Una vida entre fe, filosofía y tragedia narrada en una biografía con rigor y sensibilidad histórica
Con Judía, filósofa, santa, Irene Chikiar Bauer publica de la mano de Editorial TAURUS la biografía más extensa escrita en español sobre Edith Stein, figura poliédrica que fue filósofa, monja carmelita y mártir en Auschwitz. La escritora y biógrafa argentina, que ha dedicado su carrera a estudiar a mujeres como Virginia Woolf o Victoria Ocampo, se adentra ahora en la vida de una mujer que no dejó de buscar el sentido de la existencia.
Nacida en 1891 en Breslavia, en el seno de una familia judía practicante, Edith Stein se distinguió pronto por su talento intelectual. Fue la primera mujer en doctorarse en filosofía en Alemania, con una tesis sobre la empatía dirigida por Edmund Husserl, el padre de la fenomenología. Tras un proceso personal y espiritual que la llevó del agnosticismo juvenil a la fe cristiana, se convirtió al catolicismo en 1922. Más tarde ingresó en el Carmelo de Colonia, donde adoptó el nombre religioso de Teresa Benedicta de la Cruz.
En 1942 fue arrestada junto con su hermana Rosa por la Gestapo en los Países Bajos y deportada a Auschwitz, donde murió en la cámara de gas el 9 de agosto de 1942. Su vida, marcada por la búsqueda intelectual y espiritual, encontró un reconocimiento póstumo cuando el papa Juan Pablo II la beatificó en 1987 y la canonizó en 1998, elevándola a los altares como Santa Teresa Benedicta de la Cruz.
La autora conversa con nosotros sobre su proceso de investigación, con casi 3.000 citas bibliográficas, sobre el diálogo entre fe y filosofía en la obra de Stein y sobre por qué su figura sigue interpelándonos en un tiempo marcado por la incertidumbre.
Pregunta: ¿Por qué Edith? ¿Por qué decides escribir una biografía sobre Edith Stein?
Respuesta: Siempre me han interesado las mujeres que han buscado un sentido a sus vidas. Virginia Woolf lo encontró en la literatura. Otra de las personas sobre las que traté son escritoras argentinas, Eduarda Mansilla, Victoria Ocampo, también encontraron sentido en su búsqueda, y fueron mujeres muy entregadas. Entonces, cuando en 1998 supe de la existencia de Edith Stein, me llamó mucho la atención una mujer que, habiendo sido de una familia judía, habiendo abandonado a los 13 años la religión y habiéndose dedicado al estudio y a la filosofía, hace este camino de conversión y concilia en esta búsqueda una fe con todo este saber que tenía acumulado.
P: La conociste escribiendo un artículo en 1998. Han pasado 27 años.
R: Yo en 1998 era muy joven. Y no tenía todavía mi formación. Entonces escribí un artículo periodístico sobre ella. Luego hice mis maestrías por este camino y trabajé sobre Virginia Woolf. Y después me pregunté: “¿Qué hago? ¿Qué viene después de esto?” Y en un momento me dije, “tiene que ser alguien también que me apasione estudiar sobre ella, que me parezca una persona excepcional”. Y bueno, esa es Edith Stein.
P: Esta bibliografía tiene casi 3.000 citas bibliográficas. Muchas citas, muchos libros leídos supongo, muchas fuentes consultadas. ¿Cuál es la fuente que más te sorprendió?
R: La fuente principal, obviamente, que además se ha dado en todas mis biografías anteriores, son los testimonios autobiográficos de cada una de ellas. Ninguna ha escrito una autobiografía enorme. Ninguna. Pero sí han dejado testimonios autobiográficos. Entonces, para mí es fundamental recurrir a la propia Edith, pero después también a todo el contexto.
Antes la gente escribía muchos textos, se escribían cartas. Entonces, uno puede estar viendo las relaciones y el contexto a través de ellas, lo que cada uno dice acerca de esta personalidad. En el trabajo de Edith Stein, fueron fundamentales, porque al destruirse muchos de sus papeles y de los papeles de todos ellos durante la Segunda Guerra Mundial, se ha perdido mucho. Pero están las cartas de Roman Ingarden, que fue un filósofo al que ella ayudó mucho, en el que pudo haber tenido un interés sentimental en una época, y que justamente fue profesor del Papa Juan Pablo II. Por eso Juan Pablo II llegó a conocer a Edith Stein.
