El partido de ida de los cuartos de final de la Champions League disputado entre el Atlético de Madrid y el Manchester City ha reabierto el histórico debate sobre la importancia del estilo en el fútbol
¿Qué es más importante en el fútbol ganar o la forma que se utiliza para llegar a ello? Esa es la eterna pregunta, el eterno debate que lleva históricamente instaurado en el panorama futbolístico y que durante esta semana hemos vuelto a vivir una de sus más intensas oleadas en redes sociales.
Algunos, desde el idealismo más absoluto plantean que sólo existe una forma posible de ver el fútbol, que realizar planteamientos tan defensivos como los de Simeone son un insulto, un anti-espectáculo y que manda un mensaje pésimo para el fútbol.
No es más que un populismo futbolístico. Un intento de imposición que pretende desde una utopía claramente fantasiosa e irrealizable que todos los equipos jueguen de una determinada manera y que los que plantean otro estilo, deben ser criticados y despreciados. Aquí se situarían entrenadores como Quique Setién, Xavi Hernández, Ángel Cappa…etc.
Gustavo Poyet, entrenador argentino dijo en una entrevista que, afortunadamente, Simeone había enseñado al mundo futbolístico que había una manera diferente de ganar a la del Barcelona de Guardiola. Es decir, que existía otra forma, otro estilo, otras maneras de ver el fútbol que podían ser perfectamente válidas y que pueden hacer disfrutar tanto o más a los aficionados.
Esto fue lo que se expresó el otro día en Manchester. Mientras un equipo asediaba, dominada y sometía, el otro mediante una disciplina táctica realmente admirable y reseñable logró sobrevivir y defenderse del que para muchos es el mejor equipo el mundo. Y yo me pregunto ¿Qué hubiera hecho el resto en esa situación? ¿Qué se prefiere: jugar de tú a tu y perder quizás 0-5 o encerrarse atrás y tener opciones para luchar por la eliminatoria en la vuelta.?

La respuesta, aunque algunos se empeñen en negarlo, es elemental querido Watson. Aunque cuando esto sale a la luz, la hipocresía vuelve a campar a sus anchas en un mundo donde al final, no es el estilo, sino quién lo práctica. Simeone se ha erigido como el enemigo a batir, como el símbolo del anti-fútbol malvado no debe verse en una competición tan espectacular como la Champions.
Si un entrenador como Ancelotti se encierra atrás contra el París Saint Germain se ensalza el gran planteamiento y su inteligencia táctica para jugar contra un equipo de gran envergadura y poder así remontar en el Bernabéu. En cambio, si es Simeone quien para luchar contra una máquina azulada, juega durante veinticinco minutos con cinco centrocampistas y cinco defensas, es deleznable y de equipo pequeño.
Afortunadamente, todos tenemos una visión diferente, todos tenemos un estilo que nos gusta más que otro, hay matices, hay multitud de esquemas y de opiniones. Eso es lo bonito, eso es lo que hay que cuidar. Porque parafraseando a Guardiola: en la prehistoria, hoy y dentro de cien años, el fútbol seguirá siendo lo que es, un deporte maravilloso de once contra once donde el que gana es el que mete más goles.

