraría las relaciones entre la Corona de Castilla y el Reino de Portugal. Para poder huir de las presiones de la corte, Pedro e Inés se marcharon de Lisboa para poder vivir juntos en Coímbra.
La presión por parte de miembros de la nobleza como Pedro Coelho, Diego López Pacheco y Alonso Gonçalves, y la desobediencia de Pedro I provocaron que Alfonso IV tuviese que tomar una dura decisión. En enero de 1355, Alfonso ordenó el asesinato de Inés. Según la leyenda, las lágrimas derramadas por Inés en el río Mondego dieron lugar a la Fuente de la Quinta das Lágrimas. Asimismo, las algas rojizas que crecieron en esta fuente de Coímbra simbolizaron la sangre derramada por la propia Inés.
Una coronación de leyenda
La indignación de Pedro provocó un levantamiento del príncipe contra su padre y una sanguinaria guerra civil en los territorios comprendidos entre los ríos Duero y Miño. Dos años después de la muerte de Inés de Castro, Alfonso fallece y Pedro llega al trono. El entonces rey de Portugal deseó satisfacer sus deseos de venganza y arrancó el corazón de los dos asesinos de Inés en 1360.
Varias leyendas portuguesas ensalzan el amor de estos dos protagonistas con una inesperada coronación. Pedro I desenterró el cuerpo de Inés y lo trasladó desde Coímbra hasta Alcobaça. La fallecida monarca fue coronada por medio de una ceremonia en la que los asistentes tuvieron que besar la mano de la difunta Inés. Así, Inés se convirtió en una reina a título póstumo.

Actualmente, los restos de Inés se encuentran en el Monasterio de Alcobaça. En este mismo monasterio también descansa el cuerpo de Pedro I de Portugal. Los sepulcros de estos dos enamorados están esculpidos en mármol y cuentan con una decoración basada en motivos religiosos católicos. Las tumbas de ambos están colocadas frente a frente para que Pedro e Inés puedan mirarse hasta el fin de sus días.
La pequeña ciudad portuguesa de Alcobaça recrea con sus múltiples símbolos la apasionada y trágica historia de amor de Pedro I de Portugal e Inés de Castro. En esta localidad de 53.000 habitantes, destaca la presencia del Jardim do Amor, un claro símbolo del deseo de esta pareja. Además, Alcobaça también cuenta con una ruta que retrata esta legendaria relación por medio de esculturas de cerámica y poemas de autores como Luís Vaz o Miguel Torga.

El amor es un fuego que arde sin verse,
es una herida que duele y no se siente;
es contentamiento insatisfecho,
es dolor que se deshace sin herir.
El amor es fuego que arde sin ser visto, Luís Vaz.