
95 años de poesía viva partieron de este mundo el pasado 1 de marzo de 2020. El poeta, teólogo y dirigente nicaragüense Ernesto Cardenal cuya unión con el sandinismo era verdadera dejaría un gran legado no solo poético, sino también histórico a nivel nacional en Nicaragua y a nivel internacional con su poesía. Si nos centramos en su legado poético y abrimos una línea temporal en la que pudiésemos incluir a poetas contemporáneos, uno de los nombres que más tendría, o mejor dicho, tiene relevancia es el de Ernesto Cardenal. El manejo del verso libre, su teología, su dogma católico y su poesía pura, impura, metafórica y en muchas ocasiones mística lo llevaron a la cúspide del éxito llegando a estar nominado en el año 2005 al Premio Nobel de Literatura que no recibió.
Ernesto Cardenal nació el 20 de enero de 1925 en Granada (Nicaragua). Es considerado por muchos literatos de los últimos poetas pertenecientes a la Generación del siglo 20, junto a nombres como Pablo Neruda o Vicente Huidobro. Su figura siempre estuvo ligada a la política y este hecho trajo consigo diversidad de consecuencias. Una de ellas fue que el Papa Juan Pablo II lo privara del ejercicio como sacerdote, hasta que el Papa Francisco lo perdonará en 2019. Su legado poético es célico y la conectividad con el lector cuando lee sus poemas está al alcance de muy pocos. Entre sus obras que han marcado el mundo de las letras hispánicas encontramos: Salmos, Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, Oráculo sobre Managua, Cántico Cósmico o Telescopio en la noche oscura.
Por otra parte, cabe destacar que la editorial Trotta el pasado mes de febrero presentó una antología completa del vate nicaragüense, en un solo volumen que cuenta con más de mil páginas. En dicha edición, el lector se adentra a la poesía del Ernesto más poético de la mano de María Ángeles Pérez López, poeta y profesora de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca. No solamente ella nos guía en este viaje poético, sino también Pérez López que es el encargado de desglosar algunos de los puntos de la metodología poética del autor.
Su recorrido —tal y como indica la obra— se abre en «Epigramas» y se cierra en el reciente «Hijos de las estrellas», en el que se incluyen poemas inéditos: “Estamos en el firmamento” y “Con la puerta cerrada”. Dicha antología fue editada en contacto permanente con Ernesto Cardenal y gracias a ello descubrimos las distintas facetas del autor: poeta, historiador, antropólogo, místico, revolucionario… Todo ligado a un concepto: el amor. Tal y como podemos observar en uno de sus epigramas:
Yo he repartido papeletas clandestinas,
gritado: ¡VIVA LA LIBERTAD! en plena calle
desafiando a los guardias armados.
Yo participé en la rebelión de abril:
pero palidezco cuando paso por tu casa
y tu sola mirada me hace temblar.
En Epigramas tocamos el alma con la palabra y el trasfondo poético al Ernesto de sus principios:
«Esta será mi venganza:
Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta famoso
y leas estas líneas que el autor escribió para ti
y tú no lo sepas».
Un Ernesto conmovido por el rechazo amoroso:
«Muchachas que algún día leáis emocionadas estos versos
y soñéis con un poeta:
sabed que yo los hice para una como vosotras
y que fue en vano».
El legado que nos ha dejado a los nicaragüenses es para siempre. A Ernesto lo lloraremos en silencio porque siempre será poesía necesaria en tiempos de incertidumbre. Un estilo poético que no se apagará ni con el paso de los años. Su partida ha marcado un antes y un después dentro la cronología poética de Nicaragua. Justamente se ha ido cuando sus poemas más resuenan en mi mente. Cuando un país revolucionario está partido en dos y no busca refugio en la palabra. Ernesto fue, es y será verso inevitable. Fue palabra de diálogo cuando su pueblo más lo necesitaba. Ernesto fue poesía, paz, amor y libertad. Su legado poético no se apagará nunca o por lo menos no dejaré que se apague.