Los Black Eyed Peas son deificados por el público del Boombastic Asturias
Tres días de festival reunieron en Asturias a grandes nombres del mundo de la música, y a miles de aficionados. Sin duda, el nombre más resonado de la jornada fue los Black Eyed Peas. Este grupo norteamericano coronó el Boombastic Asturias con una fiesta desenfrenada de gritos, baile, y mucha emoción. Fue en el seno de este, que se hizo aparente el verdadero atractivo del festival.
Asturias, nuevo hogar de la música urbana
Boombastic Asturias cerraba la noche del sábado su tercera edición con más de 55.000 participantes diarios, y se consolida como el gran festival de música urbana. El cartel ha reunido a grandes nombres, como Nicki Nicole, la Oreja de Van Gogh, Yandel o Lola Índigo, entre otros. Y no han faltado sorpresas, como la aparición del cantante argentino Paulo Londra.

Además de su line-up, el festival ha contado con el escenario más grande del país. Un despliegue de medios nunca visto hasta ahora para montar el macroescenario, patrocinado por PortAventura World, de más de 4.500 metros cuadrados de superficie y que ha contado con un ancho superior al césped del Estadio Santiago Bernabéu, una altura mayor que el Palacio Real de Madrid y cuya estructura ha sido siete veces más pesada que la Estatua de la Libertad.
Sin embargo, desde la posición del espectador, la grandeza del evento se concentró en la experiencia de la música en directo. Y, en concreto, la inmensidad de lo que es la relación entre aquel que conforma al público. Lo que atrajo tales reflexiones no fue, ni más ni menos, que la imagen de cuerpos botando al unísono durante el concierto tan esperado del grupo estadounidense Black Eyed Peas. En momentos como aquel, no pude más que emocionarme, y reflexionar sobre lo que hay detrás de lo que, a simple vista, era un concierto más.

Leyendas y predicadores
Los mitos griegos moldeaban lo que el ciudadano percibía de su alrededor. Las religiones unen bajo un mismo techo a voces en comunión, que cantan a un mismo dios. Temas como Where is the love? hicieron evidente que la conexión humana, la mitificación y la deificación siguen siendo la base de lo que hace, de carne y hueso, a un ser humano.
Nos encontramos en el Boombastic, el sábado a las 23:00. A esa hora saltaban al escenario los emblemáticos Black Eyed Peas. La afirmación “tonight’s gonna be a good night” resonó, quizás cientos de veces, a lo largo de la fiesta. A modo de rezo, las voces de miles corearon lo que es considerada una canción que pasará a la historia. Por repetición, se hizo realidad. Los asistentes recibieron una estelar actuación de los cuatro integrantes actuales del grupo: Apl.de.ap, J. Rey Soul, Taboo y Will.i.am. Y de su mano, tuvieron a good night.
“Los reyes de la noche” es como la cuenta oficial de Instagram del Boombastic aludía a ellos. Y eso fue lo que se sintió entre cuerpos que saltaban, sudaban, cantaban, bailaban…. El poder de la música quiso así manifestarse la noche del 20 de julio del 2024 en el recinto La Morgal, Asturias.

El precio de la grandeza
Los festivales han aterrizado en España, país que se ha convertido en hogar de grandes eventos como el Primavera Sound de Barcelona o el Madcool en Madrid. Entre el público conmocionado antes sus ídolos, entendí el sábado por qué atraen cada año a tantos millones de fans. Al comprar entradas, se compra una emoción. Se busca una aventura, y el roce con aquello todopoderoso.
A cambio de un precio, el festivalero recibe el regalo de la música en su versión más pura. La comunidad es el opio del pueblo, si nos remontamos a palabras de los filósofos. Lo vemos desde cuentas de fans en redes sociales, y supongo que llega a su máxima exponencial en festivales como este. La promesa de una verdad superior, perfecta, etérea…es simbolizada por cuerpos juntos celebrando al son de sus temas favoritos. Este el atractivo del Boombastic, que en pleno verano une a almas que buscan un sentimiento sin igual, un optimismo que conservar durante el invierno que seguirá. Por tanto, creo que el festivalero es un peregrino. Un peregrino cuyo destino, bajo la luz de un foco, es otra también otra iluminación.

