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martes, 26 septiembre, 2023

‘El Bola’: por qué el cine de los 2000 sigue siendo importante

La película, estrenada hace casi 23 años, se enmarca en el fascinante género del «cine quinqui»

Cuando hablamos de películas que nos marcan, algunas lo pueden hacer para bien o para mal. Pueden gustarnos o volverse nuestras peores enemigas, pero en este caso esta película consigue lo primero.

Hablo de El bola, dirigida por Achero Mañas (1966) y estrenada en el año 2000. No sé cómo no la conocí antes, puesto que fue galardonada con cuatro premios Goya. Y no me extraña en absoluto. Es más, resultan hasta escasos. Supongo que mi ignorancia con respecto a esta película es consecuencia de esa fase de pedantería supina que todos vivimos en la adolescencia. De ese empeño en darle la espalda a todo lo patrio, predicando que todo lo extranjero siempre va a ser, por definición, mejor. Y cuán equivocado estaba.

La sinopsis es simple en apariencia: Pablo, el protagonista, interpretado por Juanjo Ballesta, vive una vida —de cara al resto de sus compañeros de clase— de lo más normal, en un barrio humilde, nada destaca especialmente. Sin embargo, todo cambia cuando Alfredo —encarnado, en su caso, por Pablo Galán— que además es el recién llegado, se incorpora a su clase. Este chico le brinda la oportunidad de descubrir lo que puede llegar a significar contar con una verdadera familia, una familia que se elige.

Mediante la interacción con Alfredo, cuyo comportamiento se asemeja enormemente al de un hermano —puesto que el instinto de protección que florece en este primero se produce de manera casi automática, además de muy pronto— descubrimos que el protagonista es víctima de abuso por parte de su padre —cuyo papel interpreta Manuel Morón—. Tal abuso responde a la pérdida de su primogénito, y a la consecuente incapacidad —y, por qué no decirlo, falta de voluntad— de gestionar las emociones que se experimentan en contextos como ese.

Alfredo y Pablo, respectivamente, estrechando sus vínculos
Pablo, el protagonista, evidenciando los abusos que recibe

Así, con esta grave situación como pretexto, Pablo por fin conoce las bondades de contar con personas que te apoyan y te respetan de manera genuina. Algo que él, por desgracia, no había vivido hasta entonces.  Conoce lo que es pertenecer a una familia, el saber que si sucede algo malo, tendrás a alguien que te apoye, te consuele y te cuide.

El filme culmina con algo que, dependiendo del espectador, puede molestar sobremanera: un final abierto. Y aunque vemos cómo al final dichos abusos salen a la luz, no llegamos a conocer qué sucede después de eso. Y si bien no es difícil deducirlo, la película nos deja con las ganas de verlo plasmado en la propia historia.

En definitiva, El bola es, sin lugar a dudas, un ejemplo de las tan buenas películas que existen en nuestra filmografía, por lo que he de terminar alabando una vez más nuestro cine. Puesto que se han hecho, se hacen y se harán películas extraordinarias, historias que nos marcarán para siempre, como me ha pasado a mí en esta ocasión.

Nuestro cine es un vivo reflejo de nuestro país. Una muestra de cuánto arte y vocación existe, de cuánto valor tiene nuestra cultura.

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