Al ensayo contribuyen el pontífice, los profesores Juan Grabois y Alessandro Santagata y el ministro Pablo Bustinduy
«Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre y cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero que hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño, pero si hablo de esto para algunos resulta que el papa es comunista. No se entiende que el amor a los pobres está en el centro del evangelio». – p. 25 de ‘Tierra, techo, trabajo’
Desde el 2014 al 2016, los Encuentros Mundiales de los Movimientos Populares trataron la lucha que podría estar marcando el futuro de la democracia. En palabras del fallecido Immanuel Wallerstein, fundador del análisis de sistemas-mundo, el mundo se debate entre espíritu de Porto Alegre vs. el espíritu de Davos. Es decir, está en juego la defensa de la igualdad entre los pueblos frente a las tendencias globalizadoras más jerárquicas y explotadoras.
‘Tierra, techo, trabajo’ recoge los discursos que el Papa Francisco dio durante los tres encuentros. El ensayo cuenta además con los análisis de Pablo Bustinduy, ministro español de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030; Juan Grabois, militante popular argentino y Alessandro Santagata, investigador interesado en la trayectoria política de los movimientos católicos italianos.
Los ‘poetas sociales’ frente al ‘Imperio del dinero’
Para Francisco los participantes en los movimientos populares hacían poesía social. Eran «creadores de trabajo, constructores de viviendas y productores de alimentos, sobre todo para los descartados por el mercado mundial». En definitiva, no solo protestaban para que los gobiernos respetaran las «tres T», sino lideraban proyectos donde se cumplían.
Precisamente para el papa ser solidario significa pensar y actuar en términos de comunidad, de manera que se priorice la vida de todos sobre la apropiación de bienes de algunos. La solidaridad pasa por luchar contra las causas estructurales de la pobreza y «enfrentrarse a los destructores efectos del Imperio del dinero».
«La solidaridad, entendida en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares» – p. 24 de ‘Tierra, techo, trabajo’
Globales, pero no universales
Ante la destrucción de la tierra, el Papa Francisco piensa que hay un imperativo ético de actuar, sin embargo, las cumbres internacionales no están haciendo justicia. Impermisible. Así califica el dejar que los intereses globales, pero no universales, se impongan sobre Estados y organismos internacionales. En este sentido, el Papa desconfía en general de los eufemismos, porque se eligen (casi) siempre para perpetuar las injusticias.
«Una persona segregada, una persona apartada, una persona que está sufriendo la miseria, el hambre, es una persona en situación de calle: palabra elegante, ¿no? Ustedes busquen siempre; por ahí me equivoco en alguno, pero, en general, detrás de un eufemismo hay un delito.» p.27 de ‘Tierra, techo, trabajo’.
¡A meterse en política!
Francisco ánima a no tener miedo a meterse en «las grandes discusiones, en política con mayúscula». Eso sí, avisa de dos riesgos: dejarse encorsetar y dejarse corromper. Habla del corsé de las «políticas sociales», ese que no deja aire para la política económica o la política con mayúscula.
«Esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres, pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos, a veces me parece una especie de volquete maquillado para contener el descarte del sistema» -p.72 de ‘Tierra, techo, trabajo’
Frente a la «tentación la corrupción», considera que el mejor antídoto es la austeridad moral y personal. Por lo que llama a que la exijamos a los dirigentes.
También tiene palabras para aquellos con demasiado apego por las cosas materiales o el espejo. Pide que se liberen de sus ataduras. Ese tipo de personas no deben meterse en política, organizaciones populares, movimientos sociales y/o el seminario. De lo contrario se harán daño a si mismos, al prójimo y a la causa que enarbolan.
La Iglesia aboga por la acción
Para Santagata, los discursos «representan la última etapa de un proceso que comenzó con el Concilio Vaticano II«, pero que sufrió una regresión con el pontificado de Juan Pablo II, defensor de una Iglesia más tradicional.
En cuanto a los sucesores del papa polaco, Santagata y Bustinduy señalan diferencias abismales de pensamiento. Benedicto XVI condenaba la base marxista que apreciaba en la teología de la liberación y veía la pobreza como una cuestión moral. En cambio, para el Papa Francisco las causas económicas y sociales son claves para entenderla.
Reflexiona Santagata sobre la verdadera novedad que se vio en la Iglesia bajo el mandato de Francisco. Apunta a que la institución eclesiástica no hacía una declaración genérica, como muchas otras. En su lugar, proponía objetivos específicos, denunciaba hechos concretos y hacía preguntas concretas.
Unidos por el humanismo
Con tantas organizaciones y militantes presentes en los encuentros, puede sorprender que el dogma católico no supusiera un gran freno. Sin embargo, como explica Grabois, la actividad de los eventos se concentraba en asuntos específicos relacionados con la lucha por la tierra, el techo y el trabajo. Es más, se impuso el método de la cultura del encuentro, cuya premisa era el respeto a todo tipo de crítica.
Es más, según Grabois, el modelo de Iglesia que Francisco proponía era «completamente diferente». El sumo pontífice se postulaba como el siervo de los siervos de Dios y los obispos estarían al servicio del pueblo, siendo este prevalentemente laico.
«Las palabras de Francisco deben ser escuchadas, porque en ellas se encuentra una salida humanista para esta crisis mundial» – Grabois en la p.93 de ‘Tierra, techo, trabajo’.
La izquierda necesita al Papa, ¿qué?
Escribe Bustinduy en Tierra, Techo, Trabajo que en el discurso del Papa Francisco hay muchas cosas «que no tenemos, que nos hacen falta» a los ateos. Piensa que hay algo que a la izquierda se le escapa de la globalización. Y durante esta crisis «profunda» y «decisiva» del proceso mundial, la carencia de la izquierda se ha hecho notar.
En palabras de Bustinduy, la teología geopolítica de Francisco sirve a los que piensan en la transformación del mundo tras la pandemia. También a los que miran hacia la articulación del ciclo siguiente de la lucha para democratizar la globalización.
En definitiva, analizar los discursos del pontífice puede ser un placer para cualquier lector. Me gustaría decir adiós a su figura como se despidió él en los dos últimos encuentros. Os pido que por favor recéis por él, y los que no podéis rezar, le penséis bien y le mandéis buena onda.