También fueron fundamentales libros. Las primeras biografías de Edith Stein son de monjas, carmelitas, que estuvieron con ella. Entonces, obviamente que me leí todas las biografías, las más importantes realizadas por las carmelitas. Y también hay libros claves de la filosofía, que son muy importantes. Un filósofo como Alasdair MacIntyre, que escribe este famoso prólogo filosófico, donde reivindica a Edith Stein para la filosofía. Porque hasta ese entonces, sí había sido conocida dentro de la mente católica. Pero como ella, en el camino de conversión, deja la filosofía, ya no se preocupa por poner su obra en el mundo, porque ella ya está en el Carmelo, y después la matan en Auschwitz. Entonces, es una obra que queda un poco olvidada, hasta que es recuperada por el mundo católico. Y el mundo secular tarda más.

P: Decides titular este libro Judía, filósofa, santa. Yo añadiría hija, hermana, feminista… Tiene mil formas de ser. Pero, ¿cómo has dialogado tú con estas tres identidades: judía, filósofa y santa? ¿Cómo has conseguido que hablen entre ellas?
R: Porque en ella nunca renegó de provenir de una familia judía. Filósofa, porque evidentemente es a lo que se dedicó y en lo que quiso ser exitosa, y las circunstancias no se lo habilitaron porque era brillante. La primera doctora en filosofía en Alemania, que le den un summa cum laude a una mujer… O sea, todos le decían que era brillante, “pero cargos no hay”, decían, cargos para mujer judía no hay.
Y bueno, santa es a posteriori. Ella se veía a sí misma como una carmelita. Entonces, es un camino que no es contradictorio ni es de unas partes en lucha contra las otras. Sino que es un camino de una coherencia en esa búsqueda del sentido de la vida que en Edith Stein se da con una gran impronta ética. Entonces, en cada uno de estos lugares se ve eso de ella. También resalta esa relación maravillosa que tiene con esa madre.
«Yo no buscaba humanizarla. Ella es humana. Yo buscaba su humanidad.»
P: Es precisamente esa relación lo que llama la atención. Cuando se lee sobre un filósofo se lee mucho sobre su academicismo, sobre su figura intelectual. ¿Al mostrar ese lado familiar buscabas humanizar a Edith o simplemente salió esta humanización mientras la escribías?
R: Yo no buscaba humanizarla. Ella es humana. Yo buscaba su humanidad. Buscaba este camino. Entonces, en su autobiografía, ella habla de su madre de una manera que está bien. La exalta. Ella se ha ido y ha dejado a su madre, se ha convertido y se ha ido a un convento, en un momento donde hay persecución en los judíos y su madre está viva. Entonces, en ella se da toda esta lucha interna.
Pero, además, le piden que cuente su vida. Porque los confesores, el mundo católico, esta primavera católica alemana, que la valoraba tanto como docente y como conferencista, ante la propaganda nazi, dice: “cuenta tu vida, tienes que escribir sobre tu vida, tenemos que contrarrestar un poco esa propaganda”. Ya sabemos que los libros no pueden contrarrestar una propaganda. Pero bueno, al menos se hace el intento siempre.
Entonces, ellos le hacen escribir su autobiografía. Y en esa autobiografía, en el Carmelo, se recupera toda esa historia familiar y la importancia de su madre y lo que le ha dado su madre.

P: Su autobiografía se publica cuando Edith ya ha muerto. Y sus familiares tienen una reacción. Su sobrina Susanne publica el libro Mi tía Edith, como respuesta. ¿Cómo enfrentas tú estas dos miradas para buscar a la Edith real?
R: Bueno, es que la posibilidad que dan, en el mismo caso de Virginia Woolf, estas mujeres, es que tú puedes leer lo que escribe ella, lo que opina su sobrina de lo que escribe ella, lo que han dicho amigas, estudiantes, alumnas, monjas, profesores, confesores, amigos… sobre ella. Y luego especialistas, biógrafas que las conocieron. Entre todo ese conjunto de lecturas, que es muchísimo, mi misión como biógrafa es mostrarlas al lector, para que el lector mismo se vaya haciendo su configuración sobre Edith Stein.
Yo no te la doy como una bajada de línea y de sentido. Yo te voy mostrando: “Edith Stein dice tal cosa sobre sí misma, pero su sobrina opina tal otra, y esto es lo que ha dicho en sus libros. ¿Qué te parece? ¿Es coherente lo que dice en su autografía con lo que opina en sus libros?” Y entonces el lector mismo va haciendo esa construcción.
P: ¿Esperas alguna reacción específica de los lectores? ¿Les quieres dejar algún mensaje sobre Edith o es algo más a libre interpretación?
