Andrés Moreira, la odisea de ser escritor en Centroamérica
Andrés Moreira (Nicaragua, 1991) es poeta y editor. Dirige Tácna Editorial. Ha publicado poemarios como La Suma de los daños (Casasola Editores, 2020) y próximamente verá la luz La edad de la destrucción (Malpaso Ediciones). Sus poemas han sido traducidos al inglés e italiano y ha colaborado en revistas como Central American Literary Review (Nicaragua), Círculo de poesía (México), Revista Antagónica (Costa Rica), entre otras.
Con un sistema editorial centroamericano inexistente, donde la validez no te la da un premio literario, sino la calidad de la obra, allá en ese fragmento de tierra ignorado por el mundo, se abren camino en medio de las tempestades, voces de poetas jóvenes como la de Andrés Moreira. En esta entrevista, el autor nicaragüense nos habla de su acercamiento a la palabra, sus poemarios, la insignificancia de los premios literarios y, sobre todo, las calamidades del sector editorial y el funcionamiento de los festivales al otro lado del Atlántico.
El acercamiento a la palabra
P: ¿Cómo empiezas a interesarte por la literatura y, sobre todo, por un género tan minoritario como la poesía?
R: Empecé en la universidad. Leía muy, muy poca poesía. Tal vez habré leído a los clásicos, seguía a Lorca, Calderón de la Barca y a Rubén Darío, obviamente. Nunca me había puesto a escribir. Me gustaba leer mucho, pero ni en primaria ni secundaria me dio por escribir. Tal vez escribía un par de canciones, porque tenía la loca idea de tener una banda de Metal extremo, pero nunca se concretó.
P: ¿Cuál es el primer libro que cae en tus manos?
R: El primer libro que cayó en mis manos es Viaje a la galaxia azul, de Joaquín Aguirre. Era una noveleta para niños al estilo de Julio Verne.
P: ¿Ese interés por la palabra viene influido por algún familiar?
R: En casa sí habían libros. Mi abuelo tenía un librero bastante nutrido de clásicos y gracias a mis abuelos tuve la oportunidad de leer a Mark Twain, Las mil y una noches y cuentos. Sin embargo, ya en la universidad fue diferente. Paso de estudiar Contabilidad a Letras. Allí me encuentro un mundo en el que me sentía más a gusto. En la universidad daban talleres de poesía y un amigo me lo recomendó. Al fin y al cabo, parece que no era tan malo lo que escribía. Empecé a tener más consciencia sobre el lenguaje, el verso y a ensayar la palabra como tal.
P: ¿Por qué la poesía y no otro género como puede ser el ensayo, la novela?
R: Tengo una novela escrita como desde 2009, pero nunca he dado el siguiente paso. La he ido trabajando, la he reescrito, perdido, la he vuelto a escribir y mientras aprendo más, voy quedando en que no quiero publicarla nunca. He escrito relato, ensayo, pero se me conoce más por poeta, ¿no? [sonríe]. Yo soy un autor bastante vago. Tiendo a vivir primero y escribir luego.
La suma de los daños y La edad de la destrucción

P: Tu primer libro es La suma de los daños. Vemos referencias a Miguel Hernández o Joaquín Pasos. Un poemario con un tono recopilatorio.
R: Este libro lo empecé a escribir a partir de los talleres que estaba tomando. Así que varios de esos poemas son ejercicios formales de la escritura. Empecé a experimentar nuevas formas, ideas o tal vez decir: “Le voy a robar este artificio a tal autor y lo haré mío” para aprender de él. Yo creo que no hay límites para eso. Decidí recopilar los poemas que había publicado en la red —la mayoría están publicados en la red—, el libro solo es una recopilación.
P: La primera parte titulada, Bitácora de extranjería, son tus experiencias de inmigrante.
R: Es mi “yo” siendo extranjero en Costa Rica. Entendí todo lo que pasa uno como extranjero y como migrante.
P: Vemos un conglomerado temático, pues hay amor, erotismo, temática social, metaliteratura. ¿Con qué temas te sientes más a gusto?
R: Actualmente, estoy como metido con la metapoesía y tomando temas posmodernos y de nuestro tiempo. Los asuntos social-políticos me están llamando mucho y no como una necesidad, pero sí como un tema que me interesa tratar. El asunto del erotismo lo he relegado un poco, no quiero desgastarme en ello.
P: Hablemos de la parte titulada Memorial del fuego. ¿Cómo viviste el estallido de protestas de 2018 en Nicaragua?
