La nueva novela de Gabriela Wiener, Atusparia, es rompedora, satírica y en ocasiones autoficcional, pero habla de los sueños, el amor, el caos y la traición
Gabriela Wiener (Lima, 1978) es un todoterreno de las palabras. Nació en Perú, pero desde el año 2003 reside en España. Es periodista, además de escritora, habiendo publicado en cabeceras de la talla de El Comercio, Corriere della Sera, Esquire, Clarín o La Vanguardia. En 2018 fue galardonada con el Premio Nacional de Periodismo de Perú por su investigación sobre violencia de género. Es una artista total, pues además de novela, ha escrito también poesía, así como ha realizado numerosas performances como parte de su trabajo literario.
Víctima de un experimento
Atusparia no es su primera novela, pero sí se trata sin duda de la más rompedora. Esta obra, publicada por el sello Penguin Random House, nos plantea una pregunta de base: ¿Es posible construir un colegio comunista en Perú en los años 80? La respuesta es sí, pero la obra muestra los enormes problemas que enfrentaría tal atrevimiento. Y sobre todo, nos muestra una vez más cual es la perdición de cualquier movimiento revolucionario: sus luchas intestinas. ¿Qué sucede cuando las diferencias insalvables que caracterizaron al comunismo soviético tardío se representan, en menor escala, entre los responsables de un colegio? La respuesta es sencilla: sucede el caos.
Atusparia nos cuenta la vida de una niña, cuyo nombre desconocemos, ya que se identifica con el propio nombre de la novela. Este nombre corresponde a dos cosas diferentes. En primer lugar, es el apellido de un revolucionario y político peruano que lideró la Rebelión de Huaraz en 1885, que terminó con su muerte y la de miles de campesinos peruanos a manos del régimen. Por otro lado, Atusparia es el nombre que recibe el colegio donde estudia la protagonista, de inspiración soviética y un lugar único en el país.
No se trata de un colegio normal, pues fue ideado por graduados peruanos de una universidad moscovita. Sus fundadores, de ideología comunista, decidieron crear un colegio que emulase a los de la URSS, donde los niños aprendiesen ruso, ajedrez o ballet. De esta manera, los niños crecían queriendo convertirse en cosmonautas, como Yuri Gagarin, ajedrecistas, como Gary Kaspárov, o simplemente ciudadanos soviéticos, ampliamente capacitados y culturalmente preparados. Sin embargo, el telón de fondo de la obra es Latinoamérica en los años 80, más concretamente Perú. Un país y un continente asolados por el imperialismo estadounidense y el terrorismo, dando especial importancia al grupo terrorista peruano Sendero Luminoso.

Luchas de poder
A través de la caída de la Unión Soviética, se producen una serie de luchas intestinas de carácter ideológico dentro de la dirección del colegio. Se forman dos bandos: el primero lo constituyen APEGUS, la asociación que fundó el colegio, y liderado por Aníbal Lanceros, su presidente, y las profesoras de nacionalidad rusa. El otro es liderado por Asunción Grass, profesora de lengua y literatura y revolucionaria frustrada, cuya intención es que los niños no olviden su identidad cultural indígena y ahonden en la historia de los movimientos revolucionarios campesinos. Grass introduce a los estudiantes a autores como José Carlos Mariátegui o Manuel Scorza, cuyas obran poseían un fuerte contenido indigenista. A través de estas disputas, se plantea una dicotomía importante: ¿los niños del Atusparia deben ser rusos o peruanos? ¿Deben aprender el alfabeto cirílico o la historia del campesinado peruano?
Como la propia autora menciona en su obra, la perdición de un movimiento revolucionario siempre son las luchas intestinas. Las luchas de poder, motivadas por desacuerdos en cuestiones de base, debilitan los movimientos transgresores y terminan destruyéndolos desde dentro. En este caso, la batalla cultural del Atusparia culmina de forma trágica.
En los años posteriores, la protagonista crece, y se entrega a una espiral de amor tóxico, drogas y desenfreno sexual, que la alejarán de sus viejos ideales de educación. Posteriormente se convertirá en política, en la candidata del pueblo. Viaja a Puno, una zona campesina que pretende independizarse de Perú para la creación de un estado indígena. Presenta una candidatura para liderar el país, pero sufre otro final trágico: su encarcelamiento en una prisión de máxima seguridad en la selva amazónica.
Una vida sin rumbo
Atusparia es una obra de estilo satírico, contada a partir de la voz de una protagonista que, en plena adolescencia, ve su vida hecha pedazos. Todo aquello por lo que estudió, sus mayores referentes culturales y todas las promesas de prosperidad en la Unión Soviética se esfuman. La historia de una niña a la que prepararon para ser cosmonauta, ajedrecista profesional o bailarina de ballet moscovita, pero antes de que pudiera terminar dichos estudios, todo se rompe. Y de la manera más cruel, a través de la muerte, la destrucción y el caos.
Lo que queda entonces es solo un cascarón, vulnerable a todos los estímulos que le fueron privados en pos de su educación extranjera. Ese mismo cascarón es el que, con el paso de los años, trata de recomponerse al recuperar su formación de élite y reconciliarla con la identidad de sus antepasados. Lo hace para encontrar finalmente un propósito: el de ser las voz de todos aquellos que fueron silenciados.

Diversidad en el estilo
Los pasajes de la obra comienzan a desarrollarse en orden cronológico. Pero al llegar a la madurez de la protagonista, se convierten en fragmentos cortos y de estilos completamente diversos. Desde un informe policial hasta una entrevista, pasando por un relato de una alpaca autoconsciente que desarrolla ideas revolucionarias. El ritmo de Atusparia es frenético y en ocasiones confuso. Pero eso no hace más que empujar al lector a unir por sí mismo las piezas del relato. A través de giros de guion imprevisibles, asesinatos y traiciones, Wiener logra mantener atrapado al lector. Este quizá no comprende qué está leyendo exactamente, pero no puede despegarse del texto.
En suma, Atusparia es una novela ideal por numerosas razones. En primer lugar, ofrece un punto de vista exquisito para comprender la realidad social de Latinoamérica a finales del siglo XX, con un panorama político caótico, dominado por la violencia, el horror y el autoritarismo. A su vez, se trata de un aprendizaje profundo acerca de los movimientos revolucionarios campesinales en Perú, la riqueza cultural indígena y lo que supone volver a ella después de mucho tiempo distanciada. Por último, Atusparia nos muestra, a mínima escala, la decadencia del comunismo soviético, añadiéndole el componente surrealista de que sus luchas de poder, sus traiciones y sus desacuerdos no tienen lugar en el Kremlin, sino en un pequeño colegio de Lima.