R: Estamos en un mundo caracterizado por una hipertrofia del desarrollo de la razón donde incluso estamos celebrando inteligencias que parecen que podrían ser superiores a las nuestras, inteligencias artificiales. ¿Y entonces qué pasa con lo que nos ha caracterizado como seres humanos? ¿Qué es lo que nos hace humanos? ¿Nos hace humanos solo la técnica? ¿Nos hace humanos solo la inteligencia aplicada a la ciencia? ¿O nos hace humanos una búsqueda que puede llegar o no a lo trascendente?
Desde el punto de vista religioso, catalogo a Edith como una buscadora de la verdad. Desde un punto de vista más secular yo quiero siempre destacarla como una buscadora de sentido. ¿Qué da sentido a la vida? Y la respuesta para Edith Stein, tanto en su primera parte de la vida antes de la conversión como luego, es que lo que da sentido es una búsqueda.
La construcción, la forma, adquirir la forma que nos caracteriza a cada uno. Ir buscándose a sí mismo. “¿Quién soy yo? ¿Quién puedo llegar a ser?” Entonces, en ese camino de esa búsqueda, Edith Stein tiene mucho para decirnos.
En una era que se caracteriza por ser la era de la angustia, la era del vacío, donde parece que todo es tremendo, podemos pensar que hay gente que vivió dos guerras mundiales, que estuvo en contacto con la vida y la muerte, y que encontró sentido a la vida.
«En una era que se caracteriza por ser la era de la angustia, la era del vacío, donde parece que todo es tremendo, podemos pensar que hay gente que vivió dos guerras mundiales, que estuvo en contacto con la vida y la muerte y que encontró sentido a la vida.»
P: Durante toda la biografía se habla de un sentido de pertenencia también. Ella parece que no encuentra un lugar. Es una idea que parece que conecta mucho ahora también con el presente. Como has dicho, una era del vacío. Somos muy individualistas. ¿Buscabas eso, la conexión con el presente? ¿O simplemente Edith conectó?
R: Edith conecta con el presente. Hay gente que siempre conecta con el presente. O sea, el que quiera ir a leer a Goethe, a Virginia Woolf, va a ver que conecta a Shakespeare, va a ver que conecta con el presente. Cervantes, Santa Teresa de Ávila, de alguna manera, siempre conectan con el presente. Por eso los seguimos viendo. Por eso son los clásicos. Porque cada época le va a encontrar una aproximación diferente. Pero Edith encuentra una pertenencia con Hannah Arendt. Cuando dice, “para mí Alemania es la lengua materna, la filosofía y la creación literaria”. Eso mismo podría haber dicho Edith Stein. Porque ella dice que uno le debe a su contexto, al Estado.
Cito a Hannah Arendt: “Pero yo me debo a mí misma guardar distancia. Y yo no puedo estar a favor ni en contra cuando leo la magnífica frase de Max Weber que dice que para el enderezamiento de Alemania él se asociaría al mismísimo diablo.” Creo que estas palabras también las representa Edith Stein. Hay un profundo amor por esa cultura alemana, por esa lengua alemana.
Pero hay una conciencia de estar, de ser parte, de ser individuo, pero pertenecer a una comunidad, que en Edith también se da mucho, por eso ella escribe Una investigación sobre el Estado. Entonces, en esta época de individualismo, no podemos casi escribir a nada. Edith también nos da cuenta de que hay una manera, que es la manera de sentirnos en comodidad y la relación con el otro, y eso está relacionado con la empatía también.
P: ¿Crees que estas tesis sobre la empatía que escribió ella se puede aplicar ahora de alguna manera?
R: Sí, es clara la tesis, en ese sentido es clara, por supuesto. Incluso, este filósofo Alasdair MacIntyre dice que todo el pensamiento de Husserl podría depender del tratamiento filosófico que se le da a la empatía. Ahí Edith Stein incluso tiene algunas diferencias con Husserl.
Y también es muy interesante porque ella ya empieza a discutir con otros filósofos que algo habían escrito sobre la empatía. Para algunos teóricos, la empatía era una completa coincidencia entre el sujeto que empatiza y el sujeto empatizado. Ambos llegan a ser uno. Pero Edith Stein dice que no, que eso no es así. La empatía es un vivenciar propio en el que se manifiesta otro vivenciar. Tienes conciencia de que el otro es un otro y que lo que estás sintiendo es el otro. Pero haces propio eso. Cada uno permanece y se percibe en su individualidad.