R: Yo vengo de una educación meramente de izquierdas y sandinista. En la que me había ya desinteresado de la Revolución desde que entré a la universidad. Entonces, vos empezás a notar las anomalías, lo sucio y terrible que han hecho con las universidades: acortar presupuestos e incluso eliminar las humanidades. Lo de 2018 fue solo un empujón y me di contra la realidad: “Esto está pasando. ¿Qué vas a hacer?”. Uno como persona no violenta o que se dedica al trabajo intelectual: “¿Qué vas a hacer? Vas, salís a la calle. Te matan… ¿y?”. Entonces, fue complejo tener esa disyuntiva conmigo, con mis creencias y la impotencia de no saber nada y lo que hice fue escribir.
P: Hay un poema titulado “8 de julio” (operación limpieza de Carazo). Allí escribes: “Feliz cumpleaños, Eduardo. Hoy te llegará plomo de regalo”. ¿Escribir esos poemas te sirvió como desahogo?
R: Fue una suerte de catarsis. Tenía la necesidad de exponer algo, presentar algo. No porque vaya a quedar para la posteridad o porque lo llegasen a leer un montón de personas, no. El asunto fue como una catarsis, pero cuidando el asunto estético y que el verso esté bien cortado. Uno el oficio no lo pierde por muy triste que esté.
P: Vas a sacar tu segundo libro, La edad de la destrucción. ¿Cuál es el eje temático por el que has optado?
R: En un segundo libro, uno no quiere repetirse. Este libro trae tres secciones. Ya los temas son más posmodernos. Toco autores que escriben sobre sociología y hablan de las grandes teorías y cómo estas cosas se aplican en Europa, pero desde un punto de vista centroamericano es diferente.
P: Entonces, el papel de Centroamérica está muy presente.
R: A mí me chocan las actitudes de estos centroamericanos o de los países desarrollados en los que seguimos siendo una región bananera para ellos, solo que ahora las bananeras son los Call-center. Es decir, somos países empobrecidos de mano de obra barata y siempre lo vamos a ser. Llevamos cientos de años en eso y seguimos en lo mismo, solo que cambian los jefes y los modos. Por ello, trata un poco de eso; de cómo la posmodernidad nos atañe también a los centroamericanos, pero de otra forma. Hablo en el libro como el Andrés centroamericano.
El mundo editorial y festivales en Centroamérica
P: ¿Cómo afronta un poeta joven centroamericano las calamidades del sector editorial?
R: En Centroamérica, la cultura editorial es casi nula y en Nicaragua es algo que ni siquiera está insipiente. Hubo un tiempo en el que la editorial Nueva Nicaragua hacía tirajes de 5 mil y unas ediciones bellísimas, pero ahora te encontrás con un terreno baldío. Yo me tuve que ir a Honduras para poder publicar el libro y hacerlo en una editorial de hondureños que radican en Estados Unidos. Uno pasa con un libro bajo el brazo y si no tenés mil y poco de dólares no te lo publican.

P: ¿Ahora mismo no hay editoriales en Nicaragua?
R: Hay unas cuantas que son independientes: 400 Elefantes, Lector disléxico. Ellos hacen tiradas como de 500, pero eso es ridículo porque no vas a vender tantos ejemplares en un país tan pequeño, donde la gente no tiene cultura de lectura. Te encontrás con un gran muro económico y de mercadeo, porque las librerías tampoco te apoyan mucho.
P: Has estado en algún festival centroamericano de poesía. ¿Qué tal la experiencia?
R: Sí, estuve en Honduras. En el Festival de Los Confines y también en el Encuentro Centroamericano de Escritores en Comayagua. Lo veo más que todo como un punto de encuentro donde conocer gente. Por ejemplo, del primer festival que fui, salió la publicación del segundo libro con Malpaso ediciones, una editorial independiente. Para mí ha sido una catapulta en este aspecto. Es como ganar un premio.
P: Aquí en España se les da una gran importancia a los premios literarios. Sin embargo, en Centroamérica no existe esa obsesión por presentarse a ciertos galardones. ¿Hay premios literarios en Nicaragua que impulsen voces jóvenes?
R: A nivel nicaragüense, no hay. Lo únicos los hace el Gobierno, pero están apalabrados y no me interesan mucho. La razón más honesta para postularte a un premio es el dinero, porque eso te permite escribir, conocer gente, pero que uno gane un premio más o menos… la verdad me importa poco. En este país entendemos que lo que realmente importa es crear una obra que valga la pena ser leída. Que vos tengás un proyecto que tenga valor literario.
P: También eres editor. Te mueves dentro del sector editorial nicaragüense. ¿Existe esa tendencia a ignorar a los escritores centroamericanos?
