Los mensajes que apelan a las emociones resultan más persuasivos que los racionales
El miedo no es solo un recurso que se emplea en películas, historias o atracciones con la finalidad de entretener. También es un elemento que en política se utiliza para persuadir. Expresiones que hoy suenan de forma recurrente como “invasión migratoria”, “políticas totalitarias”, “alerta antifascista” son un ejemplo de esto último.
Si atendemos a cualquier discurso político, sobre todo si estamos en periodo electoral, nos daremos cuenta que siempre se utiliza una estructura muy similar: un juego de nosotros contra ellos. En estos relatos de confrontación donde unos serán los buenos, los defensores de la libertas o el progreso, y otros los malos, los portadores del caos y el desastre, se puede apreciar con claridad el uso del miedo.
El miedo se genera mediante palabras que evocan situaciones pasadas o escenarios negativos
Con independencia del signo político del partido, el miedo se ha ido empleando a lo largo del tiempo con el fin de demonizar al adversario o rival. En la Primera Guerra Mundial, la propaganda de atrocidades servía con este objetivo: presentar al rival como un ser malévolo al que había que vencer. En EEUU se confeccionaron muchos carteles de este tipo. Se representaba a los alemanes como monstruos que querían acabar con la libertad. Mensajes que alentaban a la opinión pública del momento a ver con buenos ojos la participación en la guerra.

En el terreno político, podemos ver como estas dinámicas también se aplican en eslóganes como el utilizado en las elecciones de la Comunidad de Madrid de 2021 “libertad o comunismo”. Donde la libertad sería un reflejo de lo bueno y el comunismo algo a evitar, que solo traerá miseria. Un ejemplo ya paradigmático del uso del miedo en política lo encontramos en el video electoral del PSOE de 1996. En el se nos presentas dos universos: uno en blanco y negro, triste y terrorífico, un escenario posible si el rival político gana. Mientras que el otro mundo es cálido, alegre y lleno de color, un futuro que solo con el PSOE en el poder se puede conseguir.
¿Por qué el miedo puede llegar ser tan persuasivo?
Según El Modelo de la Probabilidad de Elaboración, nuestro cerebro a la hora de procesar los mensajes tiene dos maneras de hacerlo: por la ruta central y por la periférica. La elección de una u otra dependerá del grado de motivación o interés que tengamos y de la capacidad para comprender el mensaje. Cuanto mayor es la motivación y capacidad mayor probabilidad hay de que el mensaje se procese por la ruta central. Cuando el interés es reducido y se tiene poca información la ruta periférica se activa.
Cuando la información se procesa por la ruta central, los mensajes suelen adherirse mejor y perdurar más en el tiempo. Por el contrario, los mensajes que pasan por la ruta periférica aunque tienen una influencia más inmediata, suelen ser más finitos.
Las palabras construyen realidades
Emociones como el miedo provocan que estemos en un estado de alerta, pendientes de los posibles peligros que se nos auguran y por lo tanto tengamos mayor interés en temas relacionados con los recortes en servicios esenciales, la perdida de derechos o la mermas en nuestra libertas individual. Esto unido a la simplicidad que tienen los mensajes que los políticos emplean, propicia que la información se procese por la ruta central y por lo tanto estos mensajes tengan una mayor adherencia.
La elección de las palabras es clave a la hora de despertar este tipo de emociones. Recortes, crisis, dictadura, retroceso están cargadas de un significado negativo que nos hace recrear escenarios nada deseables. Como postuló John Austin, el lenguaje tiene un poder performativo de la realidad, las palabras y el uso que les damos configuran nuestra realidad y tienen un poderoso poder evocador.
Los políticos a la hora de construir sus mensajes son conscientes de estos elementos y los emplean a la hora de configurar sus estrategias, atemorizando al votante y advirtiéndole de las consecuencias que tiene que el rival gane, ofreciéndose como una alternativa al desastre y canalizando ese temor en esperanza con el fin de cuantificarla en número de votos.