Pero en ese yo y tú aparece el nosotros. Y entonces ahí aparece una forma también superior de conocimiento. Porque nadie queda encapsulado. En la empatía, en la relación con nosotros, en el estar en el mundo y con nosotros nos hacemos también humanos.

P: Cuando ingresa el Carmelo sigue hablando de la empatía, pero desde un lugar más espiritual. ¿Crees que esa forma de escribir, de hacer un equilibrio entre la fe y la filosofía y la ética y todo lo que ha vivido pudo haber sido una de las razones por las que no se llegó a apreciar hasta más adelante lo que escribía?
R: Bueno, es que para los tomistas lo que ellos estaban haciendo era reunir Santo Tomás de Aquino y Husserl. Los filósofos podían tener cuestiones a favor y discrepancias pero ella, al irse al convento y luego porque la matan, ya no puede estar en discusión con estas ramas de la fenomenología o de la filosofía.
En su época la obra era valorada incluso cuando ella es monja carmelita, ya que está en reclusión, pero van muchísimos filósofos a verla. Hasta último momento van a verla, le consultan, le escriben cartas. Lo que pasa es que el tema es el final trágico. Ella no sobrevive. Imagínate una guerra, que se llevaban personas y no se sabía dónde.
Y cuando las monjas carmelitas, que también están en la biografía, empiezan a tratar de rastrear qué pasó, no estaban los registros. Buscan cómo fue, quiénes fueron las últimas que la vieron. Es casi cinematográfico. Lo cuento en la biografía, cómo va en ese tren, hacinado y de repente, abren un minuto una puerta y ella dice: “Señor, ¿dónde estamos? ¿Conoce a tal persona? Por favor dígale a tal qué ha pasado por aquí Edith Stein.”
Entonces ahí las monjas después empiezan a reconstruir el camino de su final. Poco tiempo después sale la primera biografía Carmelita de las monjas. ¿Y qué es lo interesante de esto? Que siempre en la destrucción hay un renacimiento que espera. Durante la guerra, el Carmelo fue destruido. El Carmelo donde ella estaba en Colonia. Cuando la Carmelita escribe la biografía de Edith Stein, son tantas las personas que la leen en esa época que casi reconstruyen todo con lo que produce la ganancia de la biografía.
“Yo no podía actuar mientras no tuviera un impulso interior. Las determinaciones procedieron de una hondura que yo misma desconocía. Una vez que algo subía a la clara luz de la conciencia y tomaba firme forma racional, nada podía detenerme. Ciertamente experimentaba una especie de placer deportivo en emprender lo aparentemente imposible”
– Edith Stein
P: Hay una cita de esta biografía que parece resumir el carácter de Edith. Habla sobre sobre sus impulsos interiores.
R: En ese impulso interior al que Edith le responde entregándolo todo, también está el tema de la voluntad. Porque en Edith también es muy importante la voluntad. Incluso cuando se lee sus escritos filosóficos hay una exigencia muy grande. Cuando ella siente el impulso, se entrega con suma voluntad a llevarlo hasta lo que serían las últimas consecuencias.
En la filosofía, hacer la mejor tesis posible. El summa cum laude que le da. En la vida religiosa, llegar a ser la Carmelita que ella quiere ser. Y para mí ella es una Santa Teresa de nuestro tiempo. Pero Edith Stain hace un camino religioso en el siglo XX, donde el mundo no está en ese sentido pendiente de lo que pueda ser una religiosa, una Carmelita. Pero en la convicción, en la entrega que tienen, es pareja.
Y ese encuentro de Edith, con Teresa de Ávila, también es un encuentro maravilloso, porque es un encuentro que es a través del libro de la vida. De una mujer totalmente entregada a la vida, y que escribe una autobiografía, que resuena en ella, y también resuena a través de lo no dicho. ¿Qué es lo que no puede decir Teresa de Ávila en tiempos de la Inquisición? Que tiene un abuelo judío. Entonces, siempre podríamos preguntarnos: «¿Qué hubiera dicho Teresa de Ávila, qué hubiera dicho San Juan de la Cruz si hubieran podido escribir con más libertad también?
A Edith le pasó lo mismo. ¿Qué hubiera dicho Edith Stein si hubiera escrito en una época donde no estuviera la censura nazi, y donde no estuviera el prejuicio acerca de que ella era una señora judía conversa? Porque ella, de lo que no habla, es de las experiencias místicas. ¿Y cómo sabemos que tiene? Por el confesor. Entonces, ¿por qué no habla de ello? Porque ella no quiere quedar tampoco como alguien, creo yo, que revela esto. Porque siempre estaban los que la iban a ayudar y los que la iban también a señalar.

