Ruben Östlund consigue con su sátira sobre los ricos, la opulencia y el sistema de clases tres nominaciones a los premios Óscar: mejor película, dirección y guion original
El triángulo de la tristeza es el último trabajo del reconocido director sueco Ruben Östlund. En él se cuenta la historia de un grupo de ricos en un yate de lujo, al que acuden invitados Carl y Yaya, una pareja de modelos e influencers, justo después de la semana de la moda. Conviven durante unos lujosos días con este grupo de millonarios, y la tripulación del yate, hasta la llegada de la cena de gala cuando tienen que hacer frente a una tormenta que amenaza con poner en riesgo el yate, así como a la posición y el estatus de cada uno de los personajes.
Palma de Oro en Cannes
La producción sueca, aunque rodada en inglés – razón por la que no compite en la categoría de mejor película internacional – llega a los Óscar con tres nominaciones, algunas de las más importantes de la noche, mejor película, dirección y guion original. La carrera del filme sueco a Hollywood está marcada por el éxito en los Premios de Cine Europeo – mejor película, director, actor y guion – y por la Palma de Oro del Festival de Cannes, el máximo reconocimiento de uno de los tres festivales de cine más importantes.
Durante las más de dos horas de película Östlund retrata en un tono satírico muy elevado la sociedad de clases a través de un grupo de ricos, tremendamente escritos e interpretados, a los que reúne en un yate de lujo capitaneado por Woody Harrelson, un estadounidense borracho y marxista.
En los tres actos en los que está dividida la historia, el director satiriza sin compasión sobre temas como el culto a la belleza, las apariencias en redes sociales, la masculinidad frágil, el racismo, la absurda opulencia de los más ricos, el poder y el abuso de este en la sociedad de clases o el viejo conflicto capitalismo-socialismo magistralmente representado por Woody Harrelson y su antagonista, un ruso capitalista que guarda un parecido razonable con Marx, y que protagonizan una de las mejores escenas de la película.
En El triángulo de la tristeza los personajes son llevados a un absurdo absoluto que, entremezclado con tintes de humor negro, componen una comedia divertidísima que como muchos han bautizado, representa lo que se espera de una comedia del siglo XXI. Pero pese a su brillante guión, especialmente durante los dos primeros actos, la película se acerca al final con una destacable pérdida de ritmo, posiblemente por suceder la frenética y excesiva – en el mejor sentido – escena central de la película que, sumado a la falta de una reflexión final potente, hacen que el director sueco no pueda firmar una película redonda.