Entrevista a un fiel defensor de una lengua casi desconocida pero viva: el extremeño
Aníbal Martín es traductor, escritor y extremeño. Su vida ha estado repartida en muchos pueblos y le cuesta elegir favorito. La Huetre o La Güetri, el pueblo de su familia en Las Hurdes, fue origen de lo que es hoy una de sus grandes pasiones: divulgar sobre el extremeño. Pero no la única, ha sido candidato de Catalunya Actúa y de Más País en Barcelona, toca el piano y ha escrito tres libros. Según la RAE, el extremeño es una variedad del español que se habla en Extremadura. Aníbal Martín desmiente esta creencia y nos explica los orígenes del extremeño, también llamado castúo.

Pregunta: En la universidad, cuando me hablaban de extremeño, era el dialecto meridional, ¿el extremeño del que tú me hablas se podría considerar una lengua?
Respuesta: Sí. Está la frase que decía que una lengua es un dialecto con marina. Entre lengua y dialecto no hay una diferencia lingüística sino extralingüística. En la consideración de los hablantes, la diferenciación histórica de ese territorio… Pero no puedes coger un trozo de una lengua y decir que es un dialecto. O “hablas de transición”, que es porque consideras que hay una entidad que es el castellano de Castilla y otra que es el andaluz y todo lo que hay en medio es un habla de transición. Eso es una decisión arbitraria. Si romances como el castellano o el asturiano se consideran lenguas, otro romance como el extremeño, con todas sus particularidades, lo puedes considerar también. Da igual como lo llames, lo importante es que lo uses y lo promociones. “Yo pienso que en realidad es un dialecto del castellano”, esto es totalmente incorrecto porque no viene ni del castellano, viene del leonés.
P: ¿De dónde viene el extremeño? ¿Del leonés exclusivamente o tiene influencia de otras lenguas?
R: Es un romance que surge cuando se repuebla Extremadura durante la Reconquista Cristiana. Extremadura estaba dividida a la mitad por el reino de León y el reino de Castilla. En toda la parte de León y del norte de Huelva vienen personas del leonés oriental: Cantabria, Asturias y demás. La mayor parte del vocabulario es compartido. La gente que conozco que domina el cántabro se ponen a hablar y, excepto la aspiración de la «s» que nos caracteriza a nosotros, es muy parecido. Nosotros también tenemos muchos rasgos de romances occidentales. Compartimos muchas cosas con el gallego y el portugués. En Extremadura hubo pueblos que desde el principio se repoblaron con personas que venían de Galicia. También tenemos arcaísmos del castellano.
P: ¿En qué zonas podríamos decir que se habla más el extremeño?
R: En toda la zona del este se habla menos porque perteneció al reino de Castilla. En cambio, en la zona occidental se ha venido hablando más extremeño y también las hablas fronterizas con Portugal. Por eso te encuentras con pueblos de Badajoz que tienen influencia leonesa. Incluso pueblos en el norte de Huelva. Plasencia era reino de Castilla desde un principio pero en cambio en la Vera (a 40 kilómetros de Plasencia) hubo pueblos repoblados por personas de León y el valle del Jerte también. O la zona de Talavera ya en Toledo. Se ha conservado mejor en aquellos núcleos de población o comarcas más aisladas. Pueblos muy concretos como Serradilla o Malpartida de Plasencia. La disglosia del castellano allí ha sido menor.

