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Amor de madre

Mi madre me dice que me tranquilice, pero soy igual que ella. Puro nervio que, corriendo de un lado a otro de la casa, tropieza con ella misma al mismo tiempo que salva a sus hijas del precipicio. Un ciclón que se atreve con todo y al que cruzar el medio siglo no le impide afanarse en nuevas pasiones. Ella combina cabeza y corazón con la maestría de quien ha encontrado su vocación.

Mi madre me dice que no me preocupe, pero cose hasta la madrugada para pagar mi viaje de fin de curso. Corrige exámenes de sus alumnos en un sillón de hospital. Duerme un par de horas, culmina con éxito su jornada laboral y aún encuentra fuerzas para dedicarme un abrazo nada más cruzar el umbral de nuestro hogar. Caricias acompañadas de su mirada cómplice donde leo un “todo saldrá bien”.

Mi madre me dice que soy trabajadora, pero ella es incansable. “Para hacer las cosas mal, no se hacen”. Cómo no voy a ser perseverante si ese es el lema de la persona que más quiero. Cuando las frustraciones llaman a mi puerta, enjuaga mis lágrimas y me recuerda quien soy. “Alba, como una hormiguita: poco a poco pero sin pausa”. No sería nada sin ella, no solo porque me haya dado la vida, sino porque me ha enseñado a exprimir la existencia. 

Mi madre me dice que me come la ambición, pero ella vive en el cuento de la lechera. En su versión particular, el cántaro nunca se rompe. Ambas soñamos y ambas cumplimos, porque no le damos el privilegio al azar de jugar en nuestra contra. Y si alguna vez el hado se atreve a contradecirme, tengo la certeza de que ella siempre está en mi equipo.

Mi madre me dice que está orgullosa de mí, pero no sabe que yo lo estoy más de ella. Querría que fuésemos idénticas para calcar sus virtudes, pero entonces perdería la magia de concebirla irrepetible. Mi madre baila, canta y ríe como si la vida fuera eterna. Ojalá lo fuera, para no tener que renunciar jamás a la experiencia de vivirla con ella.

Quizá sea tópico hablar del afecto materno, pero hoy lo ensalzo porque no todos tienen la suerte de sentirlo. Ya que la fortuna está de mi lado cuando cada día sus labios sellan mi frente, como si se tratase de un pasaporte que siempre arriba al mismo puerto, no quiero empezar a dar su aprecio por sentado. Un día más de su cariño es un día menos de disfrutarlo. El tiempo avanza inexorable y por si las manecillas, caprichosas, no frenan, que estas palabras vuelvan nuestro vínculo inmortal. El amor convierte las historias en infinitas. O al menos, el amor de madre. 

 

Regalo del Día de la Madre
Regalo del Día de la Madre | Fuente: Elaboración propia

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