R: Creo que los centroamericanos tenemos nuestro propio ecosistema. No hay una conexión. Centroamérica es un mundillo, Sudamérica otro y España es otro. Hay una desconexión bastante grande. Son pocos los autores que han logrado publicar con grandes editoriales. Se me viene a la cabeza el costarricense Luis Chaves.
P: Sin embargo, el respaldo de generaciones anteriores tiene grandes nombres.
R: Para nosotros, como nicaragüenses, a pesar de tener una gran trayectoria literaria del pasado, lo que tenemos a la espalda. Por ejemplo, un Pablo Antonio Cuadra haciendo cosas geniales a corta edad cuando nosotros hacemos lo poco que podemos. Lo de ‘Nicaragua es un país de poetas’ me parece una gran falsedad.
P: ¿Por qué lo consideras falsedad?
R: Porque existe el talento, gente que escribe, pero no el oficio. Muchos nos quedamos cortos en comparación a la tradición que venimos arrastrando. Desde Darío y todos los que le presidieron y bueno… [piensa] estamos intentando realizar obras decentes. Nicaragua es un país de un montón de gente que escribe poesía, pero no es poeta. Aquí hay poetas por todos lados.
P: ¿Qué autores jóvenes centroamericanos recomendarías?
R: Diego Quintero (Costa Rica). Corina Rueda (Panamá). Bosco Hernández (Nicaragua). Kike Zepeda y Ana María Rivas, salvadoreños. En Honduras está Iveth Vegas y de Guatemala conozco muy poco.
P: ¿Es difícil acceder a obras de editoriales españolas?
R: Existen libros que vos podés obtener mediante Hispamer, que son los que traen los libros, tienen contrato con Visor. Sin embargo, creo que no están muy conscientes de lo que está pasando alrededor del mundo, España o México, porque siempre traen los clásicos. Encontrar un libro de Visor en Hispamer es fácil, pero de la editorial Hiperión, no. Nosotros seguimos como en los 90. Si tenés un amigo en el extranjero, él te trae los libros. No hay como una cultura de lectores por parte de la librería. Hay una idea antigua de vender lo que ellos quieren, pero existe Internet. Lo que nos queda es conseguirlo en PDF.
P:¿Hasta qué punto ha afectado la crispación política el desarrollo literario de Nicaragua?
R: La crisis política ha creado un bum social y literario en estos chavalos, menores que yo. No hablo de mi generación. Hay chavalos bastante talentosos, que tienen una falta poética enorme. Incluso al leerlos digo: “Púchica, yo hubiera querido escribir estos versos”. Estoy emocionado por eso. Eso sí, estamos como en una suerte de letargo porque no hay educación.
P: ¿Ya no se impulsan talleres como de los que tu generación se nutrió?
R: La gente de los 90 tuvimos la posibilidad de asistir a talleres con catedráticos y profesores de letras, donde se generó un punto de encuentro. Sin embargo, eso ahora a quienes nos toca, es a nosotros. Siento que esos muchachos andan escribiendo, pero como decimos aquí ‘andan al garete’. Hay que darles las herramientas, los conceptos para que vean los proyectos literarios que puedan desarrollar.

P: Hispamer organiza ciertos eventos. ¿Hay contacto con las distribuidoras nacionales o estáis desamparados?
R: Ese contacto es bastante borroso. Hay quizá cierto desinterés. Es decir, un fallo bastante grande con las empresas que venden libros. Un desarraigo con el autor independiente. Yo más bien creo que no les interesa.
Recomendaciones, manías, influencias
P: Manía o manías que tengas al escribir.
R: Me levanto bastante seguido.
P: Referentes en la escritura.
R: José Emilio Pacheco, José Watanabe y Raúl Zurita.
P: Una palabra que ames.
R: Ojalá
P: Una palabra que odies.
R: Violencia.
P: Una que te dé miedo.
R: Las que tardan en decirse.
P: Un verso que te acompañe.
R: Te decía en la carta / que juntar cuatro versos / no era tener el pasaporte a la felicidad / timbrado en el bolsillo, de Gonzalo Rojas.
P: La literatura es imprescindible porque…
R: nos hace más humanos.
P: Una obra que te hubiese gustado escribir.
R: El uso de la palabra, de José Watanabe.
P: Un autor o autora con el que te irías a tomar algo.
R: Con Lorca.
P: ¿A quién le darías el próximo Premio Cervantes?
R: A Zurita.
P: Una recomendación para aquel que lea esta entrevista.
R: Que tengan miedo, pero igual hagan las cosas.