P: ¿En tu familia y en tu pueblo es muy normal hablar castúo?
R: Hay muchas veces que las personas no hablan así por complejo, porque siempre se ha dicho que esto es hablar mal. Mis primos recuerdo que se fueron a estudiar a Salamanca y cuando volvieron decían cosas como “mira, ya nadie nos nota que somos de Las Hurdes en Salamanca”, haciendo un ejercicio de disglosia tremendo. Mi padre, por ejemplo, habla parecido a como yo te estoy hablando ahora, pero, era llegar, tomarse un café en una cafetería cerca de mi pueblo y ya le cambiaba totalmente.
P: ¿Crees que el extremeño acabará por desaparecer?
R: Si seguimos el ritmo de ahora, eso va a pasar segurísimo. No lo podemos mantener simplemente las personas que lo hablamos. Todavía hay muchos hablantes vivos. Esto es algo que se ha querido negar o hay gente que simplemente lo desconoce. Tú vas de turismo a Las Hurdes pero no vas a un pueblo y te pones a hablar con la gente de allí o, si te hablan a ti, te van a hablar de una manera que vayas a entender. Si empieza a promocionarse y a protegerse un poquito más, no desaparecerá.
P: ¿Cómo crees que es más correcto llamarlo: extremeño o castúo?
R: El castúo fue una palabra que acuñó Luis Chamizo. Castúos eran los campesinos. Por extensión, se llamó así a su habla. Hoy en día castúo tiene el matiz de habla tradicional. A mí me gusta más extremeño porque la gente me ha ido mandando el vocabulario de su pueblo, el léxico que ha recuperado y al final lo lees todo y hay variantes muy pequeñitas. ¡Y anda que no hay variantes entre el español de México con el español de aquí! Yo sí que veo una unidad tanto en el léxico como en la gramática, así que a mí extremeño me resulta cómodo. Pero ya te digo que es una cosa muy moderna para mí. No tenía esta concepción de unidad y me da rabia que se explique tan poco.
Hay un adverbio extremeño que usaba mucho mi abuela con el sentido de «cuando en realidad…», pero del que he encontrado poquita información:
🔸manigual🔸
Un ejemplo:
– Essi furriacu está a idil pol puebru de que me petó abondu ve-lu, manigual me cumpría bastacu.
— Aníbal Martín (@anibal_mb) August 31, 2021
P: ¿Podrías decir un dato sobre el extremeño que poca gente sepa o que te parezca interesante?
R: Hay personas que no saben que había literatura en extremeño, la típica es Gabriel y Galán y Luis Chamizo. Reproduciendo el habla de los extremeños ha habido otros autores que lo han escrito desde el siglo XIX. También que [el extremeño] no solo se circunscribe a Extremadura. Hay un investigador en la zona de Talavera que siempre insiste en que los rasgos son comunes. Había una provincia, que se llamaba la provincia de León, que estaba en el centro de Extremadura y esa provincia llegaba al norte de Huelva. Esos pueblos se apellidan “de León”. Por eso en el norte de Huelva, en la sierra, el habla es muy parecido.
P: Tanto en tu Twitter como en tu Instagram divulgas explicando palabras, dichos o el significado de nombres de pueblos extremeños, ¿de dónde te viene todo este conocimiento?
R: La mayoría me viene de mi pueblo, de mi entorno y de mi familia. No he sido consciente de que tenía este bagaje hasta relativamente hace unos pocos años. Yo sabía que en Las Hurdes teníamos esa forma de hablar distinta, sabía que venía del leonés pero lo que no sabía es que se compartía con otros sitios de Extremadura. Cuando oía cosas del extremeño o del castúo no me afectaban. Pensaba, «será un dialecto que han hecho mezclando cosas de aquí y de allá». Cuando un día me puse a leer y escuché a una mujer de Badajoz, de Oliva de la Frontera y, de repente, la veo hablar y parecía mi abuela. El tonillo, el vocabulario… y ¡de una punta a otra!. A partir de ahí empecé. Y lo único que tenía que hacer era pensar cómo hablábamos en mi pueblo, cómo hablaban mis abuelos entre ellos, cómo habla mi padre con mis tíos. Luego mi familia, como sabe que me gusta mucho, me comenta palabras que no sé. Con mis abuelos hablaba así. Yo no me he puesto a hablar de la noche a la mañana de esta manera.
P: ¿Cuándo empezaste con la divulgación?
R: Lingüística no hace tanto tiempo. Unos tres años. Pero siempre me ha gustado contar cosas. Tenía un blog en su época. Recomendaciones de libros, ensayos…
P: Has publicado tres libros, si no me equivoco, y has colaborado escribiendo en diversas publicaciones entre ellas eldiario.es, ¿qué significa para ti la escritura?
R: Ha ido significando cosas distintas a lo largo de mi vida. De más pequeño desahogo, por eso escribía poesía. Luego cuando empecé con los artículos de opinión también desahogo, pero más racional. Y después, mucho más constructivo. Ya cuando escribo poesía no suele ser por desahogo, suele ser por el placer. A medida que escribes vas encontrando verdades pequeñitas que puedes compartir con otras personas, no grandes verdades. Y cuando escribo más ensayístico es sobre todo por la divulgación, que me gusta muchísimo. Especialmente de temas que no están tan trillados. Es que, o cuento yo que existe esta palabra que la decía la gente de mi pueblo, que son 200 personas, o cuando todo el mundo se haya muerto, desaparece y punto. Con ese afán de divulgar un poquito es por lo que escribo hoy en día.

P: Respecto a los artículos que has escrito, en 2016 publicaste uno en eldiario.es que se llamaba “Resta de identidades”. ¿Te sientes igual a entonces?
R: Yo siempre he sido muy poco identitario pero, respecto al extremeño, en esta época pensaba todavía que el hurdano era una cosa y que lo demás eran cosas de aquí y de allá y que se habían inventado el dialecto. En esa parte no. La realidad me ha demostrado que el hurdano tiene el 90% de cosas en común con las hablas de otros pueblos y yo las desconocía. Yo nunca hago una defensa del patrimonio lingüístico ni de ningún tipo basado en mi identidad personal. Lo haría igual de cualquier otro patrimonio que yo viera amenazado y que conociera aunque no fuera del sitio ni mi familia fuera de allí. No tengo ningún interés en crear una especie de nacionalismo extremeño ni nada por el estilo. Me parece lícito, pero no es la razón. Es que lo conozco mucho y me parece que hace mucha falta.
P: Para terminar, ¿nos podrías dejar una palabra en extremeño que te guste o te resulte bonita?
R: Hay una palabra que se llama fragüín. La recoge la RAE con la marca de Extremadura y es un arroyo pequeño que corre por terrenos fragosos. Se lo dicen mucho en mi pueblo a los niños pequeñitos. Estos niños que van de un sitio a otro saltando por las piedras.