El drama de los desahucios condenan a miles de familias a la exclusión social
Miles de personas están siendo echadas de sus casas, tiradas a la calle, indefensas y con niños en brazos. Como juguetes rotos. Las autoridades competentes que ejecutan el desahucio tienen la misma empatía que un niño de tres años. Nula. Inexistente. Y parece ser que una gran parte de la población coincide con ellos.
¿Cuánto importan los 65 años de trabajo de una anciana de 80 años? Toda una vida de esfuerzo y dedicación se ve truncada en el momento en que las fuerzas de seguridad irrumpen en sus viviendas y les arrebatan todo por lo que han luchado. Lo que parecía un hogar sólido y seguro desaparece como un castillo de naipes. El resultado de 65 años, perdido en apenas 10 minutos.
Son juguetes rotos, que buscan un poco de humanidad en una sociedad de corazones fríos. Muchas familias se ven obligadas a vivir en la calle, apartadas de la sociedad, sin un trozo de pan que dar a sus hijos. Personas mayores con pensiones precarias. Todo un remolino de infortunios y facturas sin pagar desembocan en un mar de soledad y nostalgia. Nostalgia por un pasado que no volverá. Por un hogar caliente forrado de fotografías de sus seres queridos.
La venda que muchas personas se colocan ante esta situación agrava el problema. No solo no tienen hogar, sino que pasan a ser invisibles. Es una realidad que incomoda: la solidaridad brilla por su ausencia, incluso en los tiempos que corren.
Es importante valorar la posibilidad de dormir bajo un techo caliente, y saber que no todo lo que creemos seguro lo es. Que no todo lo hoy está mañana seguirá ahí. Ni todo, ni todos.
El 2020 nos ha hecho perder muchas cosas. Hemos perdido a personas. Hemos perdido despedidas y reencuentros, risas, abrazos en los aeropuertos, tardes de tapeo, besos y cumpleaños. Ahora añoramos esas reuniones familiares de las que tanto nos quejábamos, e incluso echaremos de menos las cenas de empresa en navidad. Es por todo esto por lo que más que nunca debemos luchar por no perder una de las cualidades que más especiales y únicos nos hace. La humanidad.
El hecho de que se pueda echar de su hogar a una familia para condenarlos a vivir en la calle es deplorable. Como juguetes rotos, piden una segunda oportunidad. Como juguetes rotos, pasan a ser invisibles. Y es que, en esta ocasión, el refrán cambia: lo que difícil llega, fácil se va.