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Ayuso monta un circo y se le politizan los enanos

La presidenta ha logrado lo impensable: liderar un gobierno sin politizarse

La tragedia de la vida se resume en que no siempre podemos obtener lo que queremos – así lo cantaban los Rolling Stones-, y en que, cuando finalmente lo conseguimos, quizá no nos encontramos ante lo que realmente deseábamos, tal y como descubre un jovencísimo Dustin Hoffman en el amargo final de El Graduado. Al parecer, la presidenta de la Comunidad de Madrid, al acceder al cargo,  pensaba que sus responsabilidades se limitarían a la asistencia a las Sesiones de Control en la asamblea, a aprobar bajadas de impuestos y a gestionar las subcontrataciones que tanto le gustan al gabinete madrileño.

Sin embargo, nuestra excelentísima presidenta no se esperaba que, tras el velo de Maia de los actos institucionales, las fotografías y los discursos etilófilos, se escondía el sombrío espectro de la política. Sorprendiendo a la presidenta – o así parece querer expresarlo ella misma-, la política ha extendido sus tentáculos a lo largo del reino de Madrid y ahora maneja, como marionetas, a los médicos bolcheviques y a los vecinos de San Fernando afectados por la línea de Metro 7B, por poner solo dos ejemplos.

Ante las protestas por la gestión de la sanidad o de la problemática del Metro, Ayuso no puede más que mirar la situación con consternación y sorpresa: ¿por qué ha tenido que venir la política a arruinarle la fiesta de los 65 escaños? ¿De verdad Isabel Díaz Ayuso va a tener que enfrentarse a la política… siendo política ella misma?

Seamos justos: cuando alguien accede a un puesto de responsabilidad en un gobierno, lo último que espera es tener que afrontar manifestaciones, protestas y movilizaciones, y mucho menos espera tener que negociar con diferentes grupos y agentes sociales de intereses diferentes y opuestos. Está claro que Ayuso es víctima de un intrincado complot entretejido por Mónica García, Xi Jinping y los demás miembros de la Cuarta Internacional. Estos agentes no solo organizaron la multitudinaria manifestación del pasado 12 de febrero para hacer temblar los pilares del régimen constitucional, sino para fastidiar personalmente a la presidenta.

Los cerca de 200.000 asistentes a la concentración no acudieron un domingo por la mañana a Cibeles para mejorar sus condiciones de trabajo y la situación de la atención primaria en Madrid, sino porque a todos y a cada uno de ellos les cae bastante mal Isabel Díaz Ayuso, a nivel personal. Así lo quisieron transmitir en una manifestación disfrazada como una reivindicación de la sanidad pública.

El falso dilema de la política y la gestión

Estas líneas representan bien – aunque con brocha gorda y de manera hiperbólica – el relato del PP madrileño acerca de las protestas que acontecieron – y que se siguen dando- a lo largo y ancho de la comunidad en la que gobiernan. Estemos más o menos de acuerdo con la gestión o las políticas del gabinete, a todos debería llamarnos la atención el carácter apolítico con el que parece querer revestirse, por oposición, el gobierno de Díaz Ayuso cuando afirma que estas manifestaciones tienen propósitos y motivaciones «políticas». Claro que esta manifestación, como todas, tiene propósitos políticos, ¿este hecho debería deslegitimar una movilización masiva como la que se dio en Cibeles en febrero? 

¿Acaso las decisiones que toma la Junta de Gobierno madrileña no son políticas? ¿Las bajadas de impuestos promovidas por el consejero Lasquetty no son decisiones políticas? ¿La creación de una «Oficina del Español» sin atribuciones claras no es una decisión política? ¿La manifestación convocada por el Partido Popular contra la gestión del Cercanías no fue una manifestación política?

Desde el gabinete parecen querer negar el carácter político de estos hechos, pues sin duda nos encontramos ante la presidenta «menos política» de la historia de Madrid que, sin embargo, no duda ni un segundo a la hora enzarzarse en todas y cada una de las batallas de la «guerra cultural» que se está desarrollando en el espacio mediático de nuestro país. La izquierda, en cada uno de sus movimientos, es siempre política, mientras que la derecha solo gestiona, pues sus decisiones nunca parten de postulados ideológicos ni benefician a sectores concretos de la sociedad frente a otros.

Aunque parece que a Díaz Ayuso le gustaría ser CEO de un Madrid convertido en la empresa más poderosa de una distopía cyberpunk, tiene que conformarse con ejercer como presidenta, es decir, como política profesional: no le queda otra opción que tomar decisiones políticas, como lo son todas las decisiones que tomamos en nuestro día a día. Díaz Ayuso, si bien no es CEO de Madrid, tampoco es ingenua, y es consciente de la ideología ultraliberal de la que emanan sus políticas, al igual que es consciente de que, siguiendo la estrategia de comunicación ideada por Miguel Ángel Rodríguez, en la actual coyuntura socioeconómica quizá le beneficie venderse como una gestora tecnócrata que plantea y aplica las medidas «que hacen falta», sin perderse en debates ideológicos.

Política solo para algunos

Aunque es respetable reivindicar una forma de hacer política en la que los eslóganes y las proclamas ideológicas tengan menos espacio en favor de la negociación, el consenso y la eficacia, lo cierto es que la presidenta de Madrid siempre se apunta a un bombardeo, y no duda en posicionarse y opinar sobre asuntos que trascienden las fronteras madrileñas. Y este debate es legítimo, siempre que sea extensible a toda la sociedad: ¿por qué Ayuso puede hablar sobre la lucha por la libertad y complots anticonstitucionales y el médico o el currela no pueden salir a la calle a exigir unas condiciones dignas de trabajo?

Al final, la defensa de la «antipolítica» es siempre la defensa de la antipolítica de la mayoría o, mejor dicho, el rechazo de la política de parte de la clase trabajadora. Al querer disfrazar la política de las élites como «gestión» y deslegitimar la actuación política de las masas tachándola de desorden, perversión y socialismo, solo se está tratando de alejar a la ciudadanía del ejercicio del poder y la reivindicación de sus derechos. Lo que Ayuso y otros «gestores» pretenden con estos mensajes es que te mantengas trabajando, consumiendo y produciendo mientras ellos se ocupan de que el engranaje siga girando, hasta que en cuatro años puedas volver a votar. Así, los gestores seguirán gestionando de manera límpida, neutral y apolítica- y endogámica, por supuesto- el mecanismo que marca las condiciones en las que se desarrolla tu vida, sin que molestes demasiado

Por más que se empeñen en transmitirlo la presidenta y los populares madrileños, la política no es una fiebre delirante que transmiten los sindicalistas a mordiscos, y tampoco es un diálogo fluido, respetuoso y agradable con el que siempre se logran consensos que benefician a todo el mundo. La política, en tanto que somos seres  agrupados en sociedad, es una ley como la de la gravedad, en la que participamos y por la que nos vemos afectados los queramos o no. Puestos a estrellarnos o a alzar el vuelo, ¿quieres hacerlo por ti mismo, o prefieres que unos gestores «apolíticos» lo hagan por ti?

 

 

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