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¿De qué mueren los césares? El ictus que cambió la historia

Cada año mueren en España 25.000 personas a causa de un ictus. El 90% de los casos se podría evitar con una adecuada prevención de los factores de riesgo y un estilo de vida saludable, según la Sociedad Española de Neurología (SEN).

El caso de Trajano

En el año 117 d. C. el emperador Marco Ulpio Trajano gobernaba el Imperio Romano más extenso que conocería la historia. Ese año, su principado de casi dos décadas de políticas expansionistas, conquistas y anexiones sufrió un abrupto final.

A la edad de 63 años, el césar padeció una extraña enfermedad paralizante que terminó repentinamente con su vida. El emperador había sufrido un ictus.

Con su muerte se cierra un capítulo en la historia de Roma, que alcanzó su máxima expansión bajo su mando. Los sucesivos emperadores optaron por una actitud más defensiva de las fronteras ya asentadas, sin poder evitar ceder territorios a los pueblos vecinos. Los siguientes mandatos debieron concentrarse más en la lucha por mantener la unidad del Imperio que por ampliarlo.

Imperio Romano tras la muerte de Trajano, en su máxima expansión territorial | Fuente: Juan Valverde Ayuso

Enfermedad de emperadores y ciudadanos

El ictus es actualmente la segunda causa de muerte en España, la primera entre las mujeres, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Es, además, la principal causa de discapacidad en adultos. Aproximadamente 110.000 personas sufren un ictus cada año en España, y cerca de 25.000 fallecen debido a esta condición​.

La palabra ictus proviene directamente del latín y significa “golpe súbito”. Los romanos todavía no conocían esta enfermedad, que hoy englobamos dentro de los accidentes cerebrovasculares (ACV), pero los textos históricos que han llegado hasta nosotros nos permiten deducir que, efectivamente, esta fue la causa de la muerte de uno de los emperadores más aclamados de Roma.

Diagnóstico de un manuscrito

Dion Casio, político, militar e historiador durante la época romana, recoge que Trajano sufrió al menos “una apoplejía, de modo que quedó paralizada una parte de su cuerpo” (Dion Casio. Trajano, XXXIII, 3). Otros textos históricos insinúan también que el lenguaje del césar se podría haber visto afectado, incapacitándolo para dar órdenes y organizar su sucesión.

De esta manera podemos deducir “que el emperador sufrió un cuadro cerebrovascular agudo, probablemente grave, del cual no se recuperó ni presentó mejoría”. Hoy en día, como nos explican los neurólogos Herrero-San Martín y Villarejo-Galende, esta descripción se corresponde con la de un ictus.

¿Qué es un ictus?

Existen múltiples sinónimos que utilizamos para referirnos a esta enfermedad: un “derrame”, una “embolia”, un “infarto cerebral” o, como apuntaba Dion Casio, una “apoplejía”. Todos estos términos se refinan en la palabra ictus, que tiene un significado concreto: el cese abrupto de aporte sanguíneo a un área determinada del cerebro. Ya sea por un sangrado inesperado (ictus hemorrágico) o porque esas tuberías que son las arterias se “atascan” (ictus isquémico), hay una parte del cerebro que deja de recibir sangre.

Ictus por obstrucción de una arteria cerebral | Fuente: De Blausen Medical Communications, Inc

La sangre no solo aporta todos los nutrientes y oxígeno que el tejido neurológico necesita para sobrevivir, sino que también se encarga de eliminar todas las toxinas que puedan haberse generado (la más conocida es, probablemente, el CO₂). Sin esta función vital, las áreas afectadas del cerebro se mueren.

Síntomas del ictus

La sintomatología del ictus puede llegar a ser muy diversa y florida, ya que depende de qué parte del cerebro haya dejado de recibir sangre. Sin embargo, las afecciones más características son:

Parálisis

Las regiones que se dedican al movimiento, como los brazos, las piernas o la cabeza, son muy extensas y muy exigentes en cuanto a su aporte sanguíneo. Por este motivo, es muy frecuente que las áreas motoras se vean alteradas.

Los pacientes afectados dejan de poder mover repentinamente una mitad del cuerpo (por ejemplo: pierna izquierda, brazo izquierdo y parte izquierda de la cara). Si el ictus es leve (impidiendo la irrigación de una arteria pequeña), la parálisis puede ser más leve (solo un brazo, solo la pierna o solo la cara).

Dificultad al habla

Lo que en términos médicos se denomina afasia. Esta afección es particularmente dura a nivel psicológico para los pacientes. Aunque existen diversas formas de afasia, es frecuente que, desde fuera, parezca que el paciente emite sonidos incongruentes y palabras inventadas. Pero por dentro, el paciente tiene la sensación de estar hablando con total normalidad. Para ellos es muy frustrante no ser entendidos. Del mismo modo, pueden tener una gran dificultad para entender lo que se les dice, así como perder la habilidad de escribir y leer.

Vista

La afectación de la vista es también relativamente común tras un ictus y, de nuevo, puede presentarse de múltiples formas. Lo más habitual es la hemianopsia homónima: la pérdida de medio campo visual, el mismo en cada ojo (por ejemplo, ninguno de los ojos puede ver su campo izquierdo).

Cómo actuar

Trajano no disponía de los medios que disfrutamos hoy en los países más afortunados, pero es importante destacar que la mortalidad del ictus es todavía cercana al 15%, pudiendo llegar al 30% en las presentaciones más graves. El principal elemento que determina la supervivencia o no a un ictus, así como el grado de secuelas en los supervivientes, es el tiempo.

Ante la más mínima sospecha tras la aparición de alguno de estos síntomas, es fundamental llamar inmediatamente a los servicios de emergencias, incluso si los síntomas parecen transitorios o ya han cesado. No se puede predecir quién ni cuándo sufrirá un ictus, de modo que reconocer estos síntomas puede salvar una vida; en ocasiones la propia, pero con más frecuencia la de un amigo, un familiar o un compañero.

Cómo prevenir un ictus

Los factores de riesgo para esta enfermedad están muy bien definidos en la evidencia médica. La edad avanzada, la hipertensión y el tabaquismo son los principales actores en esta patología. Sobre el primero no se puede actuar, pero la hipertensión y el tabaquismo son modificables y su corrección supone la mejor defensa para prevenir un ictus. Otros factores, igualmente importantes, son: la diabetes, el colesterol alto y la obesidad, el sedentarismo y el alcohol.

La Sociedad Española de Neurología (SEN) estima que, si pudiéramos eliminar todos estos factores de riesgo, reduciríamos en un 90% los casos de ictus.

Esta enfermedad lleva milenios entre nosotros y, como tantas otras, no distingue de razas, jerarquías ni oficios. Trajano murió en la actual Turquía, cuando emprendía su viaje de regreso a Roma tras sus campañas en Oriente. Bajo su mando directo de las legiones se produjo la conquista de la Dacia, la reconquista de Armenia, y la conquista de Seleucia, Ctesifonte y Babilonia. Se extendieron las fronteras del Imperio hasta los límites de la India y el mar Rojo, alcanzando así la máxima extensión geográfica del Imperio. Pero, al final, el césar murió como morimos todavía hoy la mayoría de nosotros: a causa de un ictus.

En este artículo de los ya citados Herrero-San Martín y Villarejo-Galende, los lectores más curiosos podrán profundizar en los aspectos neurológicos de los últimos años de Trajano, aportando una perspectiva histórica a una enfermedad tan presente todavía en nuestra sociedad.

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